30 de abril de 2014

González, María Jesús, ANTONIO MAURA. BIOGRAFÍA Y PROYECTO DE ESTADO (IV)





                                               A los ignorantes que siempre confundieron las almorranas con las témporas, la opinión con la verdad, las librerías con la sentina y por ello ni leen ni compran libros, ni falta que les hace. A esos capitanes de jardines sin arreglo… se les consuela en el evangelio de san Juan.


         Piedra de toque de cualquier gobierno y más aún de un gobierno como el maurista, con el marchamo de conservador (él pasó del partido liberal a este), es lo que podríamos llamar la cuestión social, su acción social que es vigilada con lupa.

         Con la prudencia propia de quien prefiere prevenir antes que curar, Maura procuró siempre que cualquiera de las leyes incoadas por sus gobiernos naciera y precediera a la necesidad, que no de la fuerza, la exigencia, la radicalidad y la revuelta más o menos revolucionaria. Siendo ministro de la Gobernación creó en 1902 el Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión. La autora del libro comenta que se encontró en este ámbito de lo social con innumerables inconvenientes de todo tipo, es decir: una vez más tropezaba con la oposición de los hunos y los hotros que decía Unamuno… Patronos, sindicatos, obreros, izquierdas, conservadores, radicales…, leyes incapaces de canalizar lo legislado ni medios para imponerlas…, insolidaridad como marca en todos, si bien es cierto que entre las políticas sociales arbitradas por liberales y conservadores no había grandes diferencias.

         Se mostraba Antonio Maura de continuo y en todo un hombre exigente, se creía providente, quizá rocoso en su negociar político, pero no por ello procuró siempre ser conciliador, buscar los puntos de encuentro y nunca belicoso ni belicista como demostró sobradamente en cuanto a la guerra de Marruecos se refiere (v. por ejemplo, p. 309), siendo el rey quien presionado, más o menos, por quienes tenían intereses en África amparaba la guerra, siendo esta una verdad silenciada en los salones y voceada en las plazas (ignoraba servidor que en Marruecos se simulaban supuestos tiroteos para buscar el ascenso de militares… ¡esos militares de opereta que jugaban a la guerra con rifles de caña y espadas de cartón!), ay, junto a ese rey simpaticón y populachero que pretendía mofarse de sí mismo con aquello de “si no hubiera nacido rey sería republicano”.

         Especialmente interesante me parece el análisis que hace la autora de un político a quien conozco muy superficialmente (quien parece hombre admirable y de quien buscaré biografía: se aceptan sugerencias, ¿Salvador Forner Muñoz?): Canalejas, quien en absoluto, según la autora, pretendía promover una reforma democrática desde arriba, supuestamente coherente, cuando: no pretendía reformar la constitución (cosa que intentó Moret), no procuraba unas elecciones limpias y verdaderas (como intentó Maura) y por último asumía el poder co-soberano del Monarca…, lo que lógicamente se hacía impertinente en una democracia que pudiera llevar con limpieza tal nombre.

         La política económica neutra, nacional, por encima de bandos que intentó Maura era, una vez más, imposible en una España donde políticos y negocio iban de la mano, y los intereses comunes ponían palos en todas las ruedas que no llevaran el agua el molino del interés de grupos económicos concretos. Los cauces legales tampoco ayudaban: quienes podían no estaban interesados y así… en una pieza más del puzzle de los gobiernos de Maura, por fas o nefas, las leyes y sus intentos reformistas, de recta intención, quedaban en papel mojado.

         Todo esto se intentaba en un ambiente hostil… hasta desear la muerte, como hiciera el diputado y fundador del PSOE y la UGT quien públicamente en el Congreso admitió la posibilidad deseable, tras el llamado asunto Ferrer y la política marroquí seguida por el gobierno Maura, de que se atentara contra él (no quedó ahí la cosa, pues tanto Lerroux como Blasco Ibáñez siguieron al político socialista, diciendo Blasco que era Maura carne de Angiolillo).

         Los intentos Maura, la base de su política de Estado, consistían en el necesario “proyecto de modernización económica basado en la industrialización, la potenciación del comercio, la promoción de las clases medias y la creación de pequeños propietarios agrícolas” (p. 343).

27 de abril de 2014

González, María Jesús, ANTONIO MAURA. BIOGRAFÍA Y PROYECTO DE ESTADO (III)




         La falta de civilismo, de cultura política ciudadana hacía imposible el mantenimiento de la estructura que se deseaba levantar, o de cualquiera otra que se intentara, según el propio Maura. De ahí el empeño en cimentar, como él decía, una opinión firme, clara, educada, participativa… del pueblo para llegar a puntos de encuentro que pudieran permitir elevar sobre esos cimientos y pilares firmes toda la estructura política, todo el entramado de un verdadero Estado democrático.
         Maura hace un plan legislativo que conduzca a un pueblo desde la selva española, por una vía gradual, a un notable grado de civilidad. Habría muchos otros planes posibles, mejores o peores, pero él entiende que este es necesario para alcanzar metas ulteriores más altas y más valiosas. Su núcleo programático lo conformaban las leyes de Justicia Municipal y la Ley de la Reforma Electoral que junto con la Ley de Administración Local… eran su piedra angular… ¡que fracasa! Cualquier español al uso, de entonces o ahora, se preguntaría sin más “¿Quién se creerá el listo este de Maura que es para desde la legalidad, gradualmente venirnos a nosotros con reformas…?”, la pregunta es retórica, pero si se quiere responder, ella sola lo hace… Para muestra de quién es Maura ya nos valió la anécdota de la licencia de caza: va a cazar con el rey y se echa la licencia en la cartera, ¡porque es lo que exige la ley al margen de que él sea el primer ministro!; va a hacer unas leyes y se mueve en el marco legal que hay, contando con todos, con el consenso de todos… ¿¡¡en España, señor Maura!!?
         En ningún caso el político mallorquín quiso buscar atajos legales, en palacio o en los ministerios, suya es la frase de luz y taquígrafos… Y todo ello con un rey adolescente, con unas fuerzas que arreciaban desde todos los ángulos políticos, económicos, sociales… “Al parecer de Maura, a España no le hacía falta una «gran paliza» que la hiciera reaccionar y salir de su desidia política. Tampoco necesitaba una revolución, ni un cirujano de hierro. Le hacían falta gobiernos legítimos y dispuestos a gobernar, que funcionasen con «luz y taquígrafos» y que, desde la más estrecha legalidad, realizasen ciertas reformas. Gobiernos que convirtieran las avanzadas leyes existentes en realidades, y que encauzaran a una población -no a esos «eunucos» de Costa, sino al «tesoro de energías nacionales por descubrir» que veía Maura- a un aprendizaje lento pero profundo del liberalismo democrático. Sólo entonces, ese ingenio liberal autómata adquiriría vida, y avanzaría por donde decidiera la voluntad de esos ciudadanos durmientes convertidos en ciudadanos conscientes” (p. 409).
         Según la autora la intención de Maura, su revolución desde arriba, bien podría bautizarse con el nombre de socialización conservadora, que no era sino el propósito de interesar e implicar a la sociedad toda en la cosa pública. Sí, de talante conservador –mas dentro de la esfera del liberalismo- que suponía el rechazo lógico a un posible «desorden» social y anhelaba inculcar en la sociedad una serie de valores relacionados con la armonía y la preservación de instituciones y leyes o su cambio gradual. Legitimación, legalidad, gradualidad, paciencia… “El arte de esperar es la mitad del arte de vencer”, afirmaba.
         Me detengo por un momento en el hombre, en otro de sus rasgos definitorios. Excelente abogado, con excelente bufete… el dedicarse a la política le suponía una pérdida económica muy notable porque él se sentía llamado especialmente al servicio de su patria y por eso, así lo hacía. En todo momento era obsesiva la observancia de sus declaraciones de beneficios, sus ganancias, etc. para que, en ningún caso, se pudiera hallar sombra de ningún beneficio económico derivado de su acción política.
         Por si no tenía poco con quienes le atizaban por doquier, siendo él católico, no quería –entiendo que en buena ley- que el Estado y la Iglesia se confundieran, ni necesitaba un partido con el marchamo de católico –tampoco creo que se necesite ahora en ningún sitio-, ni que la clerecía esté por medio en las disputas estrictamente políticas, aunque sí absolutamente y con todo derecho los católicos, como quienes no lo sean, en igualdad absoluta de condiciones. Así entendido y explicado, Maura cosecha no pocos reproches y rechazos por quienes, como escribí arriba, van con el Cristo a la sopa, cuando es inadecuado e impertinente desde todos los puntos de vista. ¿Religión? Sí, es una realidad buena para quien así lo desee, y Maura lo desea para todos, pero no impuesta ni puesta donde no le corresponde en el Estado, pero tampoco un estado anticatólico, como se conocerá después, un estado laicista –que no laico- como lo conocemos hoy en gran medida en España.

23 de abril de 2014

González, María Jesús, ANTONIO MAURA. BIOGRAFÍA Y PROYECTO DE ESTADO (II)


     
     Los textos que la autora aporta son jugosísimos para el comentario, aunque sus contenidos sean penosos y deleznables para quien se sienta español y ame a la patria, sin patrioterismo, con rectitud, y así el texto en que se habla de la moral proletaria (p. 183), sobre el que anoto en mi folio: “vergonzoso”… Es verdad que casi siempre no hay más cera que la arde, “que no me pidáis que engendre a otros españoles”, como afirma Maura, ¿¡pero que haya pasado un siglo y sigamos allí, donde mismo estábamos hace un siglo!? Fulanismo, oscurantismo en el gobernar, la incapacidad para hallar puntos de encuentro, el egoísmo sin tasa de quienes tienen y de quienes anhelan, ¡¡las dos Españas!! (pp. 286-287), la política no tiene por qué ser moral, dicen, porque basta que sea arte… Me llama la atención cómo la autora estudia tantos temas en los que no se le dio la razón a don Antonio Maura, llevándola, y el paso de los años se la otorgó… y se la puso a los pies.
         La propia autora advierte que la Restauración fue un proceso de cambio, un camino de transición que marchaba desde un cierto liberalismo oligárquico hacia la democracia y que en este camino había que admitir que hubiera ciertas falsificaciones, ciertas adulteraciones y así, como ejemplos, en las elecciones, la monarquía constitucional, en las estructuras y constitución de los partidos… y todo ello entre fuerzas enfrentadas en una España pasional donde la reacción no deseaba avances y donde la revolución deseaba cambios inmediatos… ¡ay, mis dos Españas! Escribe Maura a Bergé, su amigo en carta de 1906: “desde el Bidasoa a Tarifa esto una jaula de dementes. O de cuerdos, en medio de los cuales está loco su amigo” (p. 123). Había que trenzar con esos espartillos la democracia, con calma, ¿sugiere la autora que sin la rectitud que Maura deseaba y en la que se desesperaba? ¿Habría que haber hecho concesiones a las fuerzas oscuras, las que fueran, a los poderes manifiestos u ocultos, a la mentira sin más…? Así, con su condición…, con el temperamento, el carácter y la personalidad de Maura, me temo, en política, no se llega lejos: de ahí que sus choques fueran continuos con propios y extraños, con el rey, con sus adversarios políticos, con los militares, con sus correligionarios de partido… hasta padecer dos atentados por individuos anarquistas. Me voy aparte, pero… sigo con lo mismo.
         Me ha llamado la atención una anécdota que sí hace categoría, por lo que he leído, en cómo era este hombre: se encuentran el rey, varios amigos, Maura… cazando y, en un receso, se les acerca la guardia civil, a lo que de modo discreto, el rey (¡menudo rey don Alfonso XIII! ¡El batallador! ) bromea diciendo algo así como ¿y si ahora pidieran las licencias quién las tendría?, a lo que Maura contestó sacando su cartera, pues cada año se hacía renovar la licencia y la pagaba… Los demás callan (que se lo pregunten al ex ministro socialista de justicia Mariano Fernández Bermejo… qué le pasó en Torres, Jaén, el año 2009, en la finca de Cabeza Prieta).
         Maura no es hombre que se mueva por las opiniones de la calle, ni de su partido…, sino que como él mismo afirma su movimiento lo demuestra andando ¡y según su conciencia por la que juró!, y así, parece decirle nuestra autora, y le dirán muchísimos los políticos al uso: “Señor Maura, insistimos en política y en España así… no se llega lejos. Sencillamente bañarse y guardar la ropa es imposible”. Era una quimera formar un pueblo para la democracia, cuando él mismo tenía el convencimiento, de que el llamado y alabado pueblo… era, y es, tiene la mollera como el brocal de un pozo y es más cerril que una becerra brava.

20 de abril de 2014

González, María Jesús, ANTONIO MAURA. BIOGRAFÍA Y PROYECTO DE ESTADO (I)



         El hombre es animal y, en tanto que animal, de costumbres fijas. Para leer, desde olvidé cuándo, uso un lápiz y un papel donde apunto todo lo que se me ocurre, me sugiere el texto, pienso sobre él… La lectura en el kindle, entre otros asuntos, me descoloca (¡sí, ya sé que puedo hacer notas y todo eso!, ¡pero no es lo mismo, perdone!). Mi amigo Bernardo Munuera me habla siempre de un programa para guardar notas que no sé cómo se llama y que se me antoja un artefacto más, una vuelta de tuerca más, un tiesto más que añadir a lo que fue un verdadero gozo en tiempos: el libro y yo, y no este regocijo de anotar que me lleva de continuo a estar en guardia y me complica el paseo. Escrito queda.

         Del libro sobre Maura he tomado tres folios de notas… lo que son muchas notas y muchos folios. Y es que el libro de María Jesús González me ha parecido excelente. Lo he disfrutado. Cierto que hay pasajes muy específicos para especialistas, creo, que me resultaban más áridos, porque eran aspectos en los que profundizaba demasiado, para lo que son mis necesidades, y se me alargaba el asunto (además me reconozco incapaz de pasar sin echarle un ojo a las notas al pie; por eso las notas al final me resultan molestas en el vaivén de la lectura). Sí señora, felicidades por su obra.

         En una feliz ocasión se me ocurrió decir que las tesis, y las biografías, añado ahora, se escriben de rodillas (y de igual modo, me aclaró el Secretario del tribunal, se defienden)… y algo de esto hay sin duda en la obra de González, aunque en innumerables ocasiones se levanta para hablar con Maura, se sienta con don Antonio y conversa con él, se pone de pie y en jarras y le enmienda la plana (ella tiene ahora todos los datos) y le regaña y se enfurruña con él, me da la impresión.

         He llegado a este libro y a Maura de la mano de las obras que venía leyendo de la historia de España de la Restauración. Canalejas, Maura, Dato, Moret… son nombres que se asocian a mis estudios académicos juveniles y se mueven entre gobiernos, libros leídos, hechos, un rey y escritores a quienes he leído a veces con verdadera saña.

         Era mallorquín don Antonio Maura, pero bien le valdría la vieja idea de Alfonso Fernández Coronel allá por el siglo XIV: "Esto es Castilla, señores, que hace hombres... y los gasta". Las buenas intenciones no bastan en absoluto. Maura las tenía y se dejó en ello la vida, pero fue insuficiente. Mutatis mutandis ha transcurrido un siglo y seguimos los españoles en los mismos surcos de entonces, trenzando en los mismos espartos, cegados en las mismas cavernas y simas. Y por muestra vaya un botón: Hoy se dan otros nombres a los caciques, pero sigue siendo realidad que quien no tiene padrino, aquí, no se bautiza. Que algunos al noreste insisten en que Cataluña no es España y se les ve la billetera; a algunos vascos, la pistola. Que la plutocracia, la amistad entre quienes tienen el poder económico y el poder político, sigue sentada a la mesa, en la misma mesa en la que pedimos los mismos putos pobres que se nos echen las migajas con que nos conformamos. Si usted lee en la página 114 cómo era y cómo son los partidos políticos de entonces y los de ahora…, pues eso, ídem de lienzo, que se decía a los carlistas. Y es que este es un país de locos: “una jaula de dementes”, escribe Maura a su amigo Bergé. Que unos andan con el Cristo al hombro hasta llevarlo a la sopa y los otros, los anti, quieren romperle la crisma a los del Cristo y al Cristo mismo si pudieran, porque aquí y ahora y antes, la crisis, lo decía Maura, es de civilidad: la cultura de la polis y para la polis es cero patatero. Que en España no hay militancia, sino secuaces y lo escribió Canals: Aquí cada secuaz sigue al suyo haga lo que haga, diga lo que diga… “a piñón”. Me quedo también con esa idea de Maura, que un republicano -¡de los de entonces!-, Sáenz de Quejana, remachaba: que los curas se dediquen a su suyo: sí, señor, porque luego, el clericalismo trae las más de las veces situaciones embarazosas (y si no, releamos parte de lo que pasó no muchos años después, cuando se preparaba la Gorda, durante la Gorda y después de la Gorda del 36 al 39).