24 de agosto de 2017

Ya vale, coño, ya vale...

      He olvidado y no me viene bien mirarlo ahora: tengo que moverme de la máquina, rebuscar en los papeles de la biblioteca de casa… cuándo comencé a escribir artículos que se publicaban en la prensa ordinaria. Llegué a escribir cuatro columnas semanales en dos diarios. Entonces era joven y siempre me llamaban la atención los perros que ladraban junto al camino: los miraba con atención, los escuchaba, los intentaba convencer de que sus ladridos eran tan inútiles como buenos mis razonamientos y mis ideas… Hoy, con la edad que tengo, no me paro a mirar a los chuchos que ladran babosos y miserables, rufos repulsivos que ni saben ni quieren aprender, ni razonan ni quieren hacerlo: no intentes convencer a quien no se quiera convencer, pero… Y escribía Gidé: “Todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo, continuamente”, que es aproximadamente lo que decía el Principito de Saint-Exupéry: es tedioso repetir lo mismo a los mayores a quienes una y otra vez hay que repetir… ¡lo mismo!

    Dicho esto. Estoy hartico de oír tonterías y de leer necedades, que son las mismas tonterías, pero dicho de otro modo, pero así: ton-te-rí-as propias de tontos a algunos de los muchos que participan en las tertulias televisivas, radiofónicas, columnistas de periódicos, comentaristas anónimos que se suman a la barahúnda del huracán… y ya, repito, con la edad que tengo, esos huesos hay que echárselos a otros perros, porque este perraco viejo ya no está para chocheras de viejas que disecan al gato cuando se les muere… ¡por eso, por el gusto de mirarlo, y de mirarse, de hacerse un selfie de vez en cuando con él!

   Lo que nos faltaba para el duro es introducir lo políticamente correcto en la guerra. Es para, perdón, mear y no echar gota. Los malnacidos que nos quieren brear, nos quieren laminar y hacernos desaparecer… La guerra contra el terrorismo, contra el mal en sus mil formas y cabezas, no es un fervorín de señorita bien metida a catequista con las uñas pintadas, que dicen la mar de cosas dulces a los niños: caramelos, bombones, yemas de santa Úrsula… y delicias de clarisas… ¡que no, coño, que no! La guerra es la guerra y en la guerra, cuando se arma la de Dios es Cristo, se trata de batir al contrario sea como sea, porque al final, quien se queda de pie, sea como sea, es quien gana. La guerra siempre es un juego que suma cero donde alguien pierde: no hay otra. Repito: esto no es el juego de la señorita Pepis que tenía mi hermana para peinar a las muñecas. A quienes trafican con drogas no les importa nada la muerte de los niñatos que las consumen (que no son enfermos, dicho sea de paso, sino drogadictos, viciosos, etc., y escribe quien sabe), a los terroristas de la índole que sea, se les llama así te-rro-ris-tas porque su finalidad es causarnos terror a los demás, ponernos a sus pies, imponernos sus modos de vida, sus ideas, etc. y no son un grupete de profesionales de efectos especiales cuyo cometido es armar ruido y el follón en general, ¡cohetería de san José en Valencia!… ¡Que no, coño, que no! Cuando las hormigas se quieren merendar el jamón de mi cocina y la comida de mis perras les aplico una guerra sin aviso ni cuartel y entiendo que son o ellas o yo… En las guerras de Gila, los enemigos se llamaban, se decían las horas y dónde iban a atacar y todas esas mojigangas que nos hacían reír… ¡¡Que no!! Aquí y ahora, en las Ramblas, en Niza, en Cambrils… las bombas causan destrucción, dolor, sufrimiento, mutilaciones, sangre, horror… y los muertos lo son para siempre: y esos muertos tienen hijos, padres, hermanos, amigos…, conciudadanos.

  Pues aquí tenemos el debate que si la policía catalana, que si los guardias civiles o la policía nacional, que si el CNI… Dicen que a partir de los cuarenta se desconfía de las casualidades, yo no creí en ellas desde los doce… ¡lo aseguro! Un grupo de personas en un pueblo pequeño, de gente que vive el margen (la convivencia de moros, cristianos y judíos era una convivencia entre gente muy selecta, si no ¿a santo de qué hay barrios de moros, de cristianos y judíos dentro de las murallas de las ciudades viejas? Juntos, pero no revueltos, señorita. Y que corra el aire). ¿Nadie controla, nadie vigila, nadie sabe… nada? Se ocupa un chalé y los vecinos no llaman al vecino al que le han ocupado la casa o a los guardias… Cierto que el individualismo en que vivimos en brutal: las abuelas se momifican tras morir durante cuatro años y nadie las echa de menos en el bloque, ni en la calle, ni en la tiendecilla del barrio…

   Los niños de Ripoll no eran niños, ni jóvenes, sino unos asesinos. Los asesinos no tienen edad. Son lo que son por lo que hacen y dejan de hacer. La santidad -lea cualquier buen libro sobre un santo- no se improvisa. La crueldad, la maldad de un asesino de la índole de quienes estamos hablando no se repentiza: se necesita tiempo para incubar la maldad que anida en el corazón que, por supuesto, no ocupa Dios… Ni el imam rezaba, ni los otros, ni saben de Dios ni de oración ni de… eran malas personas, insisto: malas personas… Dios que es infinitamente misericordioso se apiadará de ellos -y espero que de mí-, pero si vienen a merendarse a quienes quiero, a mis compatriotas, a mis vecinos, a mi sociedad… que sepan, que si puedo, les haré como a las hormigas… Y lo políticamente correcto lo dejaré para los políticos cursis y cobardes que tenemos, para los periodistas de salón y los comentaristas de la inopia.


  Me duelen los hue… sos de tanta necedad... políticamente cobarde.

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