29 de junio de 2015

Stanley G. Payne, Palacios Jesús: UNA BIOGRAFÍA PERSONAL Y POLÍTICA. FRANCO (V de VI)



De la alpargata de la postguerra al 600 de los sesenta.
        

         Las posibilidades de gobierno tras la Guerra eran limitadas. Se pensaba en una monarquía constitucional de corte liberal democrático conformada por partidos, ¡¡pero hasta ahí podíamos llegar…!! Franco desconfiaba absolutamente de la capacidad de los españoles para estructurar políticamente la nación por medio de partidos. De hecho, a su juicio, en gran medida, la responsabilidad de la Guerra la tuvieron quienes se habían dividido en partidos, los dirigentes de estos, incapaces y miopes de ver el bien común. Bajo ningún concepto podría ser esa la salida. Se barajaron modificaciones y se llegó a la situación en que Franco gobernara de modo muy semejante al de un rey.

         Ignoraba servidor que la relación de Franco con don Juan, ya en Estoril, fuera tan tensa y más continuada de lo que yo pensé. Por lo que deduzco de lo que en esta obra se escribe: tampoco eran dos personalidades que congeniaran ni tenían una visión de la realidad semejante. El pueblo en general, tras la guerra, prefería paz y estabilidad sopada en silencio y hambre antes que más revueltas y el riesgo de otra guerra. Vinieron mal dados los años posteriores al 39, con autarquía, el aislamiento, las sequías, la falta de producción, pero la paz fue muy valorada: a lo peor se hacía verdad el principio de primum vivere…, lo que dicho en román paladino: ande yo caliente… ¡Y Franco -se decía- nos libró de la Guerra Mundial que empezó el 1 de septiembre del mismo 39!

         A partir de ahí Payne y Palacios hacen un estudio bastante pormenorizado (conozco alguna monografía más detallada) de los equilibrios que Franco baraja con sus silencios para conformar sus gobiernos. Entre militares y falangistas, falangistas-militares, camisas viejas y gentes provenientes de partidos de derechas, conocidos católicos, etc. Si esto fue en los primeros años, con posterioridad y en retirada relativa de los militares y los falangistas, Franco barajó sus gobiernos con miembros del Opus Dei (entonces legalmente un instituto secular): no entendía nada de lo que era esta institución y solo confiaba en estas personas por su integridaz y honradez. Por una confusión de mi memoria pensaba yo que Carrero era proclive y benefactor entre las facciones de los falangistas y enemigo de los miembros de la Obra: al revés, especialmente amigo de López Rodó, a quien Franco tuvo siempre en gran consideración como persona e intelectual, aunque tenía ciertas preferencias por López Bravo. Será con ellos con quienes el régimen se aleja de banderías postbelicistas y se impone la concreción, el conocimiento técnico y el sacar a España del atraso… ¿Que fue una suerte que los sesenta fueran años de mejora económica y que en esa cresta de la ola se subió Franco y los suyos con España…? Es posible.  ¿Baraka? Pues sería.

         Me parece ridículo que el General, una vez tras otra, pensara que la nación era un regimiento y que su administración económica era pan comido. Unos tras otros, lo que lo trataron, comentan la creencia de Franco de que sabía de economía, cuando no era así en absoluto. Sus comentarios y sus fervorines sobre el particular, a ministros y en el consejo de ministros, decían, eran insoportables, si no risibles.

         Para cerrar esta entrada me parece acertado reproducir aquí un comentario atinado, se me antoja, sobre el proceso que siguió el régimen de Franco y su evolución. Escribe el hispanista alemán Walther Bernecker -y así se recoge en esta obra- que los éxitos de los gobiernos franquistas tienen tres orígenes:



1.     Los cambios y mejoras planificados, buscados, etc. por Franco y sus gobiernos;

2.  los cambios y mejoras que no se buscaron, pero vinieron como efectos colaterales de políticas del Estado, que fueron asumidos por el propio Franco;

3.  cambios que ni fueron buscados ni aceptados, que sobrevinieron al propio Régimen y que no se pudieron invertir…



Como la vida misma, supongo.
Y con el 600, calladitos, a la playa...

23 de junio de 2015

Stanley G. Payne, Palacios Jesús: UNA BIOGRAFÍA PERSONAL Y POLÍTICA. FRANCO (IV de VI)




        Vamos a otra fase en este vaivén que traigo en estas entradas. Me lo estoy pasando bien en la redacción de las mismas porque quizá me las estoy tomando sin la rigidez con que me tomo otras y esto divierte.

         La Guerra: así, con mayúscula. La que algunos llamaron la Gorda, es decir, nuestra Guerra civil del 36 que, como ya he escrito aquí, se me antoja el mayor error de muchos siglos en esta España que de continuo anda y se mueve de error en error y de yerro en yerro.

         ¿Hubiera habido Guerra si Franco hubiera…, si Sanjurjo no hubiera…, si Mola en el avión…, si…? Me parece que el historiador debe estudiar lo que sucedió y bien puede jugar con los preteribles y los futuribles, pero de ahí a la virguería… hay un trecho. Sea como fuere, si unos forzaron y otros respondieron, si todos gritaban y no se entendieron, si la guerra la promovió y provocaron intencionadamenteciertas fuerzas de izquierdas con un afán a más largo plazo, si era verdad que se venían arrastrando problemas desde hacía dos siglos por la mala digestión del siglo XVIII y la penosa gestión de los Borbones en el XIX, si la Restauración… y llegó la Guerra. Franco dudó mucho, y hasta el último momento, en participar en el golpe, pues pensaba que el Gobierno debería resolver los problemas, pues podía y debía. Es cierto que la República no fue de su agrado, pero la acató y la hizo acatar a sus subordinados cuando estaba en la Academia de Zaragoza. Azaña, digamos, no era su tipo y no parecía ser tampoco su mejor pareja de baile. Dilapidada la dignidad y prostituida la legalidad solo quedaba la fuerza, como Ortega vino a decir. El asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio del 36, actúo de disparador histórico para que Franco participara en el golpe. Y se inició la Guerra.

         No entro en detalles de movimientos de tropas, etc. Solo hago unos apuntes. La rebelión de la marinería en los barcos jugó a favor de los sublevados. El prestigio de Franco sumó fuerzas a un golpe que se sabía que venía: el Gobierno era consciente, pero no le dio importancia. El transporte de fuerzas como los Regulares y la Legión y los moros supuso una baza capital. A partir de ahí pretender una guerra democrática, con respeto a los derechos humanos –aún por enunciar-, una guerra de salón, etc. es pedir peras al olmo. Fue una guerra fratricida como quizá no se haya conocido otra en Europa, que se termina intentando convertir en una guerra de religión (G. Bernanos decía que toda guerra entre hermanos se termina haciendo en el nombre de Dios).

         ¿Era cierto que Franco quería alargar la guerra? Parece que le convenía por motivos tácticos y por carencia de equilibrio entre sus fuerzas y su abastecimiento; también Negrín pedía alargar la guerra hasta el esperado inicio de la 2ª Guerra Mundial que se intuía inmediata. ¿Se alargó por las limitaciones del conocimiento de Franco sobre las nuevas tácticas militares? Según los alemanes, así era, según otros puntos de vista, Franco no se equivocó y sabía perfectamente qué hacía. ¿Fue un error desviarse de la conquista de Madrid e irse a Toledo buscando un golpe de efecto? Parece que acertó: no tenía fuerzas para asaltar Madrid, ya reforzado, y lo sucedido en el Alcázar “fue un hecho heroico reseñable de la raza hispana”. ¿Que las fuerzas nacionales no tuvieron nada que ver con Guernica? Sobradamente demostrado y debatido y tergiversado. ¿Que Guadalajara fue una derrota debida a la ineptitud italiana y los tripulantes de los carros de combate del mismo origen? Visto… No soy entendido, ni Dios lo permitirá, en estrategia de guerra y combate: servidor solo llegó a cabo segundo en Infantería de Marina, pero me resulta extraño que un general imbécil e inútil “ganara” una guerra como aquella, como se ha demostrado, siendo las fuerzas muy equilibradas, etc. etc.

         Desastre absoluto tras la guerra: salida muy propia de un suceso así. Victoria pírrica –propia del futbolista del Madrid José Martínez Sánchez, Pirri, como escribió con memorable pifia e ignorancia un conocido colaborador del periódico de mi pueblo-. La salida no fue para bromas. España quedó dividida en dos. Aquello no fue un juego y, por tanto, no hubo adversarios sino enemigos absolutamente viscerales… Se propagó y prolongó desde el nuevo Régimen el estado de guerra larvado contra los rojos, que no dejaron de aspirar a un retorno muy poco previsible.


16 de junio de 2015

Stanley G. Payne, Palacios Jesús: UNA BIOGRAFÍA PERSONAL Y POLÍTICA. FRANCO (III de VI)



         Siempre fue Franco hombre afortunado: tuvo suerte, baraka, lo llaman en el libro y decían amigos y enemigos. Baraka es palabra de origen semítico que significa ‘bendición’, ‘suerte’. Eso mismo que tantas veces lo oí decir para Franco en un sentido negativo: “Fue un tonto con suerte”, lo oí en sentido positivo para ¡Barak! Obama, para Felipe González Márquez y para Rodríguez Zapatero, quien es posible que la tuviera y no destacó nunca por sus dotes y capacidades intelectuales… Quiero decir, que no es justo que se cuelgue el sambenito a unos y a otros no, pues, contra el refrán, quien la lleva no sabe siempre por dónde hila… Con baraka o sin ella destacó como soldado al frente de las tropas con las que luchó en África. Fue un oficial muy recto con sus hombres, exigente con ellos y no consintió nunca ni la más mínima indisciplina ni la menor trapisonda o chalaneo en el abastecimiento de sus soldados, fuera en el material militar, en la comida, o en el descanso, cosa que siempre le reconocieron las tropas subordinadas a él.

         Fue herido y condecorado; fue el general más joven de Europa… y no era un genio: lo más que llegó a mandar fue un regimiento, pero es cierto que era el general más joven y más prestigioso del ejército español, que tampoco era precisamente un dechado de ejército ni nada parecido, si lo comparamos con los ejércitos europeos de la época.

         Sabía yo de su distanciamiento de la política. Militar criado y crecido bajo la monarquía, Franco admiró siempre a doña María Victoria Eugenia, la reina madre (parece que también con don), pero no así ni tanto a su esposo, Alfonso XIII ni a su hijo Juan, también conocido como don Juan.

         Las relaciones con este merecen párrafo aparte. Su mal entendimiento lo conocía servidor por otras lecturas, pero lo que no sabía –nunca he leído biografía, ni me parece excesivamente interesante, sobre don Juan- es que este era hombre sumamente influenciable. El consejo asesor tenía un peso tremendo sobre este Borbón poco inteligente y distanciado de España que la amaría mucho, nada que discutir, ni medida con que medir, pero que se me antoja, por lo aquí escrito, bastante bobalicón y simple. Hasta el mismo Juan Carlos mozo se asombra al conocer a Franco, pues pensaba, por lo oído en la corte de Estoril (el ordenador autocorrige corte de Estéril: lo que tiene su gracia y su sabor), en casa de su papá, algo bien distinto del Franco que conoció y con quien trató y con quien, dicho sea de paso, yo pensé, no siendo así, que tuvo más trato del que realmente tuvieron el joven Borbón y el viejo General. Se ve que Franco estuvo, digamos, en una posición distante y solo queriendo tener bien sujeta la formación del futuro rey de España (aun cuando ni siquiera estaba absolutamente cerrada “su sucesión”) y poco más: no quiso influir en el joven que llegó de Portugal, etc., que también es esa otra historia ya próxima a cerrarse y que no me interesa demasiado ahora.



8 de junio de 2015

Stanley G. Payne, Palacios Jesús: UNA BIOGRAFÍA PERSONAL Y POLÍTICA. FRANCO (II de VI)



 
Los padres de Francisco Franco, Pilar y Nicolás

         Como ha de comprenderse en tantas páginas y tantas vueltas y revueltas de una vida larga (1892-1975) y, por lo general, tan bien conocida como ignorada, al menos en lo que externamente parece que fue… me llama la atención que este hombre no dejara apenas papel escrito donde reflejara su pensamiento. Posiblemente no lo tenía, dirán sus detractores y de donde no hay no se saca, y es posible que así fuera, pero no estuvo mal el rato que echó para no tener ni una idea clara: ¡alguna tendría, digo yo! (y a esto me refería en la entrada anterior cuando se habla del pufo nacido de las tripas). La vox populi es, en embargo, rica en anécdotas que se elevan o no a categoría, hechos que algunos vieron, pero que nadie sabe ni cuándo ni dónde fue… y todo parece revestirse y ser… del cristal con que se mira. Lógico que otro tanto suceda a estas entradas.

         No era, por lo que leo, y no lo imaginé así –quizá ni me lo planteé-, hombre de muchas palabras, antes al contrario: era Franco hombre callado que ni siquiera lo fue a la gallega, siguiendo el tópico, sino sencillamente sepulcral y tendente a lo monosilábico, sin más. En su casa, con su familia, con los amigos (con los pocos que tuvo), con sus ministros, etc. hablaba lo justo. Solo conversaba y rara vez con los demás y casi siempre sobre los mismos temas fuera de los propios del gobierno: de su experiencia militar de juventud en Marruecos, pues para él África era ese tiempo pasado que siempre fue mejor. A la inmensa mayoría de quienes se le acercaban los sorprendía: su modo de ser, de proceder, etc. no encajaba con lo que les habían dicho: fueran diplomáticos, Juan Carlos y doña Sofía (hay quienes tienen y no tienen el don), ministros, políticos extranjeros… ¡todos acuerdan en que se vieron sorprendidos por la personalidad del general!: nadie lo esperaba como lo encontraban y nunca coincidía con lo que le habían dicho.

         Me ha extrañado vivamente la experiencia vital que padeció como hijo de un padre que no parece que fuera lo mejor, ni siquiera bueno y en cualquier caso estaba muy próximo a ser un indeseable. Nunca había sabido (ni creo que me hubiera planteado tampoco) quiénes y cómo eran sus padres: Franco amó mucho a su madre y despreció a un padre que los abandonó, a su madre, a él y a sus hermanos, en El Ferrol y que se marchó a Madrid (su padre pidió un traslado a Madrid y se olvidó de su esposa y de sus hijos a quienes plantó por una querida que era maestra…). Un militar burócrata, de oficinas… a quien Franco nunca amó ni quiso ni apreció, pero tampoco abandonó. De su hermano Ramón siempre se habló y se supo: de sus diferencias en casi todo con su hermano Paco, de su condición de aviador, masón, etc. y de Nicolás… con quien Francisco se llevó muy bien. Nunca quiso Paco saber nada de la segunda mujer o amante o compañera o lo que fuera con la que su padre se fue y que lo sobrevivió: no me parece extraordinaria su actitud, pues la he conocido muchas décadas después en quienes no eran ni militares, ni gallegos ni dictadores…

         Son innumerables quienes le niegan a Franco la inteligencia y le reconocen la astucia y la prudencia. Todos coinciden en que su tenacidad pasaba la raya de la virtud para convertirse en terquedad, una terquedad adquirida en su infancia, en su paso por la Academia militar de Toledo –donde al parece ni fue brillante ni sobresalió en casi nada… salvo en que lo vapulearon a base de bien: por ser bajo de estatura y menor en años que los demás compañeros de su promoción: hoy a eso lo hubieran llamado bulling y los psicólogos sacarían de esa nefasta experiencia infinidad de consecuencias para sus años posteriores, sus carencias, sus complejos, sus obsesiones, etc. (súmese a ello que perteneció a una familia, tomen nota, de-ses-truc-tu-ra-da…), pero eso lo dejamos para otra ocasión, pues de nada de ello se habla en el libro de Payne y Palacios, que se dedican, sin más a la historia.
Los hermanos Franco, Nicolás y Francisco


3 de junio de 2015

Stanley G. Payne, Palacios Jesús: UNA BIOGRAFÍA PERSONAL Y POLÍTICA. FRANCO (I de VI)






          Nací en la España de Franco en 1961. Pertenezco a la generación que se llamó del baby-boom. Empecé en la escuela de entonces y estudié por la vieja ley hasta 4º de primaria, y cursé el ingreso, del que no me dejaron examinarme: mi edad lo impidió. Me cogió la EGB de Villar Palasí y el 20 de noviembre de 1975 tenía un examen de Lengua con doña Eladia Solís, profesora de Lengua en el IES “Virgen del Carmen” de Jaén en 1º de BUP D. El examen no se hizo porque ese día no hubo clase: Franco había muerto definitivamente (pues no eran pocos quienes decían que ya estaba muerto hacía tiempo y había sido congelado como Walt Disney… para resucitarlo en otro momento). Mi hermano al ver a Franco en el túmulo preguntó aquello que en mi casa se hizo famoso: “Mamá, ¿por qué está Franco en la cuna?”. Franco no estaba en ninguna cuna, sino en su caja ante la que pasaron sepa Dios cuántos españoles incrédulos, felices o afligidos, asustados y asombrados… y como cada uno pudo y le permitieron las circunstancias.

         Nunca levanté el brazo para cantar el “Cara al sol”, aunque nos lo sabíamos porque se nos había enseñado, como “Prietas las filas”: también nos lo sabíamos y cantábamos. Se celebraba en mi escuela (una escuela más arcaica que las escuelas al uso entonces y quizá por ello más nociva, e igualmente dañina como las que la precedieron y les sucedieron, como las de hoy), digo que se celebraban las fiestas de Franco y de José Antonio y sabíamos quiénes eran Ramiro Ledesma y Millán Astray… No mucho después oí a diario, en otro colegio, el himno nacional antes de entrar a clase. No lo cantábamos.

         Creía saber perfectamente quién era Franco. Lo hubiera reconocido a la legua porque su efigie estaba en las pesetas que mi abuela me daba para que no fuera a la escuela llorando: ni las pesetas lograban mitigar mi sufrimiento ni mi desdicha la aliviaba ni la gracia de Dios por la que Franco fue nombrado caudillo de España. Mala suerte y a seguir… barajando.

         He necesitado 53 años antes de leer un libro sobre Francisco Franco Bahamonde. Nunca antes había suscitado mi curiosidad hasta punto tal. Oí anécdotas y chismorreos en muchos sentidos. Tampoco excesivamente ahora tenía mucho interés, pero ya puestos… quería leer sobre esa etapa de España que me cogió en parte y que creía ya más distante desde el punto de vista de las publicaciones históricas. “No te confundas, Alcalá”, me dijeron quienes imparten la asignatura, quienes de ella saben. “¿Alguna sugerencia? Necesito leer sobre la etapa de Franco… Algo que si no justo, al menos, esté equidistante, que tenga cierto equilibrio…”. Malabarismo entre los profesores de la materia. “Difícil”. Ya escribí en una entrada sobre lo que leí en la colección de Fontana y etcétera sobre una obra de Borja de Riquer, a todos ellos dé Dios muchos años, y los guarde lejos de mí. “Quizá una biografía de Franco te ayude. ¿Por qué no lees la de Jesús Palacios y de Payne”. Nadie la había leído. Vuelta a arriesgarme a comprar un libro y leerlo para que resultara un pufo: el pufo histórico, el pufo literario no es una realidad que se descubra y revele solo intelectualmente sino que también es un hallazgo emocional y sentimental, pues el pufo suele ir contra el sentido común y es una clase de suerte torera de salón aplicada a la tontería intelectual por la que el tonto cree que los demás son, por lo menos, tanto como él mismo y sus amiguitos.

          Los historiadores, a veces, como los realistas rusos no se manejan por debajo de las quinientas páginas por muy corto y discreto que sea el estudio que hagan, pues ya puestos…, siendo Franco, Caudillo de España, etcétera… 813 páginas lo que no está mal para entrar en calor con la esperanza de que fueran y dieran fruto abundante. Vamos allá.