22 de enero de 2017

Leer produce una mejora general. ¡No caiga en esa trampa!

  
Lo primero que usted miró fue el título del libro, ¡me juego una mano!

 Me envían el informe 2017 sobre La lectura en España (http://www.fge.es/lalectura/2017/default.html). Una vez más me acuerdo de Larra quien escribía en 1836, hace ciento ochenta y un años: "Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta".
   Me viene a la memoria un suceso real de la Sevilla de los sesenta o setenta del siglo pasado, ¡que también ya corrió agua bajo el puente! Aquella familia de orígenes aristocráticos venidos a menos en sus caudales puso un anuncio en el periódico de la ciudad, el ABC de Sevilla: “SE VENDE PIANO DE COLA”, se detallaba la marca, el excelente estado del piano, etc. Pasados unos meses sin que no tuviera respuesta el esperanzado anuncio, la misma familia cambió la oferta: “SE CAMBIA PIANO POR…” y se detallaba por qué objetos se podría intercambiar el valioso piano: la respuesta tampoco llegó tras el notable y sustancioso anuncio: nada de nada. Nadie quería cambiar el piano por nada… Tercer intento: “SE REGALA PIANO DE COLA”… Imposible dar más por menos. Idéntico resultado: nadie interesado, ninguna respuesta. “Y le dimos aire al piano, ¡porque lo tiramos desde la segunda planta al jardín!”, donde hecho tablas, ese magnífico piano de cola, lo vino a recoger uno de aquellos antiguos motocarros que hacían portes en las ciudades. “SE VENDE, SE CAMBIA, SE REGALA…”. Otro tanto, sucede, querido lector, con los libros. Todos nos horrorizamos ante la quema de libros, todos nos rasgamos las entretelas cuando vemos libros en la basura, todos nos escandalizamos cuando alguien quiere deshacerse de la biblioteca heredada y le dan por ella menos de lo que vale el peso de la misma en papel…
   Si en el Madrid de Larra, entonces como hoy y ayer, puerto de todos los mares, lo más in de lo in, conocido centro de actividades espaciales (“de Madrid al cielo”)… es lugar donde si escribes lloras ¡qué no ocurrirá en Tomelloso del Alcor, provincia de Jaén, donde ni llueve!
   Más del 40% de los españoles no tocan un libro por el forro. No pisan una biblioteca, ni Dios que lo permita. No entran en las librerías por si allí están las mujeres que fuman y se enfada la mari. A algunos les regalas un libro y lo plantan, ¡no sea que agarre! ¿Soluciones? No las tengo: en ello llevo más de tres décadas. Las consecuencias: el pésimo nivel cultural y educativo de este honroso pueblo al que pertenecemos, raza de hidalgos que tocaron el piano y ahora no saben qué pito tocan ni leen libros. ¿Que los niños no leen en la escuela? ¡Pues eso, señora! En la escuela se enseñan Matemáticas, Música, Lengua, Literatura, Vida sexual, Danza, Inglés, Francés, Igualdad entre los sexos, Seguridad vial, Más seguridad sexual y alcohólica… y así, con la falacia a cuestas, ad nauseam. Veintitantos puntos por debajo de la media, metro arriba, metro abajo, están los escolares españoles en su puntuación en comprensión lectora con respecto a la OCDE: es decir que no chanelan cuando leen, es decir que su eficacia lectora es pésima y, en consecuencia, cuando se ponen a estudiar necles de necles… Mí no comprender, mí no entender… Mí ser cacho de carne con ojos puesto en mitá de la calle. Lo que hay. ¿Y es que hay libros en las casas? No señora mirusté. ¿Y si no hay libros en las casas, si los papás no leen, si no van a las bibliotecas, si no compran libros… de dónde va a salirles un Cervantes del tiesto que tienen por vástago? Los tiestos, señora, salen a la botija… y la botija… ¡Efectivamente! Usted lo ha acertado: una pescadilla que se muerde la cola…

   Dicen los editores que se pierden miles de millones de euros, que la piratería los hunde, que los escritores no ganan ni para merendar (y servidor entre ellos. Decía RAMÓN, el genuino RAMÓN, que con una mano cogía la pluma y con la otra sujetaba la silla que aguantaba al león del hambre, ¡pobre RAMÓN!). Y así vamos contentándonos la vida, entre risas y chistes malos, “Y así, revertiéndonos la olla vacía, los españoles nos consolamos del hambre y de los malos gobernantes. […] Y de los malos cómicos, y de las malas comedias, y del servicio de tranvías, y del adoquinado”, que escribió Valle.

15 de enero de 2017

Geach, Peter. T.: LAS VIRTUDES

Elizabeth Anscombe y Peter Geach



La sangre tiene razones
Que hacen engordar las venas


Servidor es consciente de que no titula con don, ni es nadie entre los sabios, pero “la sangre tiene razones/que hacen engordar las venas”. En el mundo de las ideas, como en la realidad ordinaria y cotidiana, frente a las actitudes lights, frente al pensamiento débil, junto a lo soft…, lo pusilánime, el relativismo, lo contentadizo, lo timorato, lo vergonzante… crece también lo amable, lo valioso: la magnanimidad, la paciencia, la justicia, se abren paso la verdad y las virtudes… ¡y síguense riendo con jactancia de rufos esos seres ridículos de inteligencia deforme a quienes les dices “virtud” y no entienden!, pero se ríen, como aquellos del poeta que “desprecian cuanto ignoran”. Pobres ilusos, creen que, cerrando los ojos a la realidad manifiesta y evidente, renombrándola, ocultándose bajo mantas de subterfugios harán desaparecen la verdad que les incomoda… De suyo la verdad es montaraz e indomable: no se vende por nada, y por nadie se deja embaucar. Será esquiva y arisca, pero siempre deja trazas e indicios aquí y acullá, a diestra o siniestra y, a quien sabe por derecho cortar los rastros que deja…, se muestra y se deja encontrar. Sí, me obsesiona la verdad como guía de mi existencia.
Erigirnos en diosecillos ridículos, minusvalorar a los clásicos, olvidarlos, querer confundirlos, edulcorarlos, renombrar sus textos y el sentido de estos… solo conduce a lo irrisorio y al estropicio: así, por ejemplo, llamar pan frito al picatoste y mano cerrada al puño no cambian ni al uno ni al otro. Ese es el sentido último del atractivo que tiene pasearse, leyendo, por los clásicos: ellos han mostrado caminos seguros que llevan con acierto hacia lo mejor.
   Las virtudes son realidades verdaderas y firmes que me resultaron siempre atractivas. Aprendí en la Ética a Nicómaco que la virtud tiene un carácter medial, cuyo fin propio e intrínseco es ayudar a alcanzar la felicidad. Y la felicidad me resulta atractiva, amable, meta imprescindible, quizá sea ese imposible necesario absoluto a este lado del portalón que dará a la muerte, pero atractiva siempre: normalmente estoy y soy feliz, pero quiero ser feliz. Lo necesito, lo anhelo, lo busco…
   Supongo que algún texto, que no recuerdo, me resultó tan complejo como este que intento comentar… Quizá cuando, siendo un muchacho, quise leer la Antropología metafísica de Marías. El autor de la obra que comento, Peter T. Geach, profesor de Lógica, marido de Elizabeth Ascombe…, me resultaba muy atractivo porque anunciaba desde el principio de la obra que accedería a las virtudes desde el ámbito científico propio de su especialidad: la Lógica. Incitante. No cursaría por la ética, sino por la Lógica, rastreando a los clásicos en sentido amplio y a sus maestros.
  Tan terrible como saludable intelectualmente el ascenso por sus páginas, renglón a renglón, es de una densidad frustrante a ratos. Seductor. Parada, descanso, vuelta a intentarlo, descender al comienzo del párrafo. Tres veces dejé el libro y otras tantas lo retomé desde el principio: no es exageración andaluza ni figura retórica, hipérbole. Sin duda, no parece que sea muy recomendable su lectura dicho lo precedente, pero es lo que hay, y mentir es una vileza. A lo peor el problema no es tanto del libro como de quien esto escribe: no se descarte. Hay desafíos fascinantes.
   Tras un inicio general denso sobre las virtudes en frases justas, recortadas y de acerados filos, el autor se encamina con decisión y desparpajo, sin temor y sin desprecio a quienes ladran a las tesis que expone, hacia la fe, la esperanza y la caridad, es decir: las llamadas tradicionalmente virtudes teologales. Tras comentarlas de modo asombroso para mí, acomete con el mismo tono y rigor las virtudes cardinales: prudencia, justicia, templanza y fortaleza, con la que termina, ya no sé si el ascenso o el descenso… y desde ahí, satisfecho se ve invitado este lector a rememorar las citas que tomó en el folio donde lo fue haciendo… ¡asombroso! Ahí quedó lo humano y lo divino, lo atribuible de modo evidente a la esencia divina y lo alcanzable por el hombre.
   Podemos ahora trapacear con la verdad, con las notas al pie e inventar bosques con hadas. Con aquello que, no pesando, quiere esconder dudas que no son de la inteligencia, sino de la voluntad conformada, de la soberbia que no desea asentir ante lo evidente (corren tiempos, ya lo decía, donde se desea que lo evidente sea, además, demostrable y la evidencia, demostrada)…
    Hay afirmaciones en esta obra, me atrevería a decir, incontables de una riqueza y densidad admirable, que necesitarían varios folios para ser comentadas sus implicaciones Me detengo en una casi al azar: “Un hombre no quiere normalmente las cosas solo para sí” (p. 46). Las personas, esos animales racionales y dependientes, esos seres políticos, esos seres indigentes y necesitados del otro al proyectarse al futuro, necesariamente -salvo enfermedad-, lo hacemos con esos otros. Cuando una persona se forja un futuro no lo hace como Robinson Crusoe, quien no es más que una creación literaria -siempre con el deseo de volver con los otros hombres-… Cuando quiero y lucho por algo lo hago con y por los demás: vivo con los demás… Sí, pero no es solo eso, sino que todo aquello que deseo lo deseo porque es un bien para mí (aunque me puedo equivocar) y ese bien deseo compartirlo con los demás: ¿de qué me sirve lo mejor que se me pueda ocurrir si no tengo con quien compartirlo, si no tengo a quién comunicarlo…? Esa mirada me remite hacia el zoon politikon y tantos y tantos comentarios y comentaristas de Aristóteles… Y no me detengo ahí, sino que recuerdo que el mal no tiene ser…, es ausencia de bien, y quiero justo eso, el bien para mí y para los demás: me proyecto hacia el bien, por conseguir el bien, pero “El mundo yace en la maldad; la mayor parte de lo que se hace en el mundo, justamente porque se hace sobre la falsa suposición de que la naturaleza del hombre es básicamente buena y sólo per accidens deficiente, se hace mal. La salvación de cada persona de este desastre común es posible sólo si la iluminación divina posibilita una rectificación de la voluntad” (p. 68), larga, sí, pero… y me quedo corto.

    Larga es también la entrada, y pido perdón, pero más arduo y largo fue el camino hasta poder escribirla y la dejo coja, aliquebrada… Me vuelvo sobre el libro y las notas que tomé. Buenas tardes.