29 de marzo de 2012

Tarzán, Mowgli y Robinson.


        Tarzán es un grito inarticulado en medio de una selva de páginas en un libro: ¡a su alarido no acuden ni los elefantes! Sólo la mona chita lo puede comprender a medias. El pobre Mowgli no puede ser feliz. Mowgli es sólo el protagonista de El libro de la selva de mi amigo Rudyard Kipling. De haber estado siempre en la selva no se hubiera puesto de pie, no hubiera hablado… Mowgli es solo otra ficción literaria, un ser humano inviable. Lo dice la neurología. Lo escribió Aristóteles. Los hombres no coexisten como los animales y las piedras, los árboles o los monos. El bípedo racional, animal en su condición de dependiente… necesita convivir: no le basta con coexistir. Es por tanto, necesario que el hombre se autoconstituya en la acción con otros seres humanos. Parte de su necesidad de realidad lo aportan otras personas.
        Que terminaba yo el otro día con Martin Heidegger y su Dasein… que es ese estar ahí…, ser ahí, concreto. Parece como si al hombre del XVIII le valiese con los grandes sistemas que le hablaban del hombre…, pero no es así para el hombre del XIX, siglo más bien de recogida de penas y plegado de velas con respecto al XVIII. No me interesa, querido amigo, -parecen decir- el hombre, sino yo como ser humano, como persona, como ser concreto con DNI… Eludo la abstracción y me concentro en la concreción… Yo soy yo y mi circunstancia y si no salvo mi circunstancia no me salvo yo… Volvemos a las primeras páginas del Prontuario que arrancaron por la felicidad… Ni siquiera deseo que me hable de ella, sino de cómo alcanzarla, dónde hallarla, cómo producirla, cómo no perderla una vez hallada.
        Hace ya muchos años, en una conversación socrática con un hombre sabio, andábamos dándole vueltas a varios asuntos que nos atraían sobremanera. El juego y su importancia (Dios juega con sus hijos, el juego en Eugenio d’Ors, la teoría de juegos –el dilema del prisionero-) y cómo el hombre debe amarse a sí mismo, como medida del amor al prójimo, ¡mas lo precede!
        Lo que podríamos llamar la autophilia o amor a mí mismo es necesaria, ineludible. Martin Buber y la relación entre el yo y el tú, así como Lévinas y su alteridad poco avanzan sobre lo ya dicho por Aristóteles.
        La reflexión de Aristóteles es muy clara. Quien se ama a sí mismo es egoísta. El hombre de baja condición hace todo por interés propio. El hombre bueno actúa por el honor que comporta el altruismo. Si el hombre bueno deja todo por el amigo y al amigo debe amarlo como a sí propio… debe atenderse primeramente a sí mismo. Quien busca la riqueza, los placeres corporales, si las acciones que realiza solo son en absoluto autobeneficio inmanente es un réprobo egoísta.
        El hombre bueno hace muchas cosas por causa de sus amigos y de su patria, hasta morir por ellos si es preciso. Y preferirá vivir noblemente un año a vivir muchos de cualquier manera. Es claro que Aristóteles se inspira en Sócrates, según lo presenta Platón en el Gorgias: la acción buena beneficia más a quien la ejerce que al beneficiado por ella, y la acción mala perjudica más a quien la lleva a cabo que a la víctima. Discusión ardua de hace unos años con un rico corredor de bolsa…, que en nada estaba de acuerdo con este punto de vista de Platón (yo los veía discutir mientras bebía cerveza).
        El hombre bueno se quiere y quiere a los demás, el bien de los demás, el amor de los demás. Amo y deseo ser amado. El otro de continuo espera mi amor… Mi autorrealización se plasma no solo en mí, sino que, como vengo escribiendo, necesita de otro ser humano… Pobre Mowgli, pobre Tarzán…, ¡pobre Robinson!: todos necesitamos nuestro Viernes a quien amar. Mi autorrealización, pienso, está fuera de mí. Está bien que me ame, es necesario, pero lo es primaría y radicalmente para amar a los demás, como medida de mi amor a los demás, si se me permite…

26 de marzo de 2012

Autorrealización / autotrascendencia (I).



Niño de ocho años recogiendo remolacha mientras se autorrealiza.

         Reconozco que he vuelto al Serrat de mi adolescencia. Lo debí de descubrir con quince años y desde entonces a hoy, de forma variable, ha ido y venido de los discos a las cintas, de las cintas del coche, a los discos… Dice Serrat que a veces la vida está tan bonita que da gusto verla… “Toma conmigo café”… y es cierto; aunque la vida no siempre está bonita, ni siempre es guapa ni amable, ni deseable ni elegante, ni generosa… La vida tiene mala sombra, la vida es proyecto y drama que se va desvelando, que se resiste en su despliegue, que da o no la cara y se nos enfrenta como realidad radical que no se deja hacer, organizar, presuponer. María, mi alumna, tenía razón… la vida no es dócil, ni obediente, ni sumisa… ¡impensable! Creemos que podemos proyectarla, sin caer en la cuenta que es condición radical de la vida su movimiento, su inestabilidad, su imprevisibilidad, su capacidad de sorprendernos. Creemos tener mucho de ella bajo control… y se revela rebelde y atractiva, osca y pícara, desdeñosa y seductora…
         Es hermosa esa cualidad insondable de la vida. Nos puede sorprender. Depende de cómo nos tomemos esa realidad, tendremos que echar mano de una voz u otra en este Prontuario para viajeros. El otro día, ante el nuevo orden del patio… (quizá merezca hacer una foto de su nueva estructura) alguien decía que era hermoso poderlo mirar, atenderlo, limpiarlo… Otra persona comentó que daría mucho trabajo, que sería aburrido dedicarse a él. El mismo patio, con un mismo contenido… La vida en rama, que me gusta repetir, siguiendo al maestro Ortega.
         Autorrealizarse o autotrascenderse. Noli foras ire, in teipsum reddi; in interiore homine habitat veritas. Se me venía esta frase de San Agustín al hilo de un texto de Ganivet, que se cruzó entre las palabras de un amigo que patea en estos meses por la India (ánimo amigo). Era consejo de Ortega a sus alumnos que recoge en algún sitio Julián Marías: meditad o pensad al menos diez minutos al día. No hace mucho leí en la prensa que la meditación, práctica ascética de origen pagano que adopta la ascética cristiana y adquiere en esta una dimensión que nada tiene que ver con aquella, digo… leí que tiene poder terapéutico… Meditar… ¡Me pierdo! Adentro, escribe Unamuno en su etapa de oscilación casticista y antieuropea. Adentro… ¿Autorrealizarse? ¿Autotrascenderse?
         Cierto que le tengo cierta tirria a la palabra autorrealización en el contexto en que habitualmente se usa: “Para autorrealizarse buscó un empleo, viajó a tal sitio, hizo o dejó de hacer…”. Me da la impresión de que se entra en un entramado de ensimismamiento enajenante negativo. Meditar es volcarme en mí, pero no exclusivamente sobre mí, sino en mí y mi circunstancia para los demás (lo siento Lapied: esto es así, aunque lo matizo más abajo, lo debato más abajo).
         Ante la pregunta terrible del sentido de la existencia nos podemos encontrar con estas dos respuestas en apariencia opuestas, si aisladas, descontextualizadas. La autorrealización tiene como meta al hombre, al individuo. La autotrascendencia parte del hombre para hallar su sentido fuera de él. Quizá nos encontramos con Maslow y Frankl. La autorrealización es la parada última de un proceso, frente a la postura más existencialista, más próxima al pensamiento europeo, que es la autotrascendencia que no termina ni aquí ni allí ni ahora ni después… sino que es vista como un continuo. (Mucho me temo que tendré que volver con calma sobre Ser y Tiempo)…

21 de marzo de 2012

Practicar la lectura sin odiar la lectura, Isabel Orejales Villar.


   

         Ya desde que compré el libro me preguntaba para qué de nuevo volver sobre lo mil veces pensado, meditado, debatido, hablado, tertuliado, escrito… y leído. Cierto que hacía años que no leía para un nivel tan primario sobre la lectura de los niños: muchos años. El libro tiene un doble carácter, creo: terapéutico y pedagógico, con un fuerte contenido en todo de experiencia.
         Recuerdo lo que decía José Antonio Marina sobre la inteligencia generadora y la inteligencia ejecutiva en las personas. Da la impresión de que todo niño aspira, desea aprender a leer, quiere descifrar lo escrito, necesita comunicarse. Conocí, seguro que usted también algún otro, el caso de un niño que sabía de memoria el libro que le leían en casa y lo conocía tan bien que pasaba la página como si mismamente lo estuviera leyendo: “No sabe leer –me aclaró su mamá-. Es que se lo sabe de memoria”. Así es: el niño, esa inteligencia deseante, esa inteligencia que genera ambiciones, deseos, parece que de pronto se ve interrumpida, se quiebra, renuncia… y llega el momento en que el niño ya no desee leer. Le resulta angustioso leer. Rechaza la lectura y el libro y todo cuanto a este haga referencia.
         Educar es conducir hacia lo mejor, es mostrar lo mejor, es generar en el niño esa inteligencia ejecutiva que opta por lo mejor. Nunca hallé a nadie que me dijera que leer es malo, negativo, nocivo… Antes al contrario, incluidos quienes no leen un libro. Tres confesiones en el tiempo: un profesor de instituto me comentó un día “Llevo dieciocho años sin leer nada relacionado con mi materia”: asombroso, apabullante, catastrófico. Otra profesora de cierta edad, digamos, madre de varios hijos: “En mi vida he logrado terminar un libro”: sin palabras. Ingeniero… “Nunca he leído un libro”… atónito me quedo. ¿Cómo es posible? Si es bueno, si todos decimos que leer es beneficioso ¿por qué no se lee? Para mí es muy simple: en mi escala de valores hay realidades más valiosas, necesarias, objetiva o subjetivamente… que la lectura. Así de fácil. A mí me interesa mucho la lengua alemana, pero no le dedico ni un minuto porque no lo dispongo para ella. Sencillo.
         Todos los años se hacen encuestas del número de libros que leemos. Pocos. La experiencia me dice, sin embargo, que quienes leen, leen mucho. Me llama la atención la poca cantidad de libros que leen los universitarios.
         Ya nos gustaría que el niño fuera un lector eficaz, un lector feliz, un lector habitual. Una de las claves del éxito, leo, de los estudiantes en Finlandia es su alta eficacia lectora. Me digo: con el frío que allí hace, seguro que también ganarán los concursos de maquinitas y todo cuanto no requiera salir a la calle. La lectura tiene muchos enemigos, me dicen. Sinceramente creo que Internet nos dispersa, pero no calificaría de enemigos ni a la televisión ni a Internet, ni a la calle… Hay un tiempo para sembrar, un tiempo para crecer… Sí observo de muchos años a esta parte que la capacidad de concentración ha descendido muchísimo; también ha descendido la virtud de la paciencia, el umbral de la espera, de lo desvelado lentamente… tal y como puede ocurrir en la trama de un libro. El niño, el adolescente, es cada vez más impaciente, más distraído, inquieto, más inmediato… vive ansioso, intranquilo.
         La autora de este libro da una serie de pautas, para mí complejas, pues no leo el libro como padre sino como profesor y más me da la impresión de que este libro va dirigido a padres con niños que tienen dificultades con la lectura, que la rechazan, que progresan en ella. No olvidemos que el mal lector es un potencial fracasado académico: no comprende lo que estudia. Muchas dificultades en materias, supuestamente alejadas de las letras, se cuecen en ese cazo: el problema de matemáticas no es resuelto porque no se comprende el enunciado (o está mal redactado), por ejemplo. Halla el lector en el libro una serie de títulos para las distintas edades que pueden orientar a los papás para comprar libros para sus pequeños.
         Leer es un placer… para quienes gustamos de la lectura, sus libros y su mundo. Leer es una condena…, un severo dogal para quienes tienen el padecimiento de no gustar de ella y la necesitan.
         Tener libros a la mano, dedicar ratos a la lectura en casa… puede ayudar a todos a generar hábitos lectores. Las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran.

19 de marzo de 2012

Lee solo LO QUE SE QUEDE DE PIE, Alfonso Sancho Sáez.

 
         Mi querido blumm:

         Sabes que mi compromiso con el bien y la verdad no declina. Imposible renunciar a ellos. Siempre que es factible recojo el guante que me lanzan: siempre. La magnanimidad es así.
         Me pides un listado de 62 libros o de 72… Olvidé la cifra exacta. El número me resulta intrascendente. Cien, mil…
         Déjame que vuelva sobre mis pasos. Pasos que me condujeron hasta aquí y que deseo arrancar a finales de los 70, primeros de los 80, del siglo pasado. Horas y horas de hablar con don Alfonso Sancho en su despacho de la Escuela de Magisterio. Horas y horas de hablar con Miguel d’Ors en su despacho en la Facultad de Letras de Granada. Mi afán era acotar el terreno de la lectura. Ya antes horas y horas de hablar con don Francisco Molina en su despacho, paseando. Me urgía, blumm, llegar al tuétano de la existencia y la vida se me escapaba a chorros. ¡Qué afán, qué prisa, qué ilusión, qué avidez…! ¿Qué libros se debían leer? ¿Qué libros me pregunto para qué ahora?  Acudía a mis citas con papel y lápiz: siempre tuve el afán por concretarlo todo, cuanto más posible, mejor. Centenares de libros leí. Listas y listas que se agotaban unas tras otras. Los comentaba, los relacionaba, los sacaba de la biblioteca pública. Algunos compré. Otro listado. Nunca leía autores que no pudiera conocer, relacionar, filiar, asociar… Si Pérez de Ayala, por ejemplo, Miró de la mano y Marañón. Si Hijos de la ira, al lado, junto a él, Sombra del paraíso, y Espadas como labios, y Poemas del toro… Si Mihura, Ionesco o Jardiel, o López Rubio… Si La camisa, El tintero, Escuadras hacia la muerte… Raros los extranjeros, insisto, asociados… Los clásicos de siglos pasados, mejor o peor, ya los había pateado: La Celestina, El Lazarillo… incluso había padecido El Quijote. Teatro del siglo Oro, poesía del siglo de Oro. El 98 hasta acabar cuanto había en la biblioteca pública, bajo el nombre de Casa de la Cultura. Más novela que poesía, más teatro que poesía… Más prosa… Antonio Machado como punto de partida y regreso. Muchísimas biografías de los más diversos personajes: autores literarios, prohombres de la historia de cualquier lugar y época, personajes curiosos, políticos, El preso de Spandau…, recuerdo ahora. La Generación perdida americana… quizá más del ciento de ellos todos… ¡¡Las obras completas de Armando Palacio Valdés…!! Unos tomos rojos, con olor a libro antiguo, cerrado…: no tenía nada ni mejor ni peor… ¡tardes y tardes de un verano con La hermana San Sulpicio, Tristán o el pesimismo! ¡Lo pienso y me veo retratado en el abuelo que decía leer los papeles que encontraba por los suelos! Mi abuelo carnal, Alcalá Vesceslada, otro lector impenitente, incombustible, inacabable, inabarcable, miles y miles de libros…
         ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué temes? Te lo diré, y creo no errar. Con palabras de la autora de Las olas… que tan extraño me pareció, como su Orlando furioso. Te resulta indeseable "dilapidar ignorante y lastimosamente nuestros poderes". Lo que crees tu tiempo, tus potencialidades, tus capacidades, tus posibilidades… Rechazas viajar para alcanzar La isla del tesoro, quieres quedar con Ben Gun en la cafetería que hay frente a tu casa…  No deseas retrasar tu viaje leyendo al peor Baroja, al peor RAMÓN… Quieres que el autor de Vuelo nocturno te cuente por qué es tan misterioso el país de las lágrimas… Imposible atender al zorro y quedar con él, todo el capítulo 21 de El principito: quieres que te cuente, a ti, al oído, cómo se hacen amigos… Ay, querido amigo mío… Ella la maestra suicida advierte, creo que sin autoridad, con el aleve peso de la opinión: "Por cierto, el único consejo que una persona puede darle a otra sobre la lectura es que no acepte consejos". Y justo lo contrario te digo yo: admito consejos. Ya ves… Consejos vendo, pero para mí… no tengo. Lee, insisto, solo LO QUE SE QUEDE DE PIE.

15 de marzo de 2012

El arte de hacer y obrar, querido Rafa.


 
              Querido Rafa:

          Leí tu último artículo sobre la armonía y, como te comenté, estoy perdido. Hablábamos del arte popular y me he encontrado en un solar desolado… Lamento decirte que la senda que traía y llevaba del marxismo, a estas horas del siglo XXI, es camino inexistente, vereda perdida…
         Creo que ha habido corrientes de gran importancia en el pasado siglo: el Modernismo en el arte; el existencialismo en el pensamiento y gran parte del arte, especialmente en la escritura: la novela, el teatro, la poesía… sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial, ese llano sin referencias que desemboca en el absurdo y, por tanto, no abre sino que cierra puertas; el marxismo que se ha demostrado una mitología, una madera férrea, es decir, una contradicción en sí mismo y que a nada lleva, batido en los años sesenta definitivamente; el psicoanálisis que se ha mostrado, tras abrir los archivos del propio Freud, como una falacia y una terapia vacua… Puros placebos.
         Tiempo llevo asegurándote que publicaría aquí un párrafo de Saint-Exupéry sobre el arte que en su momento y aún hoy me llama mucho la atención. El texto lo he retocado desde el punto de vista estilístico para hacerlo más comprensible en español, pues las traducciones que hallé no me gustaron. Este texto me sirve para enlazar con nuestro conocido Scruton, el arte popular y la dimensión ética del quehacer artístico humano. Te corto y pego:
         Mientras tanto, se me planteó el problema del sabor de las cosas. Y los de este campamento fabricaban vasijas de barro que eran bellas. Y los de este otro, las fabricaban feas. Y comprendí con evidencia que no había ley formulable para embellecer las vasijas. Ni con inversiones para el aprendizaje, ni mediante con­cursos y honores. Observé incluso que aquellos que trabajaban en nombre de una ambición distinta, por la calidad del objeto, aun­ si consagraban las noches a su trabajo, sólo lograban obje­tos pretenciosos, vulgares y complicados. Porque, de hecho, sus noches en vela las dedicaban a su venalidad; o a su lujuria, o a su vanidad, es decir, a sí mismos, y ya no se intercambiaban en Dios intercambiándose con un objeto convertido en fuente de sacrificio e imagen de Dios, donde las arrugas y los suspiros y los pesados párpados y las manos temblorosas de haber modelado tanto y las satisfacciones del atardecer después del trabajo y el desgaste del fervor van a confundirse. Pues sólo conozco un acto fértil, que es la oración; pero conozco también que todo acto es oración si es don de sí para llegar a ser. Es como el ave que construye su nido, y el nido es tibio; como la abeja que fabrica su miel, y la miel es dulce; como el hombre que moldea su vasija por amor a la vasija, es decir por amor, es decir por oración. ¿Crees en el poema escrito para ser vendido? Si el poema es objeto de comercio, ya no es poema. Si la vasija es objeto de concurso, ya no es vasija e imagen de Dios. Es imagen de tu vanidad y de tus apetitos vulgares. 
             A. de Saint-Exupéry.

         Siento haber olvidado si el texto pertenece a Ciudadela o a Tierra de hombres, lo siento: a lo peor a ninguno de los dos.
         Me acordé siempre al leer este texto de dos Juanes. Juan Evangelista y su Deus caritas est, Dios es amor. Y a Juan de la Cruz… a la tarde se nos juzgará de amor.
         Este texto, de veras, me parece un regalo maravilloso de su autor. Lo he meditado infinidad de veces. Al final, llego a la conclusión simple, sencilla, de que o cuanto se hace es por amor… o el hacer, facere, es inútil, fruto agraz, y el obrar, agere, es amargo, deformador, autodestructivo. Este sí es un camino que considero firme.

14 de marzo de 2012

Pinceladas de una amistad. JMT

Harold Bloom

El texto que sigue, íntegro, es colaboración de un amigo de Antonio José Alcalá.

                        En homenaje a una amistad larga y verdadera.


            Cada cierto tiempo reúno a mi padre con su único amigo, mi padrino. Desde la altura de sus casi noventa años se siguen mostrando cariño -más que antes diría-, respeto, comprensión -sobre todo mi padrino con el deterioro mental de mi padre-. Estos dos ancianos han sido amigos durante sus largas vidas. Nacieron a una treintena de metros de distancia y desde entonces no han dejado de reconocerse. Cuando me bautizaron mi padrino se encontraba a mil kilómetros de distancia, pero la distancia no fue un impedimento para que el único amigo de mi padre fuera el padrino de su único hijo.
            ¿Cuál es el secreto de una amistad tan longeva? Probablemente en la respuesta se esconda la causa de las relaciones efímeras.
            Pienso que los seres humanos en nuestra existencia lineal vamos cambiando y nuestras circunstancias se van modificando con el transcurrir del tiempo. Hacer un bucle y retomar una amistad perdida se me antoja infrecuente.
            Creo que los profesores de instituto con nuestros cambios de destinos somos un buen ejemplo de lo que digo. Cualquiera de nosotros puede pasar varios años viajando a solas con una persona en un coche durante muchas horas a la semana. Puedes llegar a intimar con esa persona pero cuando te dan traslado lo más fácil es que esa relación coyuntural cese. Se podrá decir que eso no era amistad, aunque hubiera complicidad, pero pienso que es lo mismo que con las amistades.
            Retomando la relación entre mi padre y mi padrino puedo afirmar que el secreto de su dilatada amistad es que los dos han sido toda la vida los mismos. Ellos no han cambiado. Creo firmemente que la causa de la ruptura de muchas amistades es el cambio que el devenir de la vida opera sobre las personas. Con el paso del tiempo dejamos de ser las mismas personas, aunque nuestro carné de identidad diga lo contrario. No somos los mismos y no tenemos los mismos intereses. Los amigos que en un periodo de nuestra existencia fueron pilares importantes de nuestro día a día pasan a mejor vida porque nuestros parámetros han cambiado (familia, trabajo, localidad…).
Sí, no nos bañamos nunca en el mismo río porque el río no es el mismo y nosotros tampoco.
            La casuística es extraordinariamente variada, el catálogo de causas que se aducen para justificar una amistad perdida va de lo pueril a lo retorcido pasando por los agravios personales. No creo que importe esto, el hecho es que se acaba la amistad como se acaba el amor y recuperar una es tan difícil como recuperar el otro.
            El otro día mientras comíamos en el único restaurante de XXXX mi padre le preguntó a mi padrino: ¿Quién queda de nuestra quinta? Mi padrino soltó la cuchara, se limpió la boca con la servilleta y le dijo a mi padre con voz recia: Tú y yo.
            Hasta que la muerte los separe, o no, porque los dos reposarán en el cementerio de su pueblo.

13 de marzo de 2012

Cuando un amigo se marcha...

Harold Bloom
El autor y un amigo.
         Como no esperaba menos, los amigos arriman el ascua a mi sardina. La sardina de este caso es la amistad y lo que comporta. Me envían artículos que pongan luces en lo que andamos dilucidando, investigando, aprendiendo…
         Me llama poderosísimamente la atención que nihil novum sub sole…, es decir, que estamos en la vereda. Lo cierto es que dialogar con los clásicos es garantía de no perderse. Los beneficios que estos señalaban al hablar de la amistad, un grupo de investigadores del Centre of Ageing Studies de la Universidad de Flinders, que Dios conserve y que no sé dónde está, afirma que, según sus pesquisas, prolonga la esperanza de vida, alivia dolores crónicos y retrasa el Alzheimer. Es decir: la amistad es saludable. No se olvide que nuestros clásicos en general eran mediterráneos y por tanto, dieta mediterránea: el vino, las aceitunas, el pan, el aceite, la amistad, otro vino… dan esquinazo a la muerte, porque queda claro que guárdate y Dios te guardará. Pues eso: lo dicho por Aristóteles: no se puede vivir sin la amistad y ahí lo tienen, sin investigación ni nada por el estilo.
         Enredarnos con las palabras puede ser peligroso. No estoy de acuerdo con lo que me dice un amigo: la amistad es sentimiento. Lo escribí y lo dejé bien clarito al hablar del amor. Cierto que el sentimiento, el que sea, participa de todo quehacer humano, pero la amistad no es un sentimiento como lo puede ser el odio. Creo haberlo escrito: el sentimiento nos hace vulnerables, pero nos humaniza (no olvide que un sentimiento es una emoción racionalizada). La afectividad es un sentimiento del que participa todo amor y la amistad lo es… La amistad, escribí y no deseé irme por ese vericueto, la llama Santo Tomás caridad. Y la caridad no es un sentimiento, es una virtud.
         Me llega otro mensaje más breve, más corto, más contundente, porque él siempre fue así: expeditivo, romántico, individualista… ¡Se agradece su colaboración, cómo no! A mi pregunta sobre si se recuperan los amigos, me escribe vía twitter en dos envíos: “Con perdón, creo que es un error buscar respuesta en argumentos de autoridad y no basarse, simplemente, en la experiencia particular. De manera que, a mi juicio, la repuesta es SÍ y NO. Un abrazo muy fuerte!”. El diálogo que sucede es verídico:
         Oiga, perdone: Usted que es de la zona –mira a su alrededor, al cielo-. ¿Cree que lloverá mañana?
         El interpelado mira a un lado y otro. La pregunta del forastero lo sitúa en un punto de atención que quizá nadie antes le concedió. Medita. Mira hacia el oeste. Se lo piensa…
         Pues… Pue-e que llueva, pue-e que no llueva –concluye”.
         Responder gato y gata, y no… es tirar a acertar siempre. Acudir a los clásicos no es un vicio. No obedece a un prurito pedante que dijera de mis lecturas y saberes. Acudir a los clásicos es asegurarte en la experiencia contrastada de una tradición firme que te evita errores. La humildad me conduce al viejo, al sabio, al firme, al clásico: justo eso es este. Las experiencias personales como los calzoncillos y el DNI son eso, personales, intransferibles y a veces equivocadas, inseguras, lábiles… Con mi Prontuario para viajeros busco precisamente esto: ahorrar viajes es balde. ¿Que se darán? Por supuesto que se dan viajes inútiles, dolorosos, terribles y serán útiles, pretendo evitar los innecesarios a quienes me lean, aunque entresaco de los Tratados morales de Séneca, una vieja cita que medité muchas veces a lo largo del camino: “Demetrio hay esta, que es en mí fresca, porque resuena aún en mis oídos. «Para mí, decía, ninguno me parece más infeliz que aquel a quien jamás sucedió cosa adversa»”. Me gustó más, me fue de más ayuda no obstante, frente al estoico, el cristiano: Sentido cristiano del sufrimiento humano, de Juan Pablo II, persona, para mí, de felicísima memoria.
         Salvo aporte excelente sobre la recuperación de los amigos… Quizá podríamos ir zanjando este camino de la amistad. Me dice otro amigo que la estoy echando larga con el asunto… ¡cierto!: mas me resulta tan importante la amistad… Lo dejo de momento aquí. No se cierra puerta alguna. Seguimos camino adelante.

11 de marzo de 2012

¿Se recuperan los amigos perdidos?

A/A Asociaciones de alumnos
Cuando un amigo se va...
         Me paseo por el Diccionario de expresiones y frases latinas de Víctor-José Herrero Llorente y compruebo cómo el amor y la amistad suman un buen número de citas clásicas que leo con agrado y cierta bulla: la prisa siempre azuza mi vida. Ser pobre es carecer del tiempo que se necesita para el ocio y el negocio.
        De las citas que voy meditando observo que muchas de ellas ponen en guardia a los amigos con los amigos. Se habla de pruebas, de posibles traiciones… La vida, el camino, la circunstancia probará al amigo, nos dará el nivel de su amistad. No olvido que en muchos casos las citas son de época precristiana y esto cambia el paño. En el mundo precristiano –y, por desgracia, en el cristiano- se tenía un concepto exclusivo de la amistad: se amaba al amigo, pero al enemigo se le odiaba… hasta la ley del Talión: ojo por ojo. El tiempo y los hechos dirán sobre el amigo, parecen decirnos los clásicos latinos y griegos. Al amigo el culo; al enemigo por el culo; al indiferente… la legislación vigente.
        Terrible la pugna entre el corazón y la cabeza, entre la razón y la intuición, la irracionalidad. Todo es obstáculo cuan­do no se ama, y todo es razón cuando se ama: Ni de amigo reconciliado, ni de manjar dos veces guisado. Doblada es la maldad que sucede a la amistadAmigo reconciliado, con un ojo abierto y otro cerrado…
        No deseo perderme, no quiero acercarme a Tomás de Aquino y su aportación cristiana a la amistad de la que trata Vázquez de Prada: la caridad de la que en rigor habla. No hallo la puerta. Lo medito con paz. El amor esponsal admite una renovación, una recomposición… Posiblemente todo es distinto. ¿Ocurre otro tanto con la amistad? Me desmarco también de la filantropía filosófica de Hume o Comte…
        Lo siento. De momento no encuentro sino desfiladeros por todas cuantas partes me asomo. La amistad como la virginidad y el salto en paracaídas que no abre solo admiten una oportunidad. No veo otra. Como las reacciones químicas, la mayoría, no son reversibles…, pues otro tanto sucede con la amistad.
        Carezco de argumentos. Me acuerdo del cuadro que colgué dos entradas más arriba: Judas se ahorca tras traicionar y vender al Amigo. San Pedro también lo traiciona, falta a la lealtad debida, lo niega… y luego vuelve, por la humildad, a la amistad del Amigo. Non iam dicam servos, sed amicos –‘Ya no os llamo siervos, sino amigos’- (cf. Jn 15,15). Quiero recordar lecturas en las que apoyarme y no hallo nada, no recuerdo nada. ¿Alguna autoridad que haya dicho o escrito algo sobre la recuperación del amigo? A lo peor es tan evidente que es irrecuperable que es indemostrable.
       
        Lo siento. Hasta aquí llego. Si pueden aportar algo…
  

8 de marzo de 2012

Los amigos perdidos

A/A Asociaciones de alumnos

         Voy andando y pensando… que realmente perder un amigo es difícil, y dolorosísimo. Es semejante a esas personas que dicen perder la fe. La fe no se pierde como quien pierde un bolígrafo, cien euros o la virginidad: la fe, una amistad, un matrimonio… no se pierden en una esquina. Se requiere de un tiempo en que se va cediendo, se van dejando los medios que alientan esas realidades, se siente el frío de la intemperie, la soledad, el hastío, el agotamiento espiritual, la extenuación psíquica, la impotencia física, la enfermedad, a veces..., por acción, omisión o reacción.
        Me dejé el otro día, en la anterior entrada, una posibilidad que no quería dejar desatada sobre cómo perder una verdadera amistad:
        Esa verdadera amistad fenece porque, no siendo tal, se creyó verdadera. Hay un error de percepción. Creemos ser verdaderos amigos. Creo que X es mi amigo. Lo quiero como tal. Quiero lo mejor para él o para ella, pero en realidad no soy correspondido: hay un grave error de percepción. Esa amistad se alimenta de mis ilusiones, en mis quimeras, de mis llamadas, de mis impulsos, de mis escritos, de mis… ¿¡Y los suyos!? ¿¡¡Dónde están sus llamadas, dónde están sus afanes, en cuáles de sus planes estoy incluido!!? Cuento siempre con el otro, pero el otro no cuenta conmigo… y da la impresión de que no lo percibo, no quiero, no puedo… (Creo que lo comenté ya al hablar del amor: se puede dar ese desequilibrio en una pareja durante un noviazgo: sería terrible llegar al matrimonio con ese lastre; el amor ciega a una de las partes que es quien entrega, quien da, quien ofrece, quien trae, quien lleva… y la otra parte se deja llevar, regalar, ofrecer, traer y no quiere contristar, no sabe romper, no sabe ser sincera ni con la otra parte ni con ella misma y todo se va enredando, el tiempo transcurre, y se produce una quiebra dolorosa siempre, repentina, catastrófica… ¡un solo poste no sostiene el larguero de la portería! ¿Fue de pronto? No, fue poco a poco, pero aconteció en un momento, en un día y a una hora).
        He perdido amigos sin saber cómo ni por qué. Se dio de por medio uno de los casos expuestos en la entrada anterior. Se produjeron por ambas partes, baches, desequilibrios, enfriamientos, distanciamientos y se produjo la pérdida. Una vez llegados aquí, y hasta aquí, también deseaba llegar a este punto: ¿es recuperable una amistad?
        Quede pues claro que una amistad, la dejo sin adjetivos, es difícil quebrarla, no es fácil, ¡pero se da! Esas otras amistades con ganga de las que ya escribí… se rompen y desaparecen: a veces dejan agradables regustos, pero a la larga no se echan de menos. Se recuerdan como realidades amables: no se perdió el tiempo, sino que se invirtió en ellas como se pudo haber hecho en otras.
        Perdone… ¿Se puede recuperar la amistad perdida? De veras que me afana que ustedes me ayuden. Me gustaría que me escribieran aquí lo que deseen que me ayuden con sus críticas… Se trata, al final de pensar entre todos, de ayudarnos a recorrer el camino lo mejor posible. ¡Que trabajito que me está costando este Prontuario para viajeros…!

7 de marzo de 2012

Por qué se pueden perder los amigos

A/A Asociaciones de alumnos
Judas traiciona y vende al Amigo.

         Hace siete entradas que no avanzo en el camino de este Prontuario para viajeros. Me desagrada perder el tiempo. No recuerdo la última vez que lo perdí, aunque no he olvidado la última vez que me lo hicieron perder. Perder el tiempo es no crecer como persona. Invertir el tiempo y los talentos en degradarse. Al final se podrá hacer de la necesidad virtud, pero se trata de evitar muchas marchas inútiles. En este caso anduve viendo terrenos junto al camino, edificios hermosos, visité personas amables… No perdí el tiempo, pero entretuve la marcha.
        Sigo con la amistad y, además, preocupado. Pregunto a conocidos y amigos. ¿En qué me centro, qué me ocupa,… literalmente qué me pre-ocupa? Lo escribo: cómo se pierden los amigos. He llegado al medio siglo, edad ya nada desdeñable. A lo largo de estos años pasados he tenido muchos amigos, sigo teniendo muchos amigos, pero he perdido amigos e ignoro en algún caso cómo los perdí, de ahí que desee investigar cómo ha sido. Al escribir sobre este asunto tan capital en el viaje de la vida de las personas, no querría dejarme sin husmear ningún recoveco.
        Además de preguntar a los amigos, me he vuelto a los viejos amigos:

                             Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

         Retomo la lectura del Estagirita. Hay, sin duda, una sola y verdadera amistad de la que ya he hablado. El resto de las amistades que germinan del desequilibrio nacen, viven en los intereses comunes y mueren naturalmente pronto… Me explico.
        La amistad, como el culantrillo de pozo y otras plantas, son realidades delicadísimas. La verdadera amistad sólo se puede dar entre personas buenas, nace de una realidad medial, pero el fin de esa amistad es la persona misma, el bien del otro, sin ganga de ningún tipo. El amigo entiende que no hay mayor bien que el otro yo, que es el propio amigo: mi amigo es un yo mismo al que quiero como a mí mismo. “Lo tuyo, mío y lo nuestro, de los dos”, canta Serrat.
         Esta verdadera amistad fenece porque se produce un distanciamiento y los argumentos adelgazan, y adelgazan, y desaparecen las realidades que las unen.        
         Esta verdadera amistad fenece, me dicen mis amigos, porque se cruza una mujer-un hombre que enturbia con la pasión la cabeza del amigo y es capaz de quebrar el mundo… Generalmente ese tipo de pasión es mala, esa persona no es conveniente; a la corta… sale rana y es entonces cuando uno comprende que perdió el perro, el collar y el pan… y al amigo, a los amigos.
         Esta verdadera amistad fenece, me dicen mis amigos, porque se cruza una cantidad de dinero desmedida e insoportable para la pasión animal del amigo que se deja obnubilar y es capaz de dejarlo todo por ello (se da la situación contraria que dice el evangelio: uno deja todo por comprar un terreno como es una amistad… En este caso vende, incluida la verdadera amistad, por un terreno, por un interés particularísimo).
         Es curioso: los dos principales motivos que quiebran una amistad emergen de la falta de virtud de la templanza, que se tambalea y cede.
        Otras amistades, que se dan entre los hombres malos, dice Aristóteles son las que nacen, crecen y se sostienen en bienes mediales: desaparecidos estos, muerta la amistad. Perdón por la hipérbole, todos los borrachos, en faena, son amigos del alma; desaparecido el alcohol, si te vi no me acuerdo.

4 de marzo de 2012

Seguimos con el arte popular…

A/A Asociaciones de alumnos
          Querido Rafa:

         Me acuerdo que me quedé anotando en mi anterior entrada algo de Panofsky…, que me hace gracia. Hice un trabajo sobre un libro suyo, algo relacionado con una asignatura de Arte… El libro estaba en los antípodas de mis capacidades, de mi preparación. ¡No me enteré de nada! (estoy seguro de que la profesora, conociéndola, ni lo había leído ni de haberlo hecho lo habría comprendido tampoco). Ya en esa mala hora había aprendido también, sin embargo, que los profesores no leían los trabajos bien presentados y con muchas páginas; solo había que poner epígrafes atractivos –no excesivamente- y trabajar el primer párrafo… ¡y el resto daba igual lo que escribieras!: ¡aunque copiaras trozos de periódico, cosa que hice para otro conocido profesor, por ejemplo, y otra asignatura! ¡¡Qué grandes maestros!! De Panofsky, por tanto… cero.
         Anoche anoté también de André Lapied algunos textos de La ley del más débil… que me parecen aprovechables. Me gustaría releer y ahora es buena ocasión lo que escribió Marina en su Elogio y refutación del ingenio sobre el arte de las vanguardias…
         La palabra arte admite, como otros muchos sustantivos proclives a la abstracción o directamente abstractos, muchas definiciones y muchos adjetivos. Así el arte puede ser popular o culto, popular o clásico, popular o serio, anotas tú; utilitario, útil, utilitarista o inútil, quizá inservible; arte mágico, realista… Religioso, civil, secular, pagano… Recuerdo la pugna en la que se vio envuelto T. Gautier quien al defender el arte por el arte frente a quienes defendían un arte útil, afirmaba, no sin ironía, que de ser el arte útil, sin duda, la pieza más artística por útil, de cualquier casa, era el váter.
         Rafa, nuestro conocido, Roger Scruton, en su artículo El valor del arte, recogido en Lo que piensan los filósofos", de Julian Baggini y Jeremy Stangroom, opta sin dudar en hablar de arte culto frente al popular y otorgar un valor superior al arte culto, pues, para él, este es un medio para la mejora del hombre. Como bien escribes: “Hablamos pues de un componente ético y moral en toda creación artística culta. Pero, ¿dónde radica ese valor superior del arte elevado?”.
         Perdona, Rafa, primero debiéramos dialogar con Scruton, antes de lanzarnos a hablar de la dimensión ética del arte, en cuanto medio de mejora o no del hombre… debemos abordar qué es arte verdadero, arte fulero y falso y qué diferencias existen entre esos artes: es curioso que las artes se nos vuelven masculinos. Qué tiene el arte del toreo, la música como verdadero arte, la culta y la popular, una novela es arte o un bodrio, una película pertenece al séptimo arte o es  basura… ¿Es esto así?
         Curiosamente lo que Scruton defiende sirve para cualquier acción humana. Toda acción para ser propiamente humana tiene que ser ética: si no lo es, es inhumana. Por lo tanto, pinte un excelente cuadro o haga una silla chabacana, en tanto que obrar… ¡y aquí voy, Rafa! me mejora. Acuérdate del principio del filosofar platónico tras Sócrates… ¡la intención en la acción!
         Déjame que me vaya aparte. No me pierdo. Ahora vuelvo. Distingamos como los clásicos entre facere y agere. Todo facere produce un artefacto, el que sea, mostrable, tangible, audible, percibible, sentible… por los llamados sentidos externos: un cuadro birrioso, una silla excelente. El agere, sin embargo, es el rastro que todo acto deja en el ser… ¿Te acuerdas de lo que dice al respecto Aristóteles? El valor de mi obra, en cuanto realidad externa, depende de su calidad: de que la silla sirva para sentarse, sea hermosa, etc.. Lo que queda en mí tras mi acto, en cuanto valioso, virtuoso, bueno o malo depende en exclusiva de la intención y su cualidad de virtuoso, positivo, ejemplar.
José Nogué.

1 de marzo de 2012

¿Por qué los españoles comunicamos tan mal?, Manuel Campo Vidal.

A/A Asociaciones de alumnos

         Uno cree estar de vuelta de muchas artimañas urdidas y la verdad es muy otra. Oí hace unas semanas parte de una entrevista que le hacían a Campo Vidal en la COPE sobre un libro que trataba los problemas de comunicación de los españoles y de los comunicadores en concreto; ciertamente los entrevistadores y el entrevistado lo hicieron tan bien, que me animé a la compra de los dos libros que tiene sobre el particular.
         Hoy termino el libro que titula arriba y vuelvo a escuchar una entrevista de Juan Ramón Lucas al autor sobre la misma obra, es de 29 de febrero, han pasado varias semanas y, si tuviera que decidir si comprar o no el libro, no lo haría.
         ¿Saben ustedes cuándo es el día del patrón de los cazadores? Pues San Huberto es el 13 de marzo. Dudo mucho que haya más de un millón de periodistas en España y nunca hablan en tal día de nuestro Santo Patrón como sí lo hacen por San Francisco de Sales, Patrón de lo suyo. ¿Qué quiero decir? Evidente, creo. El periodismo es profesión corporativista. Jabón sobre jabón, Campo Vidal y sus libros han salido enjabonados y yo, confuso, en la espuma…
         Vaya por delante que el título del libro es puro artificio de pescador: carnaza que oculta anzuelo para atrapar. No lo digo yo, lo escribe el propio autor en la página 166.
         Aducir, como causa primera y casi única, que los españoles no sabemos comunicar en público porque no nos examinaron oral nunca es de una simpleza que chorrea de risa, con todos mis respetos señor C. V.. ¡Sería a él! A mí sí me examinaron oral, me preguntaban oral en clase y yo lo he hecho como norma siempre a mis alumnos. Es lo que hay. ¿Que otros no lo hacen? De acuerdo. ¿Que en otros países se examinan ordinariamente oral? Lo ignoro y en qué grado…, pero montar una teoría a partir de tan liviana premisa es arriesgado.
         En el libro sobran anécdotas. En las entrevistas que le hacen sobra la salpimentación de anécdotas periodísticas…, de periodista. Hacer categoría de la anécdota me parece mucho arroz para tan poco pollo. Citar a José Luis Sampedro como autoridad sobre la humildad, me parece atrevido en grado sumo, con todos mis respetos para el viejo economista, que no es precisamente es el Aquinate ni Sócrates, por citar a dos pájaros que vuelan más alto en el ramo y lo tratan mejor. 
       No me parecen sinónimas en absoluto comunicar y contar…, por favor. Me parece una tergiversación torticera. Una cosa es lo que hace García Márquez, que cuenta y lo hace de Nobel, y otra cosa es comunicar. No, señor C. V., comunicar no es una bendita manía como usted parafrasea: comunicar es una necesidad humana del animal que vive en la polis o pasa a ser, ya sabe lo que decía el maestro, un jaramago universal.
         Usted ha estado utilizando en su libro como sinónimos palabras que designan realidades muy distintas. Me comunico con el frutero, con mis oyentes en una conferencia, con el pastor que hallo en el campo… y no todo es el mismo comunicar. Hablar en público es harina de un costal, hacerlo en un medio como la radio es otro, otro en la tv.: oiga aún no vi presentadora bisoja de un telediario…, ¿me explicó?
         El cierre del libro me parece original. Se quita de un parpirote, en faena de aliño y en un párrafo, a los conocedores en profundidad de la materia: teóricos, enredadores, semiólogos… A las posibles críticas ya las responde en el epílogo, que es tanto como ponerse la venda antes de que le tiren la piedra: no sé si es prudente, pero sí astuto.
         Lo afirma en la entrevista de Lucas. Todos queremos vender algo, pero ese algo no puede ser humo tras una pantalla. Servidor se cegó con el humo y no percibió que tras este solo había otro poquito más de humo.
         Don Manuel, usted es un personaje en el panorama comunicativo español, si no fuera tal, con todos mis respetos, este libro no se lo publica Plaza ni durmiendo.
         Aviso a lectores españoles: si usted quiere aprender a comunicar no adquiera el libro. Si quiere pasar un rato amable leyendo un libro ligero y correcto sobre el particular, adelante.