31 de octubre de 2012

José Ovejero, LA ÉTICA DE LA CRUELDAD (I)




         Muy posiblemente Maximiliano María Kolbe y Rudolf Höß se conocieron a comienzos de los años 40 en un campo de concentración de Auschwitz. Al lugar lo llamaron Auschwitz-Birkenau. El primero de ellos, Maximiliano María, era un polaco, un prisionero más entre los miles del campo, fraile franciscano conventual, natural de Zduńska Wola, y tenía 53 años. El segundo, Rudolf Höß, era un SS Obersturmbannführer director del fatídico y siniestro campo hasta el verano del 43; de origen alemán, Höß pertenecía a una ferviente familia católica y estuvo en un tris de ser sacerdote, pero eligió como amigos y compañeros de viaje, entre otros, a un médico, Josef Mengele, de tristísima memoria, y a Martin Bormann, secretario personal de Adolf Hitler. Cuando Kolbe conoció a Höß, este tenía diez años menos que él, 43.
        Dos hombres: dos animales, racionales, dependientes, según Macintyre. Kolbe ofreció su vida a cambio de la de otro prisionero del campo. El 14 de agosto de 1941 una inyección de fenol acabó con su vida –que no con él-. Höß fue juzgado en Nuremberg y condenado a morir ahorcado; el 16 de abril de 1947 se cumplió la sentencia en Auschwitz, en el mismo campo donde tanto luchó por la solución final.
      El primero optó por la humanidad y venció al miedo –el hombre es el único animal capaz de ello-, le ganó por la mano a su egoísmo, a su animalidad. Kolbe es un héroe, un modelo humano para la humanidad y por eso la Iglesia católica lo declaró santo y una vida ejemplar para seguir. El segundo, Höß, era igualmente un hombre, pero eligió otro derrotero: la animalidad, sus escritos de última hora, sus alegatos sobre la obediencia debida, etc. eran y son pan mojado que se comieron los gorriones; eligió aplicar su racionalidad, con la maldad del hombre, a otros hombres, siendo él mismo inhumano y cruel hasta el aborrecimiento y el vómito. Ambos gozaron del libre albedrío relativo del que disponemos todos los humanos, ambos eligieron estar a uno u otro lado de una raya.

                                              Tú mismo te has forjado tu ventura,
                                              y yo te he visto alguna vez con ella;

        Escribiría siglos antes Miguel de Cervantes en su Viaje al Parnaso.


Maximiliano Kolbe.
        Sirva lo hasta aquí escrito como prólogo de lo que a continuación sigue.

       Andaba lejos, lo reconozco, de las sendas que me llevaron a José Ovejero. Buscaba y leía sobre la violencia del hombre con los animales, iba de Tim Ingold a Ramírez Barreto, de Delibes a Ortega, iba por los altos andamios de la caza, y creo que por este hilo llegué a esta obra, La ética de la crueldad, y por su autor a una novela suya, Las vidas ajenas, que me mira ahora desde un montón de libros desde la estantería.
     Lo primero que escribiré es que Ovejero se muestra, o se me antoja, un ensayista ágil, fácil, culto, sugerente, ingenioso y claro (la claridad, ya se sabe: la cortesía…). ¿La ética de la crueldad?, me pregunté. ¿Puede haber una ética tal? ¿Puede haber una ética que regule la crueldad o sencillamente es un título? Si la crueldad es lo inhumano y la ética solo es posible entre humanos, ¿cómo podría existir oxímoron semejante? La curiosidad mató al ratón, la studiositas se lleva su tiempo, pero ni mata ni daña, creía yo.
     Valga lo hasta aquí escrito como prolegómeno a este ensayo sobre la obra de Ovejero, La ética de la crueldad.
      Camino de las once varas voy…
 
 Rudolf Höß a punto de despedirse de su Auschwitz-Birkenau.

25 de octubre de 2012

UN CHARLIE CUALQUIERA se muda a AMAZON.




           Este es el subtítulo de este blog. UN CHARLIE CUALQUIERA es también el título de una novela que escribí hace unos años y charlie es sinónimo de quídam, de uno como pronombre indefinido… Así, un charlie cualquiera es redundante, con pretensiones enfáticas. Un charlie, como escribí con cierto disimulo en el comienzo de la obra, es un posible vocablo para incluir en el Diccionario de la RAE y lo definí en su cuarta acepción como 4. m. Persona innominada. U. frecuentemente cuando no se quiere declarar de quién se habla, o cuando se ignora su nombre.
          El término generación que, originario de la Biología, aterrizó para caracterizar grupos de escritores en la historia de la literatura española del siglo XX, bien me puede servir para decir que un charlie es también alguien que se encuentra fuera de su tiempo. La idea no es nueva. Obvio. Me acuerdo ahora de La hoja roja de Delibes e incluso de su Diario de un jubilado, muy inferior a La hoja e inferior en calidad también a los dos diarios que lo precedieron, el del cazador y del emigrante. Las generaciones hoy pasan que vuelan, ahora ya no se respetan los 15 años de los que hablaron Pinder y Petersen. Las realidades que creíamos comprender e incluso manejar se nos escabullen y nos puede incomodar la circunstancia en que nos hallamos. No comprendemos del todo qué sucede a nuestro alrededor. La técnica nos sobrepasa, nos apabulla. Pretendemos saber mucho de poco, y este poco nos abruma.
         Este charlie, este buen hombre, es el padre de otro personaje de otra novela mía, del protagonista de Soy Gutiérrez… Don Sixto es el padre de Javier Gómez. Hace ya mucho que terminé esta obra de la que apenas recuerdo pasajes sueltos. Es curioso que las obras propias, los libros que uno escribe, una vez terminados, toman derroteros también propios. Al principio son jóvenes que pretenden cobijarse bajo el autor, mas el autor no los quiere ya cerca, comprende que no le corresponden, que se hacen adultas de pronto, que deben vivir solitas. Nadie las llamó. Creo, no sin ciertas dudas, que los libros que escribo me solicitan. Algo de esto escribió también Delibes, lo leo estos días en una biografía de Salinger, de la que ya comentaré aquí algo cuando pueda… Los libros se hacen mayores de edad y los miro en la lejanía como algo ajeno.
         Esta obra nunca optó por ser publicada en papel. Los libros se van subiendo a AMAZON por empeño de blumm y de Daniel Arias de Saavedra. Son ellos, los amigos, quienes los animan y los ponen al servicio de quienes deseen leerlos. Se escribe para comunicar… y eso pretendo. Ojalá pasen un rato agradable con la lectura de Un charlie cualquiera, si es que les apetece leerlo.
        

9 de octubre de 2012

ESPAÑA NO PERDONA, la novela que nació huérfana




                       España no perdona es, considero, el título atinado de una realidad que, por desgracia, sigue vigente. Es el título que da razón de mi penúltima novela. Hace unos días el hoy Ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, comentó que España no es un problema. Quizá tenga razón. Quizá sea más correcta otra formulación idéntica en apariencia, pero profundamente distinta: El problema es España.
                   La reflexión sobre la realidad nacional, sobre qué fue lo que movió, lo que hizo, lo que generó y estaba –y quizá esté- en el hondón de la realidad hispánica es un pensamiento recurrente entre intelectuales, y otros, en el terruño nacional. De Cervantes a Larra, de Quevedo a Costa, del católico Rey aragonés a Azaña, a Ortega, a Unamuno… España siempre estuvo en el cristal del microscopio. Castilla hizo a España dijeron, mas ¿cómo fue aquel parto tan mal avenido que aún hoy los españoles seguimos divididos? Unamuno habló de la individualidad y la envidia del español. El español es tan rácano que por no usar la palabra admiración habla de la envidia sana, que es tanto como un sano cáncer, un hermosa lepra… ¡y pura ignorancia de cínico!
                   Mi España no perdona se escribió junto a otras muchas obras sobre la Guerra Civil, que es el mayúsculo trastazo de un pueblo, un error antonomásico, un error superlativo. Otras naciones por entonces pelearon, poco antes, poco después, mas ninguna lo hizo contra sí misma en una guerra fratricida. No hay peor guerra que la contienda entre hermanos, donde al fondo siempre hay un telón religioso, escribió Bernanos. La guerra entre Caín y Abel es la guerra de la envidia que movida por el odio habla de un Dios denostado por uno, amado por otro.
                 España no perdona no es un reparto del culpas porque el escritor no es necesariamente juez de nada, todo lo más, si acaso, aprendiz de notario. Leí y medité sobre esa guerra lo indecible y concluí por ello en que nosotros, la generación del babyboom, la generación X o como se nos quiera llamar a quienes nacimos en los 60 no tuvimos la culpa de aquello que rompió aguas en el 36, pero aún la guerra coleaba vívida en esos años. Tampoco tuvieron la culpa quienes nacieron un poco antes, quienes nacieron en los 70, en los 80, en los 90… ni quienes, doblado ya el siglo, aún siguen naciendo con ese pecado de origen. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón, escribió con acierto don Antonio Machado:

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

                      No se equivocó el poeta sentencioso de la última hora. Es por todo ello que este libro tiene en su portada banderas que se entrecruzan –las puso Daniel Arias de Saavedra-, banderas sobre el polvo, banderas sobre el lodo, banderas que hablan de banderías y de bandos, de buenos y malos, de rojos y azules, de ricos y pobres. Hablan de un pueblo inculto que grita y no se escucha porque no quiere oírse. ¡Ay, banderas de sangre!
                     Juntos a ninguna parte, escribe Delibes. El español no va junto con otro español a ninguna parte. El progreso al final, el progreso verdadero e ideal, dirá Delibes está recogido en un texto de San Juan donde Cristo nos manda amarnos los unos a los otros, etc. Sí, ya sé… ¡ya lo sé!
                         La España de hoy también no perdona a las Españas fratricidas, pero aún está con la escopeta cargada y con la guardia atenta y baja, dispuesta siempre a descerrajar un tiro en la otra España, a darle con una quijada de burro en la cabeza para abrirle a la otra, a la que sea, pero a España, la cabeza… porque España no perdona a quienes se mataron e inocularon el odio en el resello del hondón del alma española, el odio a la otra España… Siempre, por lo menos, las dos Españas…
                          Sirvan estas palabras como puesta de largo de esta novela mía que nace en AMAZON, sin más presentación ni más cobijo que la intemperie, pues como ella, este, su autor, así vive, al calor de lo que Dios disponga.

8 de octubre de 2012

Mis libros en AMAZON



       Azacán es una hermosa palabra de origen árabe que designa a quien en castellano se denomina aguador. Me gusta más azacán. Cuenta Corominas en su diccionario etimológico (si alguien desea deshacerse de alguno en papel, por favor, que me lo me regale porque solo tengo el abreviado) que esta palabra se usaba ya en el siglo XIII y que tiene la misma raíz, en árabe, que otra hermosa palabra, acequia… Agua, vida, frescura… No recoge el Corominas breve, sin embargo, el verbo derivado del sustantivo, azacanear, que según me dice el diccionario de la RAE se usa con andar y estar y por tanto dan lugar a perífrasis verbales… Me dijeron que el verbo azacanear, como neologismo, como derivado del sustantivo azacán, surge en el Toledo del Tajo donde la ciudad necesita del agua del río y así el azacán siempre, en su continuo subir y bajar con agobio da pie a ese estar azacaneado. Pues así voy, así estoy, así ando… azacaneado (y dejo aquí la anécdota de Cela, ¡que me pierdo!).
       Daniel Arias de Saavedra, que no yo, Daniel, insisto, que es… mi amigo, es un señor a quien los ordenadores se le resisten lo justo y necesario, pero que, en general, los domina con suma facilidad. Daniel ha tenido la grandeza de echarme una mano. A partir de ahora mis libros, agotados en casi todas las librerías, él los ha subido al carrusel de la Red en el caballito de AMAZON y ahí lo pueden ustedes mirar, curiosear… y bajar, si así lo desean, por unos dólares.
       De los libros ahí colgados, se agotó Soy Gutiérrez hace la tira de tiempo, pues fue un libro de una sola edición, razonable para el caso, que se agotó en un pispás. Están Amanda, querida y Escalera de sinvergüenzas de las que, en papel, tengo aún ejemplares en casa para poder vender… La gran novedad es que España no perdona sale a la calle: sin presentación, sin acto social, sin bendición casi... Ninguno de mis libros antes salió así, pero la vida cambia y a veces manda.
        Pienso en mis libros como en los perros que tuve, como en los amigos que lo fueron una vez hace tiempo, como en los niños que fuimos y dejamos de ser. Recuerdo a Soy Gutiérrez que se marchó a Madrid de la mano de Sergio Munuera y allí, en la capital de las Españas, pasaba por novela policíaca de las que se vendieron un buen puñado…
       Escalera de sinvergüenzas se tituló así en un último momento, en una conversación telefónica con el editor, porque el libro se iba a llamar Juan de Ochaendía con claros ecos barojianos, vascos, mas solo eran resonancias de quien me inspiró el libro, aunque solo fuera por su título, mi amigo inolvidable Juan Ochando.
        Amanda, querida es un libro que no termina de romper. Es un libro que leen con bien y gusto, con agrado, las señoras cultas de cierta edad, pero que se les cae de las manos a los más. “No pasa nada… Es como si fuera la vida”, me han dicho muchas veces… ¡Pues sí!: es un cúmulo de pequeños sucesos, como la vida en sí, vividos, mirados, contemplados por una mujer… Hermoso libro Amanda, que anduvo en un PREMIO PRIMAVERA DE NOVELA y alcanzó la final, aunque al final llegó el FINAL y ganó quien debía ganar. Así es la vida. Amanda es un libro muy especial para mí… Empezó este libro en una carta que escribí a Julio Montero desde Dublín. Julio vivía entonces en Granada… ¡hace tanto tiempo, Dios, mío! “¡Qué cosas, Amanda!”, termina el libro, si no recuerdo mal…
          En la siguiente entrada sigo… ¡¡Voy por agua!! Es lo propio del azacán.                                       

4 de octubre de 2012

Sigo con eso de las lecturas de los ricos (y II)


Otro lector empedernido: el Pocero en su yate...

         Alguno se me puede encampanar con aquello del mecenazgo de los poderosos y todo eso que ocurría en el mundo clásico, el mundo del Renacimiento, las fundaciones hoy de personas adineradas, etc.; mas no creo que debiéramos confundir almorranas y témporas, es decir, la ostentación, la vanidad, la pompa y el alarde con el cultivo parsimonioso, un tanto ridículo y tan poco productivo en dinerito contante y sonante como es la lectura. El rico se hizo construir palacios y casas, en la urbe y el campo. Se hizo representar en cuadros o esculturas. Pagó a actores y teatros particulares, y a los pintores o adquirió cuadros. Hoy invierte en arte, en obras de arte. Conocidas colecciones nacen a la sombra de hombres poderosos y enriquecidos, de familias durante generaciones. ¿Qué leerá Tita Cervera, la varonesa Thyssen o como se escriba –que a mí me suena a marca de ascensores y sus revisiones-? ¿Y su señor niño, ese grandón que siempre sale vacando con la nuera detestada por la señora varonesa? ¿Qué leerá don Borja Thyssen? ¿Y Ronaldo y Messi y Maradona y Nadal… esos chicos ricos… qué leen? O alegan que “realmente los viajes, las concentraciones, los entrenamientos me lo impiden”.
         ¿Y nuestros políticos, esos hombres que declaran algunos millones de euros? Sí, unos mindundis entre los ricos, pero son hombres acaudalados y de acción. El lector suele ser intelectual inservible para la política, para los negocios, donde se necesitan hombres decididos, sin muchos escrúpulos y escasos remilgos. La cavilación no tiene cabida en el apunta y dispara, para después indagar. Me pregunto ahora si Maquiavelo fue rico, si lo fue Aristóteles, el preceptor del poderoso Alejandro… No lo sabría decir, pero me temo que no. Me suena más bien que sus vidas fueran austeras, sobrias, frugales, templadas…
         Es curioso cómo cambian las tornas. En el mundo clásico el hombre de letras cultivaba las llamadas artes liberales, pues se entendía que disponía de su tiempo para ello: era rico. Después se dijo que estudiar letras era camino digno de la pobreza, pues las carreras que daban el dinero estaban entre las llamadas artes serviles. Hoy pasa otro tanto: médicos, ingenieros, arquitectos, economistas, empresarios…
         Mucho me temo que son escasos los ricos que entre viaje y viaje, entre cacería y cacería, entre idas y venidas, leen. No ha mucho creo que un hijo del mítico don Juan March, el banquero famoso, hablaba con fruición de los libros: una pedrada en un ojo, un mirlo blanco, una perdiz albina.
         Perdóneme. Voy a dar un paso más al frente. ¿Qué leen, sin ir más lejos, nuestros profesores? Sí, nuestros profesores universitarios y no universitarios, los maestros y licenciados… ¿Cuántos libros compran y leen en un año? Los hay que muchos. “Hace dieciocho años que no he leído nada de mi materia”, me dijo un profesor hoy ya jubilado y a quien Dios conserve muchos años cavando olivos.
         En realidad, ¿para qué discutimos? ¿De qué hablamos? Los ricos y los menos ricos… se lee poco, pero los ricos, de veras: creo sinceramente que los ricos ricos no leen NADA DE NADA.
         ¿Y usted qué sostiene?

2 de octubre de 2012

¿Qué leen los ricos? (I)



Aristóteles Onasis, con su temario de lectura...
   

         Discutir es un deporte muy español que suele terminar a voces, en vocerío y enfado, y sin aportar maldita la pizca de luz sobre el tema, el asunto, etc. Discutir en el sentido español del término puede también comportar pasión y buscar la verdad. Innecesario que reviente la vena de cantaor del pescuezo. La verdad no es un tren que salga a hora fija.  Me gusta discutir. Sí, me apasiona la verdad: buscarla, hallarla en la realidad más variopinta. Me anima su dificultad. El bien de suyo es difusivo: esto quiere decir que uno quiere el bien para quienes lo rodean, para quienes conforman la realidad cotidiana, la compañía, los próximos. Uno no se guarda para él, egoístamente, el bien, la belleza. Si leo un buen libro, lo comunica. Si lee un mal libro, advierte de su quebranto. Si ve una buena peli, si disfruta con una canción, con un grupo musical, con un pintor, con… Lo bueno, servidor, lo difunde. Del mal, si puedo, prevengo: ya bastante se expande él solito sin que se le haga publicidad. Resumen: He estado discutiendo sobre qué leen los ricos.
         La respuesta de entrada es NADA DE NADA. Pero vayamos por partes. ¿Qué entiendo por un rico? Entiendo por una persona rica a la que dispone de su tiempo. El rico trabaja, pero no tiene empleo. Es rico quien no está sujeto necesariamente a un horario, un despacho, una mesa, un ordenador, un jefe, un subordinado, unas obligaciones perentorias y que puede disponer lindamente de su vida (que se traduce en tiempo). Ahora bien. Este rico, si no tiene dinero, y en este mundo, hoy, quien no tiene dinero es un pelado… no termina de ser un rico cabal, pues está muy próximo a estar sometido a sus necesidades físicas: comer, dormir, asearse, moverse, beber, elegir… Lo de Diógenes y su barril está bien, pero es muy limitado: como finca, se me antoja, pequeña. El planteamiento de Epícteto… se  me presenta alicorto… Lo podríamos discutir y todo eso, pero, por redondear. Entiendo por rico, insisto, a quien tiene mucho dinero y mucho tiempo.
         Escribe Ortega y aquí me apoyo y me impulso, que el hombre rico ha tendido a lo largo de la historia, por carencia de quehacer perentorio, a aburrirse. No se olvide que el hombre se autoconstituye en su quehacer. El hombre lo es en tanto que se mueve, que va, se relaciona, agarra y suelta, sube y baja… Dios hizo al hombre ut operaretur dice el Génesis, si no me olvidé. Es decir, el hombre necesita, permítaseme, mover el bullarengue, lo que es el culo, en román paladino: menear el cocotero, la sesera... 
         ¿Y qué hace el rico? Imaginémonos a Carlos Slim quien, dicen, es el hombre con más dinero del mundo. Nuestro dueño de Zara y no sé cuántos más negocios de trapos, Amancio Ortega… Supongo que dedica algún tiempo a sus validos, gestores, mandados, gerentes, etc. mientras desayuna, mientras viaja en avión o plácidamente está tumbado al sol… Quizá despachan entre viaje y viaje en un lugar amable, acogedor, bien decorado, con gusto. ¿Qué lee don Emilio Botín con ese rostro de intelectual que tiene, con todos mis respetos?
      Ser rico puede ser bueno; ser pobre no es malo, pero tiene muchos inconvenientes, le veo yo, vamos. Este tropel admirable de ricos -lo escribo con toda admiración- se dedicará a viajar, a montar a caballo –en su defecto a conducir buenos autos-, a cazar y al galanteo… Cierto que dedicarán tiempo a su NEG-OTIUM, el negocio es literalmente el NO OCIO, ¡pero no mucho!, pero ¿a leer? Leerán algún informe, algún periódico, algún resumen de prensa, quizá, incluso, se lo lean, tengan a quien se lo lea, se lo condense… ¿Se imaginan a Botín leyendo La voz a ti debida? Le pega más pagar el premio de piano que promovía, creo, no sé si su esposa o su hija o alguien próximo; eso sí le pega que lo haga… ¿Qué leerá el Rey mi señor? ¿Y su hijo, ese don Felipe? ¿Acaso no recuerdan el regalo de doña Leticia cuando la petición de mano? ¿Leería el regalo que le hizo? El doncel de Don Enrique el doliente, de Larra.
         La lectura es un quehacer de movimiento físico casi nulo. Requiere grandes dotes de paciencia. El lector es un curioso. Su curiosidad se llamaba STUDIOSITAS, actividad esta  que nada tiene que ver con el vicio de la CURIOSITAS –eso tan de la tele que consiste en remover en casa del vecino, entre sus heces y restos vitales, etc.-. Generalmente la lectura… no suele llevar a generar grandes cantidades de dinero. Suelen los filósofos hablar de Tales y de la pasta que ganó alquilando las almazaras y todo eso, que debió de ser un pelotazo al estilo del EUROMILLÓN y un pepino intelectual.
         No. Mucho me temo que los ricos no leen nada.