27 de marzo de 2013

García Márquez: CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA




        Ignoro si es hiperbólico afirmar que volver a García Márquez es regresar a un mismo tiempo y un mismo espacio. El lugar, el Caribe, y un tiempo que desconozco cómo denominar: ucrónico, anacrónico ¿o es sencillamente un tiempo atemporal, intemporal, un tempo sin tiempo?

         Por diversas razones leí tarde a García Márquez en mi precoz carrera lectora. Me sigue llamando la atención este escritor más por la limpidez neurótica y eficaz de su prosa que por lo que cuenta, que tiene mucho, si se me permite la irreverencia metaliteraria, de simpática sandez. Cierto que no me desagrada el equilibrio entre cómo cuenta y lo que cuenta. Releo ahora Crónica de una muerte anunciada porque la pusieron como lectura obligatoria, o sugerida, para 2º de bachillerato y me parece elección acertada, si bien se me antoje discutible por qué estudiar a este autor de nuestra lengua, castellana la llama él, en nuestra Historia de la Literatura patria y etcétera.

         Los personajes de G. M. tienen todos, como los hijos de mi vecino, largas historias sin Historia alguna. Sin fechas seguras. Hechos situados en lugares inciertos. Sus vidas transcurren en situaciones equívocas e inexplicables en el fondo, si no es de la somnolencia producida, parece, por soporíferos y confusos sueños. Los personajes deambulan en soledad, que no solitarios, entre sus familiares, sus amigos o sus enemigos, entre los fantasmas vívidos o equívocos de sus antepasados. Van y vienen, pero siempre bajo un halo de cierto automatismo, como si fueran hijos, nietos y biznietos de autómatas, de dominguines que se mueven inercialmente tras el empujón inicial del autor que narra lo que le dictan otros que vieron o creyeron ver o que él mismo no está seguro de haber visto u oído o quizá todo en uno y a la vez. Extrañas a la propia realidad, sus figuras de incierta y oscura presencia, permanecen de continuo, pero desvaídas en un sí es no siendo y estando.

         Todos los espacios descritos los hallamos nimbados por una capa ambigua de tristeza singular y continua. Entre un gris y un amarillo caribe caluroso y triste se mueve todo. Los hechos se suceden fatídicos. Los personajes no eligen, sino que, como a los animales más elementales, la vida literalmente les sucede, les cae irremediable e irremisiblemente encima, sin que ellos hagan apenas nada por evitar o llevar a término el acontecer impuesto. La realidad en que viven los pobladores (figuras, personajes) de la novelas de G. M. les es indiferente y estos se muestran indiferentes entremecidos –traídos y llevados- en ella, pero a sabiendas de que están subyugados, sometidos, obligados y condicionados por ella. El mundo de G. M. –quizá en esto me recuerda al de Faulkner- se mueve en unas constantes inamovibles de temperatura, humedad y presión, continuas (en alguna de sus casas tiene una habitación para escribir donde se da esa realidad con las constantes de allá, del Caribe, creo que es su mansión mejicana de algún sitio, con perfume guayaba caribe). Da igual de dónde nos escriba y nos describa, pues todo en su esquematismo, es parte que pertenece a un mismo lugar, a un mismo y constante espacio. Los árboles, las calles, las casas son las mismas. El decorado no varía. ¡Serán las cosas del Caribe!

         Oigo hablar a G. M. en una antigua y larga entrevista. Habla como escribe. Es lógico. Escribe como habla. La lógica que la sintaxis encierra no puede traicionarse. Paladea lo que afirma, dándole una trascendencia que me admira. Su simplicidad me desarma. Parte de la anécdota, del suceso, del chascarrillo casi, haciendo categoría de la anécdota pues no es ensayista, como alguien escribió, sino novelista y novelista caribeño.

         Su concepción irracional de la creación literaria está acorde con su concepción absurda del mundo. Dijeron, creo que sin razón, que la obra de Cervantes, su don Quijote, estaba por encima de su creador. No siendo manca la comparación, afirmo que en este caso la obra de G. M. está a más altura que las reflexiones ramplonas y elementales de su creador. ¿Cómo puede ser eso? Me pregunto. ¿No será acaso que su discurso personal fue siempre por derroteros que no son sino parte de su creación global? Eso siempre da pábulo al misterio sobre la mística de su creación literaria mil veces repetidas de las horas, de sus liturgias, de sus rosas amarillas, su máquina de escribir…

         ¿De la Crónica de una muerte anunciada? ¡Un comentario mil veces repetido por anunciado, esperable, tópico, vulgar, común… desgastado! Léala y, si puede, disfrute.

25 de marzo de 2013

Valle-Inclán: LUCES DE BOHEMIA. Un clásico



     
    Las lecturas de los clásicos tienen un poder conmovedor y euforizante del que carecen las obras cotidianas, las que van de paso: esas obras que posiblemente se harán viejas en cualquier balda con no más de una lectura. Admiro a los clásicos, y sencillamente “Me quito el cráneo”.
         Si al leer Los girasoles ciegos afirmé que era obligación impuesta, leer Luces de bohemia es un placer deleitoso y amable. Eso que el personal llama envidia sana, en español se dice AD-MI-RA-CIÓN… Admirable, sencillamente, tal y como suena: admirable (es curioso, lo ignoro, pero Rubén Darío, amigo de Valle, entra a formar parte, como un personaje más de esta obra catedralicia del gallego y repite el nicaragüense una vez tras otra esa expresión Admirable, ¿acaso era una muletilla de ese negro al que Max pasaría su cetro muerto él? Lo ignoro).
         He leído innumerables veces esta obra de Valle. Llegué a ella de la mano de don Alfonso Sancho Sáenz. No sabría decir en qué año la leí y me caí del caballo por primera vez. Sí percibía entonces, y ahora me sigue ocurriendo otro tanto, que determinadas expresiones, frases, por concisas, por ignorancia mía, al no hallar el contexto, no las sitúo adecuadamente (me ocurre otro tanto con el conceptismo de Quevedo a veces). ¿Quiero ver donde no hay nada que ver, acaso? Compré una edición de Austral, aquellas que al abrirse en exceso se caían inmisericordes las hojas mal pegadas… (en Austral el teatro se vestía de morado).
         Con enorme ilusión y esfuerzo me hice después con la edición anotada de Zamora Vicente en Clásicos Castellanos a la que, para mi desgracia, le faltaban algunas escenas o alguna parte, no recuerdo ahora: y mi gozo en un pozo. Compraba una edición cara y estaba incompleta, mancada y yo traicionado.
         ¿Qué se puede decir desde un blog como este de una obra como Luces? ¿Cómo acercarnos a los clásicos…? Creo que el clásico no exige el acercamiento servil, pero sí reverente. Tanto da si uno se arrima a ellos con el desparpajo del ignorante como si lo hace con la contextualización de quien sabe mucho de todo cuanto rodea a la obra. Los clásicos siempre reciben bien. Son buenos anfitriones. No exigen y solo solicitan ser escuchados con los ojos. Obvio que cuanto más y mejor conocedor, el lector alcanzará más, chanelará más, que le dice Max al capitán Pitito, ese capitán de los équites municipales.
         En Luces nos encontramos con un Valle decadente y chispeante. Nos habla de lo humano en una España de hace casi un siglo, pero que, con algo de hipérbole, parece referirnos lo de ayer por la mañana. ¿No son actuales los parlamentos en la cueva de Zaratustra, ese librero abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente-? Sí, como remeda Max a Calderón: “¡Mal Polonia recibe a un extranjero!”. España es mala madre, “¿Qué sería de este corral nublado? ¿Qué seríamos los españoles?”. ¿Qué distancia media entre los políticos de entonces y los de ahora? Antes como todavía, ayer como hoy… “«¡Todas las fuerzas vivas del país están muertas!»”.
            En el repaso vallinclanesco España toda, la España inmortal, esa España que parece no querer dejarse enterrar se pasea orgullosa con sus miserias y sus harapos, las vergüenzas visibles, por el callejón del Gato. Sí, genio y figura que se deforman ridículos en el fondo del vaso.
         Ingenioso y decadente, sorprendente, un portento, Valle, ese gallego ceceante, ese hombre minúsculo, de aspecto ridículo, ese ciudadano extravagante, como lo llamó Primo de Rivera nos habla en una lengua que se refresca con cada lectura, que centellea, y que me deja atónito lectura tras lectura.
         Me marcho a la taberna de Pica Lagartos. He quedado allí con todo ese tropel de personajes que vivían, pronto hará un siglo, en las calles de Madrid y que aún admira el borracho al verlos en pie, como la obra toda de Luces, y que ante la grandeza de lo que ve y escucha, no puede menos que quitarse el cráneo. Y yo “Me adhiero a lo del quince” y a lo del cráneo.

21 de marzo de 2013

José Carlos Mainer: PÍO BAROJA




         Doy cumplida cuenta de la bio-bibliografía de José CarlosMainer sobre Pío Baroja. En general, quizá por las expectativas que me hice –hay esperanzas que se cargan de irracionalidad-, la obra me ha defraudado. Es cierto que es el tercer o cuarto libro de este tenor, más o menos biográficos, que he leído en mi vida: recuerdo perfectamente que la primera fue la de Pérez Ferrero, que quizá la leí un par de veces. Me defraudó sobremanera la penúltima: contra Baroja, de no recuerdo quién y cuyo título no buscaré (¿haría crítica de esa obra en este blog? Lo ignoro). Sea como fuere, contaba Mainer con un lector de su obra que tuviera a flor de lectura la obra barojiana, y no es mi caso. Agradezco, sin embargo, al autor que me haya recordado libros que leí en mi adolescencia, que me haya llevado a ella mediante obras que leía sin descanso, novelas que sacaba de la llamada Casa de la cultura –de todo esto ya escribí aquí-… Tardes de aventuras y personajes sin cuento en páginas de mal papel, deficiente impresión y que olían a humedad, muchas de ellas de Austral, con su sobrecubierta azul, las biográficas, naranja.

         Me ha empujado Mainer a releer a Baroja y a comprar su obra. No llegué a adquirir la publicación de sus obras completas editadas por Galaxia Gutemberg: me parecieron muchos volúmenes, muy largo el compromiso y muy engorroso el pago. Por casa hay muchas novelas del vasco y algún libro de cuentos, mas me han parecido pocos al hilo de estas lecturas y me he hecho con títulos de los que entonces leí, que ahora están sobre la mesa, y que solo Dios sabe si volveré a leer -¿para qué comprarlos entonces?, me preguntan-.

         Es curioso que, siendo Baroja quien mejor mantuvo el tipo contra el relente del tiempo de entre los novelistas de su época, no sea lectura aconsejada para los bachilleres: hace años que no se le lee para la Selectividad, por ejemplo. Leemos, de plantilla, las dudas existenciales y de fe de don Manuel, el cura unamuniano; a Machado, el nuestro, es decir, el de algunos, aunque para muchos, entre quienes me incluya, sea el de todos, como el otro, y quien la lleva la sabe. Este año se ha incluido el teatro de Valle, con sus Luces de bohemia. ¿Entre tantas novelas de Baroja no hay ninguna que se haga sitio en el canon –me pregunto- para los bachilleres o es que hay intereses creados? Lo aventuro, pero lo ignoro. Azorín, Pérez de Ayala, Miró, Ramón… ¡cadáveres!

         No es menos cierto también que Baroja ha resistido de forma muy irregular mis relecturas. Las aventuras de Shanti Andía se había forjado en mi imaginario adolescente un espacio que luego, cuando volví sobre él, dejó un hueco, un vacío desconcertante. Zalacaín siempre me pareció amable y aguantó bien las relecturas. Silvestre Paradox no me defraudó. Los personajes de la trilogía de La lucha por la vida, el Madrid que Baroja describe, sus ambientes, se mantienen vívidos y son necesarios para todo estudio sociológico que quiera saber del momento y de esos círculos concretos (quiero recordar que se valió mucho de esas y otras obras del autor vasco, Amando de Miguel para escribir La España de nuestros abuelos, ¡quiero recordar, vamos!).
         Algunas de las interpretaciones de Mainer me parecieron sesgadas desde el punto de vista ideológico: suyo es el libro, al fin y al cabo. Hubo mucho también de aquello que llaman hinchar el perro, pero el perro no era mío. Insisto en mi agradecimiento, pues me ha llevado a incrementar las obras de Baroja que había en casa y ha renovado mis afanes por releer al viejo friolero vasco.

19 de marzo de 2013

Vargas Llosa no estorba: Lo necesitamos.



          Mucho me temo que a don Mario Vargas Llosa el nuevo Papa también le resulte molesto so capa de serlo para parte de la curia, de la Iglesia o de los bomberos de Roma, tanto da. La realidad es así y el propio Francisco I lo ha dicho: la Iglesia es molesta para el mundo, para ese mundo que no recibió a Cristo, para esas personas mundanas a quienes la cruz no deja de producirles repugnancia y escándalo.
         Para Francisco I y para toda la Iglesia, con seguridad, para mí también, Vargas Llosa no solo no molesta, no estorba, no ofende, sino que, como hijo adoptivo de Dios, se hace necesario para llevar a ese mundo que huye de la cruz… a la Cruz de la felicidad y la salvación.

      Don Mario, usted será bienvenido cuando lo crea pertinente.



         Un saludo.

17 de marzo de 2013

¿Sigue estorbando Vargas Llosa?



         Estimado señor anónimo:



         No se equivoca usted, y se ve que me conoce. Acierta de pleno cuando afirma que, al escribí en mi anterior entrada que había meditado y estudiado el artículo de Vargas Llosa, tenía mucho más guardado en mi jaque y más aún en mi tintero.

         Además de la fantástica realidad sobre la que ya escribí, la curiosidad y la atención con que los ateos siguen cuanto ocurre en la Iglesia católica, observo que suelen hacerlo siempre con gesto torvo y molesto, cansino, con un afectado mohín de fastidio y hastío, se me antoja. Y añado, porque lo ignoro, de dónde nace ese su afán proselitista y pontificativo desde un alto sitial al que ellos solitos se encaraman y desde el que evacuan lecciones magistrales y lanzan anatemas y excomuniones contra los creyentes y su Iglesia. ¿Quién les otorgó esa supremacía moral? ¿Acaso ocupamos los creyentes, por serlo, un estadio inferior a quienes no lo son? ¿Acaso se nos desea reducir en todo el mundo a la condición de perseguidos, como ocurre en muchos países? ¿De dónde nace esa mirada compasiva hacia los creyentes? Creo que el desparpajo con que parlotean estas personas se debe a que actúan desde las tinieblas de las que son hijos, como Cristo afirma en el Evangelio. La luz en que deseamos vivir los creyentes, sin embargo, parece que nos recorta derechos lealmente adquiridos. El mandamiento del amor al prójimo nos manda andar con la mejilla por delante ¿para que los incrédulos de toda laya nos partan la cara… o algo así? ¿Qué fue del celo por la casa, por el hogar del Padre? (Sal, 69:9). En el libro de BenedictoXVI sobre la belleza se da cuenta de ello.

         A mí, que anduve con bastante desparpajo, y con la animosa alegría de saberme hijo de Dios, el ateísmo, muchos ateos –hoy hablaba con uno- se me antojaron siempre una realidad absurda y prehumana que, a estas alturas del neocórtex, solo emiten síntomas patológicos de autojustificación, aunque ciertamente lo suyo tiene mucha literatura y pintoresquismo; algo tiene, alcanzo, de bárbara brutalidad grosera. Las lecciones, mi estimado don Mario, las tomo de quien quiero y de quien considero que puede darlas, que en esto y en su caso no vienen al pie, mi estimado novelista.

         Ser duque de Monfort da derecho a ser duque de Monfort, pero no, en los tiempos que corren, a tener derecho de pernada. Ser premio Nobel de Literatura da derechos, pero no a opinar sobre todo y, además, a hacerlo con la autoridad y la legitimidad de índole alguna. Sólo Vargas Llosa se autoconstituye en autoridad moral para opinar y dar indicaciones sobre lo que la Iglesia debiera hacer, pero no contento con ello, juzga. La Inquisición -¿realmente más de cuatro han leído sobre ella?- tenía sus limitaciones, como todo ayer y como todo hoy, pero instruía sus causas, sin embargo, hoy muchos, cuando opinamos sin que nadie nos pregunte, sin que nadie nos haya dado vela en el entierro y en la casa de los demás, nos constituimos en el juez único, apoyado en la legislación de nuestro capricho, y dictamos sentencias sin más ton ni más son que el del tonto, quedando en ridículo, tal y como le sucede a don Mario, que ha hecho un ridículo de lobo feroz disfrazado de cerdito imprudente.

         El artículo de don Mario tiene como todo buen artículo morcillero (Umbral dixit) una introducción y una conclusión que lo atan por el comienzo y el fin, siendo el resto puro relleno al gusto.

         Y vayamos por partes.

         Es lógico que escribidor de tan alta alcurnia intelectual nos mire desde ella. Ve en la Iglesia una institución meramente humana -en su caso no puede ser de otro modo por carecer de fe- que hizo aportaciones excepcionalmente positivas a la humanidad. Para don Mario a esta suerte de aristocracia intelectual y de estirpe pertenecía el Santo Padre, hoy emérito, Benedicto XVI. Ignoro desde donde escribe el peruano su invectiva porque bien puede hacerlo desde la altura de Nueva York donde tiene un apartamento, quizá desde Londres donde tiene otro o desde Marbella donde tiene casa… Desde esas alturas es complicado ver en el Papa, o en el humilde creyente, a las personas que se deja la vida por sus prójimos: la cruz es escándalo para los gentiles, lo escribió san Pablo. Da igual: No es un problema de argumentos, de datos objetivos, de cantidades concretas y verificables… No pretendo convencer a don Mario de nada, pues no debe intentarse con quien no desea convencerse, sencillamente hago ver que él tiene una visión sesgada, miope, degradada, paupérrima de la Iglesia y de los creyentes. Sencillamente es un mentecato en este ámbito. Un ciego que ni ve ni desea ver.

         Me pregunto, sin embargo, de dónde le vendrán a este hombre tan altos conocimientos sobre la historia de la Iglesia y sus papas. Me coge este su artículo por la página 630 de la Historia de la Iglesia y se me antoja difícil averiguar realmente si, como don Mario aventura, Benedicto XVI es uno de los primeros de clase: “seguramente uno de los Pontífices más inteligentes y cultos que ha tenido en toda su historia la Iglesia católica”, escribe; me temo que es caramelo envenado. Esa afirmación, como diría Plinio, no el guardia de Tomelloso, el de García Pavón, sino Plinio el Viejo… o te lo ha dicho un rinoceronte o tú fuiste rinoceronte… ¡o te has pasado de hipérbole, compadre! Ya se ve que no solo los andaluces gastamos y gustamos de la exageración. Tampoco anduvo corto en la afirmación siguiente: “A Benedicto XVI le ha tocado uno de los períodos más difíciles que ha enfrentado el cristianismo en sus más de dos mil años de historia”; creo que don Mario no ha leído las actas de los mártires y ni siquiera ha visto Ben-hur… ¿Acaso no se acuerda del Poncio de la jofaina, el títere romano que se lavó las manos? La verdad, no parece haberse enterado mucho Vargas Llosa de los libros escritos por Benedicto XVI sobre Jesucristo y que dice haber leído -¿o es que realmente no lo ha hecho?-… ¿Habría momento más crítico para el cristianismo que el de Cristo crucificado con su Madre a los pies, junto a unas pobres mujeres, un muchacho –san Juan- y los discípulos haciendo mutis por el foro…? Don Mario, se me ha revelado usted como un hiperbólico escribidor perpetrador de trolas y trolones… ¡y eso no se hace! No se las cuaje, don Mario.

10 de marzo de 2013

¿Vargas Llosa estorba?



               Querido R:

              

               Recibo en un correo tuyo, un artículo de Vargas Llosa, Mario para sus amigos, en el que se nos revela, por lo menos, para mí, como un gran vaticanista, un gran estudioso de la historia de la Iglesia y un excelente consejero que la Iglesia se pierde por su condición de ateo convencido, porque cada uno es lo que puede, lo que quiere, lo que le dejan o, sencillamente, aquello que más le interesa. (El artículo lo pueden ustedes hallar publicado, ¡cómo no!, en El País).

               Entiendo que tú me lo envías apresurado y creyendo que estas letras del peruano son causa laudatoria para el recién dimitido Benedicto XVI, hoy Papa emérito; sin embargo, como no podía ser menos, el artículo no tiene nada de encomiástico y es, sin más, un ataque a la Iglesia católica y sus creyentes todos, con independencia del lugar que ocupen en la esposa de Cristo.

               Para el incrédulo o el indiferente, para el ignorante y el escéptico, la Iglesia puede asemejarse a la ONU, al FMI, a la OTAN, al Real Madrid o el Barça, a Amnistía Internacional o a los Boys Scouts, mas para quienes somos católicos y creyentes, con algo de formación, la Iglesia es la Madre de todos y la Esposa de Cristo, es decir: una realidad con la que no se bromea, un amor que, fruto de una fe y una creencia regaladas por Dios, inundan y comprometen la vida de la persona toda… ¡y con eso no se juega, mi querido amigo, porque es algo más que las cosas de comer! Ortega lo explicó. Es por ello, que cuando a uno le mientan de mal modo a su madre, se la pone entredicho, se la insulta…, pues eso: se le inflama la sangre y se hincha la vena del celo que da el amor –que no de la ira- y uno, a duras penas se sujeta y calma, pues esos primeros movimientos no están siempre a manos de los hombres, que decía el clásico, y como ejemplo que le pregunten a Malco, que perdió la oreja en la detención de Cristo en el Huerto de los Olivos.

               El artículo del peruano se desliza entre los renglones con la suavidad que le procura un artista de la palabra, entre la grandilocuencia hiperbólica de algunas de sus afirmaciones, sus maldades sembradas con desaliañado mimo, los lugares comunes y supuestas alabanzas a la Iglesia y al Papa emérito: melcocha que envuelve veneno.

               Comentaba Zubiri, no sin razón, que es curioso cómo los ateos consideran que debemos ser los creyentes quienes debiéramos demostrar la existencia de Dios; eso mismo pensamos los creyentes que deben hacer ellos, los ateos; y a los agnósticos…, esos perezosos (me lo enseñó, con otras palabras, un excelente profesor de Literatura) tanto parece darles que sea blanco o más bien tirando a chocolate. Lo que es curioso, sin duda, pero tiene su explicación, es la ocupación y preocupación animosa que muestran tantos ateos por comentar lo que sucede en casa ajena y muy particularmente en al Iglesia católica, cosa de la que con tanto ahínco se ocupa don Mario. En 1511 palabras que contiene el artículo, dos folios y medio largos, hablando del Papa y de la Iglesia… ni una sola vez se cita a Dios… ¡Ni una vez! Esto ya nos da idea de la visión que Vargas puede darnos de Dios y de su Iglesia.

               Sentado esto, ya con calma, leído y meditado el artículo perpetrado por Vargas Llosa, te diré que no me extraña en absoluto lo que el peruano escribe. Su condición de ateo lo atiza, pero lo que promueve estos escritos, las críticas acerbas contra quienes supuestamente ni les van ni les vienen es el rencor contra la excelencia, mi querido amigo. Sí, así lo llamaba Julián Marías, de él lo aprendí, y me parece ajustadísimo al caso. La inteligencia es astuta y el soberbia levantisca y así se dice el sujeto: “Como no puedo alcanzar la grandeza del otro, sus cualidades, sus virtudes, su excelencia… y callar no puedo (me pagan por hablar y escribir, por opinar) arremeto contra ello movido por la envidia, que da pie al rencor. Alabar al otro supondría menoscabo de mi persona (¡YO QUE SOY TAN IMPORTANTE! Todos somos importantísimos para nosotros mismos) y así Vargas Llosa nos lanza un fervorín penoso, una pesada alicantina, una homilía amarga, pues en ella nada hay de amor, mas sí da de comer a quienes como él promueven estos aquelarres. Para quienes tenemos dos dedos de frente, nos produce pena y lástima que una persona de su supuesta calidad se rebaje al lodazal que ha escrito, donde hozan felices quienes como él opinan: los rencorosos, los envidiosos, los  resentidos, los desgraciados sembradores del odio que no dan, sino coces contra el aguijón.

4 de marzo de 2013

Isabel Burdiel, ISABEL II O EL LABERINTO DEL PODER (y II)




         Cerraba mi anterior entrada hablando de la pésima educación que recibió Isabel II…
          Sería fácil echarle la culpa a su madre, a María Cristina. Cierto que esta se desentiende de sus hijas habidas de su matrimonio con Fernando VII y se centra en el quehacer de su nueva familia, la que crea tras la muerte de su marido: un matrimonio morganático y secreto con Fernando Muñoz –nueve, creo que fueron los hijos nacidos de esta segunda unión-. Mujer inmovilista en la concepción política, cuando todo se movía; ladrona de las joyas de la corona y de cuanto pudo confundir del Estado con lo suyo; a la Regente, a la tal doña Cristina, hubo que echarla de España porque no había empresa de envergadura en la que ella y su esposo, después duque de Riánsares, no estuvieran nominalmente o por amigos interpuestos y obteniendo beneficios: eso que ahora llaman eufemísticamente tráfico de influencias era un juego de niñas comparado con el desmedido afán de lucro y riquezas de ella y su marido Fernando Muñoz.
         ¿En manos de quiénes queda la niña Isabel, futura reina de España? Queda ella rodeada de una corte de aduladores, oportunistas, chantajistas (el primero y mayor de ellos su marido, la Paquita)… ¡es la corte de los milagros que llamó Valle-Inclán!
         Leer los razonamientos que hace Isabel II en sus cartas cuando era una niña, porque lo era, después, esta mujer pueril, esta reina, que sigue siendo una niña tonta… es para hacerse una idea cabal de lo que podía dar de sí en su vida toda y en particular en su reinado. Me dicen que antes (cualquier tiempo pasado…) no teníamos faltas de ortografía y que ahora es un horror… Isabel II no hubiera pasado del actual 4º de PRIMARIA, y no exagero que conozco el paño: un verdadero galimatías, un puro disparate en los contenidos, en la expresión, en la ortografía, en los razonamientos… ¡Da vergüenza ajena leerlo!
         ¿Quedó ella libre de responsabilidad, pues fue el entorno, las carencias impuestas, interesadas por parte de quienes deseaban manejarla y manejar su reino a su antojo teniendo a una boba en el trono? Supongo que esto no la exime en absoluto de responsabilidad y, por tanto, de culpa.
         ¿Cómo es posible que se urdiera el casamiento que le prepararon a esta mujer necia, con su primo carnal, Francisco de Asís María Fernando de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, cuando ella lo rechazaba por saber de su homosexualidad? Isabel II desde su primer amante conocido, el general Bonito, no dejó de tener amantes (varios de sus hijos no lo eran de su marido, de hecho a Alfonso XII lo llamaban el Puigmoltó, pues tal era el apellido del militar de ingenieros, creo, padre de la criatura y amante por ese entonces de la reina)… Escribo: ella con sus amantes y su marido con los suyos… y todos dando bandazos por la corte, en palacio, en el mismo palacio, en habitaciones próximas… Cabestros todos por cornudos consentidos. Ambos, Isabel y Francisco, los tuvieron hasta el final de sus días, ya separado el matrimonio en el exilio francés… Espere un momento oigo:  que a ello hay que añadir en el cuadro a los espadones, los generales, los políticos, los banqueros, los embajadores de Inglaterra y Francia como consejeros de la reina y de todos cuantos desearon oírlos y escucharlos, el Padre Claret, Sor Patrocinio de las llagas…, que asesoraba la conciencia de unos y otros; escritos al Papa pidiendo perdones y súplicas y consejos, metidos en las camas de palacio amantes de uno y de otra… ¡España en estado puro!
         Una reina que no sabe reinar y dejar gobernar, unos políticos -¡grandes estadistas casi todos, como lo son hoy los que padecemos!- que tiraban de la manta en la dirección de sus propios intereses, un afán de lucro sin tasa, una corrupción que arrancaba en los político y en lo económico desde el propio asiento del trono y desde los lechos reales… Una España que se fracciona en guerras salvajes entre españoles, guerras inútiles fuera de España, incomprendidos internacionalmente como no podía ser menos… ¡España es diferente!
         Pienso que la obra de Burdiel pone muchas luces en lo que aún padecemos hoy, casi dos siglos cortos más tarde… Sin duda alguna merece la pena dedicarle unas horas a esta obra excelente y admirable. Muchas gracias a la autora y mi más sincera felicitación.