14 de septiembre de 2015

Newman, Jane Cross: PEDRO SALINAS Y SU CIRCUNSTANCIA. BIOGRAFÍA

Pedro Salinas, joven.


        Entre la generación o grupo llamado del 27 siempre sentí predilección por Pedro Salinas, Guillén y Dámaso Alonso por motivos distintos que no vienen al caso. Nunca fui excelente y continuo lector de poesía, pero me resulta muy amable, sobre todo cuando tengo tiempo de releerla.

         Hemos hablado otras veces sobre cómo surgen los libros que se van leyendo, por qué sí o por qué no, por qué se anteponen unos a otros, cómo los que estaban a punto de ser leídos van a su puesto de la balda y allí pasan meses, quizá años sin ser atendidos. Ha dado la casualidad de que este verano, de modo impremeditado, Salinas se ha erigido en el autor de muchos de mis ratos de lectura.

         Hoy comento una biografía. Aunque extensa, más de 400 páginas, no es una biografía exhaustiva ni excesivamente ordenada. Me da la impresión de que es el resumen de una obra que fue incluso más amplia, aunque la autora advierte que actualizó una anterior que editó… Es una biografía, si se me permite, emotiva. Creo que hay ciertos libros que se escriben de rodillas y que sin llegar a la hagiografía, se aproximan a ella quienes dedican cientos de horas, muchas veces más aún, a convivir literariamente con un personaje. Este me parece que es el caso de la autora: escribe desde el encandilamiento, y me parece bien.

         Cierto que este libro me lleva a conocer más y mejor a Pedro Salinas con quien me disgusté muchísimo tras el libro que comenté de sus Cartas a Katherine Whitmore. Creo que aquello fue un exceso de concentración sobre un mismo tema… Me saturé de las mismas imágenes, no comprendía la esquizofrenia de Salinas al decir lo que decía y, a su vez, escribir lo que escribía a su esposa… En esta biografía de Jean Cross Newman este asunto se aborda bien y por derecho, pero no es la sal continua del mismo plato.

         El Salinas que aquí se nos retrata es el hombre culto, inseguro casi de continuo, la persona que necesita ser sujetada por su mujer, Margarita, o por su amante, Katherine, que se hace un niño ante ellas, él, que fue hijo único, sustentado, sostenido y mimado por su mamá.

         Trabajador incansable. Alegre. Bromista. Se muestra también Salinas como un niño en el gusto por los juguetes que compra allí por donde va y regala a sus hijos, sus nietos o a los hijos y los nietos de los amigos. Le encantan los juguetes con mecanismos.

         Políticamente hablando nos encontramos con una persona que amaba la paz. Que la Guerra Civil le coge a un paso de marcharse a los Estados Unidos y puede darlo, y lo da. Margarita y sus hijos se marchan a Argel. Propiamente por tanto él no se exilia por la Guerra, sino que la Guerra se inicia cuando él se marchaba. Ya no volverá. Será uno de los españoles que vivirá su destierro con enorme dolor (lo peor del desterrado es no ser ya de ninguna parte, escribió Juan Ramón). Será bien acogido en Estados Unidos, allí por donde pasa dando clase. Puerto Rico le parecerá el Cielo en la tierra. Allí vivirá la ruptura definitiva con Katherine, allí se reencontrará con su esposa (emotivas, sinceras, admirables las letras que esta le escribe en esos momentos).

         No serán pocos los intelectuales, de distinta altura, calidad, amigos o conocidos a quienes Salinas busque hueco en universidades americanas. De continuo carteándose con su amigo del alma Jorge Guillén. Allí reiniciará su vida no sin dificultades: añora escuchar y poder hablar el español de lo indecible. Allí se educarán sus hijos y nacerán sus nietos… Allí morirá el poeta en 1951.




Pedro Salinas, viejo.

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