Antes
de iniciarla lectura… me atrevo con la captatio
benevolentiae y hago las siguientes cábalas.
El
sufijo -ismo nos conduce a
significados varios dependiendo del lexema al que se aplique. En este caso, sentimental-ismo, nos lleva a una
disposición o actitud de parte de quien lo practica, dado el caso: el
‘sentimiento’. A su vez, el sustantivo formado, sentimentalismo, matizado por el adjetivo, tóxico, nos da a entender que ese sentimentalismo es una actitud
aciaga que solo traerá desgracias, pues el sentido de la primera acepción de
‘sentimiento’ queda distorsionado. En resumen, que el título del libro me
parece excelente y presagia de suyo un amable rato de lectura a redropelo.
Si
los sentimientos son emociones racionalizadas, el sentimentalismo es la
expresión de emociones sin juicio (sin razonamiento). Abandonarnos al
sentimentalismo es un acto de dimisión humana inexcusable: es tanto como
dejarse arrastrar por las emociones y, además, regodearse en ese acto, hacerlo
público y justificarse. Si la razón y el juicio son lo más humano del hombre,
renunciar a ello es, insisto, declinar del ser propiamente humano y quedar
reducido a un bruto, a una bestia.
El
lector que se acerque a esta obra se encontrará con una redacción fresca y
sencilla, cargada de anécdotas y casos que ejemplifican perfectamente lo que el
autor argumenta. También hace el autor referencia a datos concretos de la
actualidad… Dalrimple da puntual explicación de los procesos que producen el sentimentalismo.
Y así, la calificación de cualquier hecho de racista, antifeminista, abuso de
menores o mujeres, corrupción de niños, ser víctima de la Sociedad, de la
policía, del pasado, de una infancia tortuosa, de unos padres malvados, de la
droga, de la prostitución, etc. da un marchamo de excelente calidad en lo que
se esté tratando. Con estos ingredientes, mejor varios que uno, ayudan a
generar el sentimentalismo, aunque en ningún caso lo afirmado tenga base
objetiva y evidencia observable: son sensaciones, impresiones, intuiciones que
nos sirven un plato de sentimentalismo en la mesa. Así alguien puede decir que
fue tratada de modo racista o machista: “Porque el racismo no es algo que usted
pueda tocar con los dedos. El racismo se manifiesta de maneras muy sutiles. Es
la manera en que se dirigen a ti… Es la actitud en general… Su forma de
tratarme fue condescendiente y la impresión que dio fue ser racista” o “una
persona está siendo acosada si cree que está siendo acosada”. Y con esto y un
bizcocho… (perdonen que me cite: creo que en el fondo todo lo sucedido con
Juana Rivas, que ha sido motivo de dos entradas en este blog, nace del
sentimentalismo y las entradas de la lectura que estaba yo haciendo de esta
obra).
Me
da la impresión, por lo que he leído, que la Victimología es la ciencia que estudia a quien ha hecho de su
existencia y su obra un síndrome manifiesto y espectacular de la pena y la
desgracia, llegando en algunos casos a un género propio que agrupa la prosa, la
lírica y la dramática. La víctima de maltrato, por ejemplo, en realidad, muchas
veces, es cómplice de su maltratador: esa persona no quiere leer los signos de
violencia que ve en él, en muchos casos repetidos, reiterados, mostrados
incluso por otros, denunciados por personas del entorno… y esa persona maltratada
persiste en su actitud suicida de pensar que esa bestia cambiará… Luego se
justifica a la asesinada por su generosidad, su amor, su grandeza, su enorme
misericordia… ¿o era necedad, estulticia, imbecilidad y estupidez? Entiendo que
esto no es aceptado socialmente, pero siempre se dijo que quien juega con fuego…
termina quemándose: quien convive y acepta, por ejemplo, a un maltratador… ya
sabe el riesgo que corre. Y alguien deberá decir que el rey está desnudo.
El
sentimentalismo tóxico es sinónimo de buenismo, de lo políticamente correcto, de
aquel que en su viaje vital va con el lirio en la mano, quien derrocha necio
ternurismo a troche y moche, quien vive en una adolescencia vergonzante y con
un pavo sin tasa, quien lleva en la cartera un certificado de inmadurez de por
vida, y creo que también entran en este grupo los cursis, los remilgados, los
tocapelotas y vamos a dejarlo estar: entiendo que pueden ser modalidades y
variantes con un mismo origen y con una etiología común.
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