18 de septiembre de 2014

Charlie-SALIDA-38- ¿Tú me entiendes o yo no me explico? Comunicarnos-04


      

          Miles de personas, millones, van con el teléfono móvil en la mano por la calle: hablan, escriben[1]… Millones de personas acuden a diario a la red para informarse, formarse, comunicarse…, deformarse[2]. De continuo, parece, queremos estar en comunión con el común para no parar de comunicarnos. Nos resulta indeseable sabernos solos, aislados y por eso nos comunicamos: lo necesitamos. El hombre es un animal social, relacional, dependiente. Necesito transmitir por el medio que sea, vivo en la sociedad de la comunicación, nos hallamos inmersos en la civilización, en la cultura… de la comunicación y el conocimiento (?). Todo parece estar al alcance de todos en la Red porque otro lo ha querido poner al servicio de los demás… (eso mismo hago yo con lo que ahora escribo y usted lee). Billones de mensajes, de comunicaciones se cruzan entre todos los hombres del mundo… (salvo algunos pueblos aislados del Amazonas, ¡no se me olvidará!, que viven en los márgenes de nuestra civilización). Es el cuchicheo universal… ¿será eso? Que no hay verdadera comunicación sino chismorreo, comadreo, cotilleo…, exceso de curiositas… Se cacarea a los cuatro vientos el huevo recién puesto, pero no pasa de eso: de ser un huevo, un simple huevo… huero las más de las veces. Las comunicaciones son banales, light, superficiales, frívolas, fútiles… No hay nada valioso que decir, no hay nada apreciable que escuchar, pero se dice muchísimo, no se para, y no dejamos de estar alertas, con el oído atento… para nada. Mucho cocleo y cacareo, infinitas zumbas de mosquitos, zureos de palomos, infinitos balidos… insustanciales, intrascendentes. ¿No será acaso a esto a lo que hace referencia mi amigo en sus palabras cuando iniciamos esta entrada? Seguro: “Sigo solo. Mi capacidad de fe en el otro se extinguió”: no oigo nada interesante, no escucho argumentos sustanciales, sustanciosos, auténticos, legítimos, originales, límpidos… Ante lo que oigo, por falta absoluta de interés, prefiero plegarme, retirarme, apartarme: no me interesa lo que se dice en la plaza por reiterativo, banal, etc. ¿Será eso?
Decía Ortega que el silencio es muy significativo. “La palabra es plata y el silencio es oro”… y en boca cerrada no entran moscas. Mi amigo calla: no ha dicho nada. En el Evangelio se afirma que se pedirá cuenta de la palabra ociosa…: “36Os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. 37Por tus palabras, pues, serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (San Mateo 12:36-37).
         Este texto creo que es de mi amigo Á. Esteban… Me lo he encontrado en el apartado que abrí donde anotar ideas para esta entada y viene sin referencia… Lo siento. “Para Mallarmé, obsesionado con la música, el ideal artístico descansa en la esencia pura de un sonido en silencio, allí donde no hay más que sombra, como dice en su poema Igitur. En su percepción del arte, la obra poética necesita imitar el momento en que la orquesta calla, porque ese silencio no es fin de cadencia, sino punto de unión entre el lapso en el que se construye la obra de arte y lo intemporal de la duración infinita. En muchas ocasiones, lo que no se dice es lo que engrandece a un artista”. Cierto y Ortega lo escribió: los silencios son muy significativos, pero sea dicho con respeto: ¡y también equívocos! ¿Quien calla otorga o sencillamente está ahíto de tanta necedad ociosa?
         Lo complejo debe ser explicado. El comentario de textos tiene muchos siglos. En los Hechos de los apóstoles se nos cuenta que Felipe explica al eunuco el pasaje de Isaías: “Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: "¿Comprendes lo que estás leyendo?".  El respondió: "¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?". Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él”. “¿Me entiendes?”, suelen preguntar quienes están segurísimos de aquello que dijeron está clarísimo; “¿Me explico?”, procuramos decir quienes rompemos una lanza elegante a favor de quien nos escucha por si somos nosotros quienes no nos explicamos. El dominio de una lengua –y no me parece que vayan por ahí los tiros de nuestras enseñanzas regladas- y la voluntad de reconocimiento del otro, de comprensión del otro… nos pone en disposición entiendo de iniciar un diálogo de mutua domesticación, que diría el zorro –domestícame, le pide al principito-, capaz de hacernos entender, capaz de permitirnos comprender al otro. Luego vendrán las reglas de toda conversación, de toda comunicación, las mejores pautas, los buenos hábitos adquiridos…, pero considero que yo me he explicado en estas páginas y que usted, con su esfuerzo, me ha entendido. Seguro. (Y mi amigo dirá, a lo peor, como Cela: “¡Sepa Dios lo que dice este tío!”).


[1] A principios de 2009, el usuario medio de telefonía móvil en los Estados Unidos enviaba o recibía cerca de 400 textos al mes, cifra que cuadriplica con creces la de 2006. El adolescente estadounidense enviaba o recibía un alucinante promedio de 2.272 textos al mes. En todo el mundo se intercambian más de dos billones de mensajes de texto al año entre teléfonos móviles, lo que supera con mucho el número de llamadas de voz tradicionales.
[2] China es el país con mayor número de internautas del mundo: 632 millones en julio de 2014. El propio Gobierno considera que el 10% de los menores de edad que navegan por la Red son adictos a ella: confunden realidad con ficción, son agresivos, padecen depresión, tienen problemas alimentarios…

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