31 de diciembre de 2012

El silencio: la tentación de la nada (II)




         No entiendo nada de zen, esa filosofía budista. Mi último contacto con ella lo tuve por la vía de Salinger y de un libro que leí sobre la India no recuerdo por qué motivo. Lo lamento, pero no chanelo los vericuetos filosóficos orientales. Se trata de una obra plena, llena de nada, la consecución del puro vacío zen. Es el vacío lleno de la nada zen. Ya ves, para mí es un oxímoron resultón desde el punto de vista estético: plenitud vacua. ¿Racionalmente o es irracionalidad pura?
         El concepto abstracto de la nada es siempre atractivo. Cuando se estudia el status viatoris, es decir, la condición propia de aquel que va de camino, se trata necesariamente con detalle de dos polos: la esperanza y la nada. La nada tiene el atractivo del origen: Esta relación de la criatura con la nada radica en el hecho primario de que todo lo creado se crea de la nada. En la nada naufraga la esperanza y se conforma como desilusión, más literalmente: como desesperanza. En la nada nada hay. De la nada nada se saca. ¿Está la nada vacía o llena? En tanto que nada es no-ser y por tanto, entiendo, se encuentra vacía, es decir: sin nada.
         Cuando escucho la obra de Cage no oigo nada. ¿Se oye el silencio? O, mejor: ¿se oye la ausencia de sonidos? No se olvide que el sonido es una sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos, transmitido por un medio elástico, como el aire. Si de algo me puedo jactar, lo afirmo cargado de humildad y humillado, es de tener muchos amigos. Me voy al blog de mi amigo Rafa Ballesteros y este me ilumina al punto: No nos engañemos. La misma renuncia a los sonidos significa la autodisolución del sujeto. En definitiva, los sonidos, queramos o no, no son más que sonidos humanos. El mismo ser humano, con su estructura auditiva, convierte en sonidos parte de la gran cantidad de vibraciones que andan dispersas en su alrededor (piénsese en los infrasonidos y los ultrasonidos). Es absurdo, pues, asignar al sonido un estatuto ontológico ajeno al hombre.
         Mi querido charlie: es curioso como la verdad flota. La verdad se defiende siempre como gato panza arriba. Lo que Rafa nos dice es que sin hablarnos –un medio capital de la comunicación humana- el ser humano se deshace. El hombre sin comunidad ni comunicación es un jaramago universal (Ortega). El ser humano, lo hemos repetido muchas veces, es ser social (Aristóteles), es ser dependiente (MacIntyre). La mudez y la sordera son anormalidades: la normalidad hace sujetos hablantes y oyentes, comunicativos (el autismo es un trastorno humano grave). Los planteamientos de Cage, según Rafa, significan negar la posibilidad de comunicación, en cierto modo, de cualquier tipo de humanidad, de ética, de moral en definitiva.
          La tentación de la nada, la llamada del silencio, el atractivo de la soledad… Entiendo que hoy más que nunca, mi querido Jesús, tiene una fuerza irrefrenable para el ser inteligente que actúa como tal. Hoy donde somos hipersolicitados. Somos reclamados por mil naderías. Se nos pide opinión –y opinamos- incluso de lo que ignoramos. El silencio, la huida, el deseo de ambos, de soledad sonora y creadora… es respuesta al hartazgo. Cierto que el silencio impuesto es el propio del dictador: ¿recuerdas La casa de Bernarda Alba? La primera palabra de Bernarda en la obra será un ¡Silencio! imperativo, el final, la última palabra, también suya, será otro silencio idéntico: ¡Silencio! Ese silencio es perverso, inhumano, imposible.

29 de diciembre de 2012

El silencio: nada que decir (I)



         Querido charlie:

         Hace mucho que no te dedico unas letrillas. Es la vida en sí. Hoy lo hago porque nuestro amigo Jesús G. C. me ha contestado a un correo. Es curioso, ¿sabes?: le escribí allá por febrero del año en curso y hace unos días me llegó una respuesta suya. ¡Siempre son bien recibidas las noticias de los amigos! Sus letras están en la línea de una realidad que él llevaba tiempo ensayando, recorriendo…, creo.
          Sin duda le agradezco en lo que vale el esfuerzo que ha hecho por contestarme, pues no es solo el hecho de escribirme, sino el de ir contra lo que en el mismo correo afirma: Supongo que no es algo muy frecuente llegar a tener la sensación de que no tienes nada que decir. No me refiero a no decir nada, absolutamente nada. Uno tiene que seguir viviendo y realizando todas las funciones de la vida cotidiana. Me refiero a la sensación de no tener nada verdaderamente importante que comunicar (la negrita en estas entradas siempre será mía, charlie).
         En realidad su correo arranca desde la obra 4:33 del compositor John Cage. Te copio y pego para que mejor comprendas el arranque del razonamiento de Jesús: Dicen que John Cage compuso esta obra un día en que el ruido del tráfico en la ciudad era tal que le impedía concentrarse para trabajar en su música. Es algo circunstancial, en realidad, estoy convencido de que fue solo su profundo conocimiento del taoísmo zen lo que verdaderamente le llevó a componer esta obra, a mi juicio una de las cumbres musicales del siglo XX. Supone no solo una reivindicación social desde la música, un grito de protesta desde el silencio más profundo, sino la manifestación de la totalidad minimalista. Se trata de una obra plena, llena de nada, la consecución del puro vacío zen. Es el vacío lleno de la nada zen. Absolutamente maravillosa, impecable, sin una nota de mas, la exaltación de un signo musical, elevado a su máxima expresión. Es la búsqueda de un ideal, el silencio pleno, puro, al parecer no imposible de conseguir. Me adjunta un enlace donde se puede oír la obra de Cage (lector atento, sí, usted: por favor, pulse sobre este enlace, y tú también, charlie, aunque ya hayas escuchado la obra, me consta: http://www.youtube.com/watch?v=hUJagb7hL0E).
         Para mí todo esto es muy problemático. No obstante, en absoluto es algo muy frecuente llegar a tener la sensación de que no tienes nada que decir. Al contrario, Jesús, es muy común, cierto que frecuentísimo, un clásico de la humanidad. Desde hace muchos años, lo tengo escrito, a esto lo he llamado la tentación de Jonás, aquel que por no predicar en Nínive se largó a donde no alcanzara la mano de Dios y se lo zampó la ballena. Es la tentación de la isla solitaria. Es el ¡Un día me iré a dónde nadie me diga mamá…!, que dicen algunas madres (El príncipe destronado, de Delibes). “¡Me voy a largar donde no me conozcan!”. La tentación es esa. Sin embargo, quiero ir más allá. ¡Me resulta tan sugerente lo que me escribes!

27 de diciembre de 2012

BENEDICTO XVI: La infancia de Jesús (II), sin mula ni buey



    
    Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado, escribe Benedicto XVI en su escrito PORTA FIDE con la que se convoca el año de la fe. Creo que es sustancial para la salvación y la comprensión de la existencia y la vida de Jesús, si hubo o no una mula y un buey como testigos mudos de su nacimiento. Lo que oigo en la calle sobre esto, promueve en mí firmes avances en mi fe y me anima al servicio del prójimo, ¿y a usted? ¿Y lo de que los reyes magos se escaparon de una comparsa gaditana –que, por cierto, no me gustan porque no las entiendo- no le mueve a usted a ser santo? ¡Con sus matasuegras y todo, esos reyes en camellos! La fe no es un estado de nada ni un modo de ser, sino una virtud que se acrecienta por la humildad y, a su vez, en cuanto teologal, es don que Dios concede. Miro en el Credo y no hallo en él que sean verdad de fe: que hubiera una mula y un buey en el nacimiento del Salvador ni que hubiera Reyes ni oro ni incienso, ¡fíjese!: ¡ni mirra…!
         El Papa publica esta obra con su nombre de pila y el elegido para su papado. Joseph Ratzinger. Benedicto XVI. No es obra magisterial, se dijo en la presentación, sino obra magistral –esto lo escribo yo- de un hombre sabio que, en su búsqueda serena y firme de la Verdad, lee, investiga, medita y a la luz de la fe escribe una obra sobre la Persona en quien reconoce a su Maestro, y a su Padre en un niño que nació de una virgen en Belén de Judá. La realidad y la verdad son muy testarudas, como la historia… ¿y qué le hacemos?
         ¿Qué sentido tiene este libro para quienes no tienen fe? ¿Quiénes hemos comprado este libro y por qué? El texto tiene sin duda tiene un sentido catequético para quienes somos cristianos. ¿Acaso pretende el papa convencer a quienes no lo son de que hace unos 2020 años nació –no apareció como algunos han escrito: nació- del que se dijo que era Dios y él mismo eso dijo de sí? La indiferencia es esencial al agnosticismo y, por tanto, quien lo sea no se ocupará ni invertirá su tiempo en leer a quien de entrada calificará de ignorante y dogmático, por lo menos.
         El ateo, si es español, como si es creyente, no habrá dios menor que lo mueva de su postura: Soy católico porque mis padres lo son y es tradición en la Corona española o algo así vino a responder nuestro actual Príncipe, don Felipe de Borbón, respuesta, como se ve, muy acorde con la actitud de su pueblo y en los antípodas de una fe viva, reflexionada, meditada, elegida… (se ve que gustó de elegir a la esposa, pero lo de la fe, le vino dado; aquí se es católico y de derechas y del Real Madrid… porque nos viene por la teta, ¡y se acabó! Que le pregunten a Juan de Valdés, autor del Diálogo de la lengua).
         Negar nuestro origen judeo-cristiano como europeos, ignorar que nuestra lengua española procede del latín, que nuestra cultura entronca con la Grecia clásica vía Roma, despreciar a los pensadores árabes o alemanes…, no disfrutar a los autores de habla española del otro lado del charco… es mancar nuestra cultura y nuestras posibilidades. En un mundo global y globalizado es labor de tontos comerse el verdín de los rábanos y dejarse estos. Mis alumnos ignoran quien es Lázaro el amigo de Jesús; mis alumnos supongo que no saben quién es Herodes, ni el Grande (quien tampoco parece que mandara matar a ningún niños, según Antonio Piñero en su biografía del déspota); me consta que no saben quién es Job (nombre que leen como si del término inglés, job, [ʤɒb], ‘trabajo’, se tratara y así al paciente bíblico lo llaman Yob, El libro de Yob, me dicen de la obra del pobre fray Luis); si les preguntara por el viejo Simeón o por Ana la profetisa… Ignorar quién es Jesús, dónde nació, por qué lo hizo allí… Se me antoja que es conocimiento de persona que desea ser  medianamente culta y por eso desde este blog se anima a que se lean este libro, incluidos los sacerdotes cristianos (se ha pasado el adviento y no oído ¡ni una referencia en ninguna homilía a ningún cura sobre el libro! Ya se ve que la afirmación tomada del Papa con que se inició esta entrada es bien cierta).
         Añado, aunque me alargue:
         Les aseguro que no harán grandes descubrimientos si conocen y meditaron algo el Evangelio o leyeron alguna vida de Cristo (aún recuerdo con agrado la Vida de Jesucristo de Ricciotti).
         El Papa les acercará amablemente a las realidades sencillas de la vida que nace de quien muchos pensamos que es Dios: de lo avatares de su nacimiento, de sus papás, de quienes le amenazaron… Es amable saber de quien se ama.
         Me quedo boquiabierto ante la capacidad de síntesis y la sencillez del Papa, cuando miro la bibliografía consultada, leída, meditada… (muerto ando de risa cuando veo algunos enmendarle la plana sugiriendo bibliografía… ¡siempre es hermoso enseñar a quien no sabe!).
         Espero que disfruten tanto como yo con la infancia del Niño.


26 de diciembre de 2012

BENEDICTO XVI: La infancia de Jesús (I)





      

         Como ustedes saben el conejo lerdo siempre gusta más de las hojas que del rábano. Entre los humanos no siempre el tardo se come las hojas, pues entre estos animales se encuentran los mentirosos, los egoístas, los interesados, los tergiversadores profesionales… Mezclas de necios, mentirosos, tendenciosos… son quienes al hablar del libro de Benedicto XVI comentaron qué sucedía con el buey y la mula y qué con los reyes andaluces: todo follaje, pura hoja, nada de rábano. Dudo de que su comprensión del texto fuese tan infame y tan ínfima: habría que ser muy memo. La interpreto con seguridad  maliciosa. Cierto que luego, entre los ignorantes, los perezosos –no se olvide que el agnóstico lo es-, se dio dos perras al pregonero y los profesionales llamados de la información –en muchas ocasiones in-forme, de-forme, etc.- se lanzaron a repetir las necedades que los voceros del mal promovieron desde sus altoparlantes. El titular y el vocerío no matan la verdad, pero la apabullan. Aceite sobre agua, afirma Cervantes de la verdad. Se hace sonar interesadamente el río que agua no lleva, se habla de lo accidental de forma oblicua, blablablá, se olvida lo sustancial por la tangente, se frivoliza todo un poco, “¡Un cuarto y mitad más de superficialidad!”, se agita y así seguimos por los caminos que llevan al perdedero de la mentira. ¡Qué tolerante y llevadero el ignorante!
          El libro La infancia de Jesús forma parte de una trilogía en la que, siendo el primero en el orden cronológico de la temática que se trata, la vida de Jesús, es el último, sin embargo, en ser editado: el broche. Ya se vieron antes Jesús de Nazaret: del bautismo a la Transfiguración (2007) y Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén a la resurrección (2011). En estas realidades de lo misterioso y la vida eterna parece ser que los últimos serán los primeros. Desconozco si será el caso. Conste que por su extensión y redacción esta obra se me hizo más llevadera con diferencia que las anteriores: a veces el cuerpo no lo coge todo igual. Es la edad.
         Leí muchísimo a Juan Pablo II. He leído algo a Benedicto XVI. Las diferencias entre uno y otro son abismales, se me antoja. El primero comenzó siendo un escritor denso, complicado, un filósofo que desde la cátedra de Pedro se fue comunicando poco a poco más y más, mejor y mejor, con una visión universal de las realidades sobrenaturales y humanas. Era personalmente atractivo, fue elegido joven, tenía un aspecto imponente –lo vi muchas veces en vivo, en directo y cerca: en su casa-, tras el atentado, tras sus viajes, sus sufrimientos y sus trabajinas, siguió siendo el mismo hasta alcanzar el grado de un viejo amable, gastado: le temblaba un brazo, pero nunca el pulso porque era el dulce Cristo en la Tierra. A Ratzinger le precedía su fama, una fama que sus enemigos (quienes cultivan el bien siempre los tiene) airearon confusa, desorientadora, borrosa y padecí de esa intoxicación. Un alemán que tenía un gato y amaba la música clásica. Reconozco al punto, sin embargo, que tras las primeras lecturas de alguna de sus obras me deslumbraron sus escritos. De Juan Pablo II, de su etapa anterior al papado no había leído nada, que yo recuerde, de Ratzinger, sí: como ensayista, como teólogo, como conferenciante… Brillante en su sencillez, deslumbrante en sus planteamientos convincentes. Por su edad, por su aspecto físico, Benedicto XVI no era Juan Pablo II. Por sus escritos, para el lector atento, es Ratzinger muy diferente al Papa polaco y otro intelectual de una talla indudable. Quien dude de ello es también, indudablemente, un ignorante. En este párrafo que cierro no descubro ningún  mediterráneo, ¿hay acaso algo nuevo bajo el sol?

24 de diciembre de 2012

Hagan feliz la Navidad a los demás y serán felices...

 
  El farolico aún sigue siendo poco luminoso entre tanta tiniebla y tanta oscuridad como hay este año de nuevo. Seguiremos, no obstante, con dolor y sufrimiento, por la senda segura, si vamos de la mano de la Luz, si la Verdad, el Camino y la Vida van en brazos de la Señora, junto a San José.

El portal es de madera,
las ovejitas, de barro,
los pastores, de resina
y las nubes de algodón;
las estrellitas, de plata
y el pesebre, de serrín;
pero el Niño que está en el portal
¡ese si es de veras
ese sí es de Verdad!"

         Me mantengo aquí: Con mis mejores deseos de siempre también para estos días, y los que vienen, a los lectores de este blog. Dios nos consuela a todos en el evangelio de San Mateo,
                                                                                         
                                                                                      Antoniojosé.

6 de diciembre de 2012

Tomás Hijo, LEYENDAS DE SALAMANCA



         Mis amigos Angelines y Rafael Cano me regalaron el libro que hoy comento, Leyendas, milagros y rumores extraordinarios de Salamanca, en su tercera edición de 2009. La editorial y el autor me eran desconocidos también. Amarú ediciones y Tomás Hijo, respectivamente. El libro incluye un CD.
         Pero vayamos por partes. En primer lugar quiero dejar sentado que el libro, por el papel elegido, por su impecable impresión, por su diseño, su texto y sus ilustraciones, todo del propio autor, me ha dejado una muy agradable sensación de buen gusto y originalidad. El papel es agradable al tacto, su tono… ¿Por qué tan grande en su formato? Supongo que el autor ha querido huir del libro de bolsillo, del formato grande y optado por el infolio porque de ese modo el texto puede quedar centrado en la página, dejar blancos amplios y aproximarse así a los libros antiguos. Más molesto quizá para manejarlo, pero también un acierto estético.
         En segundo lugar, y me planto, Hijo, su autor, nos sumerge en una Salamanca cargada de leyendas –como las que hallamos en todas las ciudades antiguas de nuestra península- y lo hace casi por horas y con salero como introducción. Nos cuenta brevemente la historia de la ciudad, nos indica con escuetos gráficos cómo situarnos en ella y llegar a los lugares que se citan en las narraciones y se sumerge con gusto en un mundo de fantasías y leyendas de siglos atrás.
          Repasa el autor desde la fundación, allá en la oscuridad de sus tiempos, hasta ese personaje, tan atractivo para mí, como fue Diego Torres de Villarroel, que ya de por sí es más personaje que persona, más leyenda que realidad y de quien leí su Vida y su visita con don Francisco de Quevedo, su admirado autor, a la Villa y Corte (ya entiendo yo que el gusto es vario, pero por si alguien tuviera curiosidad, en el enlace del Instituto Cervantes, hallará todo sobre este polifacético salmantino).
         Creo que no hay leyenda, chascarrillo, cuento, rumor o milagro en esta obra que carezca de su conveniente documentación y su salero al contarlo, pues Hijo no solo narra, sino que recrea, ajusta y mide… Las historias y sus distintas versiones seguro que andaban volanderas por la ciudad e Hijo las ha recuperado y les ha dado asiento en este libro suyo. De la historia del prostíbulo, y de la marcha de las putas a Tejares, y toda la historia de su ida, y de su vuelta con motivo de la Cuaresma, tuve ya noticias por personas que de allí remanecían. Difícil quedarse o elegir alguna leyenda o historia en particular, pero por mil motivos las relacionadas con estudiantes y la universidad son muy de mi agrado (aún recuerdo lo que disfruté con Universidad y sociedad en la España moderna de Richard L. Kagan). No obstante no hay leyenda o anécdota que no tenga una magra carga de sabiduría que el autor sabe administrar y resitúa al lector para que mejor la comprenda.
         La lectura hace muchos siglos que dejó de ser para mí un entretenimiento, una diversión, y entre los muchos libros siempre hay algunos, como estas Leyendas de Salamanca, que ayudan a desengrasar, libros que se leen bien y fácil, por sus temas, por el estilo, por la obra en su conjunto. No esta obra liviana ni frívola, pero nos sumerje en las aguas de otros mundos que nos refrescan o calientan, nos relajan y endulzan el paso a este lado del río.
         Muchas gracias a Angelines y Rafael. Muchas gracias, por supuesto, al autor que tan amablemente se molestó en recopilar, escribir, editar estas historias que tan agradable  me han hecho este trecho del camino, aunque no sé ya si me dio o no mandarina el judío durante el viaje… ¿o fue un sueño?

27 de noviembre de 2012

MIGUEL D'ORS: POSROMÁNTICOS, MODERNISTAS, NOVECENTISTAS.



           ¡Qué de añoranza y gustazo al leer esta obra de Miguel d’Ors! Por unos motivos y otros hace siglos que no leo crítica literaria, con perdón, sesuda –profusamente documentada-, académica -¡que no escolar!-, cargada de ese poso que dan las muchas horas de lectura, las muchas batallas con textos diversos y variopintos autores, el saber acendrado, lejos de la opinión gratuita e infundada, sin impresiones gratuitas.
         Recoge Miguel d’Ors en estos textos artículos que se han publicado en otras oportunidades, en otros volúmenes y quizá por ello, por la dificultad de acceder a su lectura, él hizo el gran favor de compilarlos. Comenta autores de finales del XIX y de comienzos del XX. Reconozco mi afecto incondicional a muchos de ellos, mis muchas lecturas… de ellos, sobre ellos.
         Los escritos sobre poesía, la mayoría, como excelente poeta que es el mismo profesor d’Ors, son deliciosos. Su Galicia entre brumas, camino de cualquier parte, con Rosalía son un regalo en este tremolante y lluvioso otoño de Andalucía. El lector agitado por la prisa pensará que d’Ors se mueve sinuoso y lento entre los versos, entre las palabras, que mima y acaricia antes de devolverlas en su contexto límpidas y claras, más comprensibles, más fáciles de amar. No hay prisa, vamos camino del saber, no de lo informe e informal y frívolo, mi amigo.
         Me hace gracia, lo ignoraba, el paso de Machado con Valle por Granada. Muchas veces me pregunté si vendría Machado para algo a Jaén. No me consta. En ningún libro lo leí. Siempre fue Machado más hacia la Sierra de Cazorla. Cierto que de paso seguro estuvo, pues desde Baeza –puede que me falle la memoria- el poeta fue con destino al oeste, olvidé el lugar y el motivo -¿Huelva?-, pero seguro que miró atónito el castillo de mi pueblo, sobre un peñón entonces sin pinares, jactancioso, roqueño, plomizo, seguro. Valle-Inclán, ese impar personaje de sí mismo, esa figura teatral que se representaba a sí propio y don Antonio Machado, sereno, tranquilo, junto al bullicioso Valle, por Granada: ¡las que uno se ha perdido!
         Los Barrios de quienes nada sabía servidor. Cierto que tengo por ahí un libro del mismo d’Ors –Dios queriendo se comentará en este blog más adelante- en el que se da cuenta y razón de la relación entre Ángel Barrios y Manuel Machado, de quien d’Ors sabe quizá más que nadie… Me cae bien Manuel Machado, aunque lo prodigué poco.
         También su abuelo, Xènius d’Ors, es objeto de algún artículo. ¿Quién lee ahora al genial catalán? Lo ignoro. No hace mucho anduve con un libro suyo sobre el juego, si no me falla la memoria, esa escopeta que dispara cartuchos donde la pólvora anda a remojo. ¡Cuántas anécdotas simpáticas no se le atribuyen al abuelo de Miguel! Chispeantes, graciosas, ocurrentes, cargadas de la inteligencia propia de quien fue un genio: “Los experimentos, con gaseosa, joven”.
         Suelo decir que a Juan Ramón no lo leo ni yo… ¡que tanto lo he leído! Juan Ramón es hoy solo objeto de estudio abocetado y presuroso en el último curso de bachillerato. A Juan Ramón le dedica Miguel algunas de las páginas excelentes de los artículos que componen este libro. Recuerdo vagamente, perdón por mi reiterada desmemoria, que me contó algo sobre un comentario que aquí se halla completo. La muerte de unas bañistas en el norte de España provoca en Juan Ramón un poema de Estío (XLV) que Miguel documenta hasta el mínimo detalle: qué felices y costosas pesquisas las que llevan a historiar la literatura y darles sólidas peanas, muros inexpugnables a la opinión infundada y lerda…
         Abruma y acuna el saber de d’Ors, ¡que bien me hubiera gustado contar entre mis maestros y ni siquiera alcancé a ser su alumno!, solo fui contertulio esporádico en su despacho siempre abierto a todos los vientos de una Facultad que compartimos: una puerta abierta y una sonrisa amable para quien quisiera hablar de Literatura, para quien quisiera preguntar por Ella, por la Poesía, por…
         ¿Se puede, don Miguel?

22 de noviembre de 2012

El hombre en busca de sentido y el suicidio de adolescentes...




        Hoy, día 22, murió hace muchos años un alumno que lo fue mío. La causa, terrible. Hace más años aún, en algunos de sus libros, en sus clases y conferencias, allá en los Estados Unidos de América, profetizaba el psiquiatra y creador de la logoterapia, Viktor E. Frankl, que la primera causa de muerte entre la juventud no serían los accidentes con vehículos a motor, sino el suicidio.
         Cierto que desde que leí esto ha pasado mucha agua bajo los puentes. Cierto que son miles los alumnos que he tenido en mi dilatada carrera como docente, pero la profecía del psiquiatra judío se ha cumplido.
         Siempre me pregunto, cuando llegan estas fechas de rememoración y tristeza, de dolor y desgarro, qué movió a esos chicos a tomar esa irreversible decisión. Usted sabe, lo habrá leído, que son muchos los muchachos que se suicidan en los países de Oriente, Japón y Corea del Sur. Dicen que se les presiona mucho en sus estudios. Dicen que se exigen mucho a ellos mismos. Dicen que la hiperresponsabilidad atosiga sus vidas. Los chicos de Oriente también me ocupan, pero el amor es ordenado y, por tanto, me ocupan más aquellos a quienes tengo próximos, quienes son prójimos: el amor desordenado nunca es amor.
         ¿No tuvieron el tino de hallar a la persona adecuada, a la persona que les pudiera contestar sus preguntas? ¿No encontraron quien rebajara su tensión quien les hablara de la hermosura de la vida, de lado luminoso de la existencia al que la nada y la desesperación no llegan? MacIntyre afirma en su Historia de la ética que somos éticamente kantianos: el deber ser nos paraliza y nos guía; la jaula de hierro es la imagen que usara Max Weber en su La ética profesional del protestantismo ascético para decirnos que estamos atrapados y sin solución: no hay salida, el hombre no tiene salida, él no la halla.
         Vivir es un aún no. El alma dormida debe recordar sin aspavientos ni temores que el hombre va de paso. Está vivo y morirá. El estatuto propio del ser humano es el de quien va de camino, el llamado status viatoris. La muerte segura, en este tiempo de misticismo relativista, y opiniones necias a trochemoche, no admite cuarto a espadas. Usted se morirá y yo no quedaré para simiente de rábanos.
         Copio un diálogo del genial Valle y de su no menos genial obra Luces de bohemia:
            MADAMA COLLET: Otra puerta se abrirá.
         MAX: La de la muerte. Podemos suicidarnos colectivamente.
         MADAMA COLLET: A mí la muerte no me asusta. ¡Pero tenemos una hija, Max!
         MAX: ¿Y si Claudinita estuviese conforme con mi proyecto de suicidio colectivo?
         MADAMA COLLET: ¡Es muy joven!
         MAX: También se matan los jóvenes, Collet.
         MADAMA COLLET: No por cansancio de la vida. Los jóvenes se matan por romanticismo.
         MAX: Entonces, se matan por amar demasiado la vida. Es una lástima la obcecación de Claudinita. Con cuatro perras de carbón, podíamos hacer el viaje eterno.
         MADAMA COLLET: No desesperes. Otra puerta se abrirá.

         Doctores tiene la Medicina y habrá sesudos estudios –los hay, me consta- donde se estudia desde el punto de vista sociológico y psiquiátrico el suicidio. Lo mío es, como casi siempre, más de andar por casa. Hoy los chicos no se matan por amor, afirma Collet, ni “por amar demasiado la vida”, como apostilla Max. ¿Acaso no dicen que estamos sitiados por los ninis? (Cuando me acuerdo de mi Nini de Las ratas, asociado, a estos pobres muchachos me da un vuelco el corazón y la mente). Los ninis no se suicidan, ¿o sí? Los ninis son tan perezosos que no se aman ni a ellos ni a cuanto les rodea, pobres, ¿o no? Pierden pie y no encuentran salida quienes no hallan el sentido, aquellos que no tienen verdaderas razones para vivir. Recuerdo que Fernando Corominas - ¿qué habrá sido de él?, me pregunto- solía hablar de su RAPOVERCA… Razones poderosas y verdaderas de cambio… No cambiaré, no me moveré mientras no encuentre el sentido de mi movimiento.
         Dicen que esta crisis occidental lo viene siendo desde hace años de valores… ¿pero de qué valores?, me pregunto yo.

21 de noviembre de 2012

Kenneth Slawensky, J.D. SALINGER. UNA VIDA OCULTA (III): HUIDO.

        El mundo de Salinger, como el de Juan Ramón, se llena solo y exclusivamente de su creación: creo luego existo, escribir es mi existencia. El moguereño afirmó tener en su casa a la Poesía: Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de los apasionados y añado yo: pobre Zenobia. El neoyorquino se ve que tenía el misterio atado y escondido en Cornish…: el bunker del que escribí arriba tenía llenas las paredes con papeles pegados con nombres y relaciones de la disfuncional y famosa familia Glass… Muchos días ni siquiera volvía al hogar, a la casa que estaba en la misma finca, para estar con su mujer y su hija, sino que se quedaba a dormir en su búnker, donde llevó una cama y tenía un sillón especial de coche o algo así, quiero recordar.
       Ambos, Salinger y Juan Ramón, curioso, tendrán obsesiones semejantes por la edición de sus obras: el tipo de letras que se usaban en los textos, las portadas… Quien ha tenido la fortuna de ver un ejemplar original de Helios, comprenderá a qué me refiero. Las portadas de Salinger… ¡le llevarán incluso a romper con sus editores y amigos!: Whit Burnett fue amigo del joven Salinger a quien le dio clase de algo que interpreto como un taller de escritura. Burnett será quien le ofrezca la revista que dirigía, Story, para que el joven Salinger, escritor aprendiz, pudiera editar. La revista no era un hoja volandera de tres al cuarto… y, sin embargo, por problemas de edición se enemistará con él. Otro tanto le sucederá con Jamie Hamilton, su editor en Inglaterra y amigo, hasta el punto de que tras sus experiencias con The New Yorker en relación a Slight Rebellion Off Madison y con The Saturday Evening Post, que cambió los títulos de sus relatos, la aparente traición de Burnett venía a reafirmar lo que Salinger ya sospechaba. Durante el resto de su carrera se mostró suspicaz ante los métodos y motivaciones editoriales (p. 248).
        Me resulta inquietante cómo una persona de la sensibilidad de Salinger, una persona que dedica gran cantidad de tiempo a la meditación, a su supuesta mejora personal… ¡no alcanza a comunicarse con el otro o con los otros inmediatos, con su prójimo! ¿Cómo es que tanta sutileza, tanta capacidad, tanto conocimiento solo se queda en el papel de sus novelas, entre los dedos y las mentes irreales de sus personajes? Él que tanto anheló la sencillez de la niñez, ¿por qué derivó en una personalidad tan compleja, tan complicada, tan agria, tan… enfermiza, quizá?
           Cita Slawenski la relación entre Salinger y Kerouac, Las correlaciones entre Salinger y Kerouac son fascinantes. La generación beat, la generación de los rebeldes, de la liberación sexual, las drogas, las religiones orientales… los Holden Caulfield de los 50 en los USA, no quieren la fama adquirida. Les abruma tanto a Salinger como Kerouac. Salinger se enclaustró por amor a su creación literaria, y los Glass, y Kerouac se encerró en el alcoholismo, que lo llevó a una muerte prematura.
           J. D. Salinger no eligió de forma deliberada apartarse del mundo, escribe Slawenski. Sin duda, por esta afirmación, Salinger no es libre, carece de libre albedrío. ¿Qué o quién decide por él? Su aislamiento fue una progresión insidiosa que lo envolvió lentamente. Reconocía con tristeza las sombras que descendían sobre él, pero se sentía impotente para cambiar el destino. Su obra se había convertido en una obligación sagrada y aceptaba que la soledad y el encierro quizá fueran el precio que debía pagar por ella (p. 442). El creador es un loco y por ello en su República, Platón afirma contundente que los poetas han sido expulsados de ella porque “la razón nos lo ha exigido+ (607 b). Lacónica explicación. La razón… nos lo… ha exigido.
        Como es fácilmente comprensible, Salinger en ningún momento se prestó a que alguien escribiera una biografía suya y quien lo intentó se vio con él en los juzgados. Tampoco iba él a escribir su autobiografía. Alguna vez escribió algunas palabras para las solapas de sus libros sobre él mismo. En la que escribió para la de Franny y Zooey Confesaba la sensación de que se estaba disolviendo en su obra y admitía: «Hay un peligro bastante real, supongo, de que tarde o temprano me sumerja, quizá desaparezca por completo, en mis propios métodos, locuciones y manierismos». Y decía todavía albergar la esperanza de sobrevivir a las exigencias de su cometido, pero no quiso o no pudo o… alterar la senda elegida y por la que caminaba desde hacía años.
        Desvivirse en los personajes afirmó Delibes que había hecho en la recepción de su Cervantes. Su vida se había visto absolutamente condicionada por su condición de creador… Me planto.
         He disfrutado mucho yendo con Slawenski por la vida y la obra de Salinger. Me he divertido repensando cómo fue la creación de su obra. He sufrido con su vivencia en la Segunda Guerra Mundial… y en el fondo todo esto Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.

16 de noviembre de 2012

Kenneth Slawensky, J.D. SALINGER. UNA VIDA OCULTA (II): HUYENDO

               En segundo lugar no me deja de admirar que un autor con cuatro obras editadas y unos cuantos cuentos publicados y sueltos en algunas revistas americanas, haya podido vivir y sobrevivir sobradamente toda su vida de sus escritos. Cierto que con escribir una obra maestra se cumple de sobra. Salinger no escribe en diarios, no pronuncia conferencias. Salinger se esconde, se retira de la vida pública porque rechaza la fama que conlleva haber escrito un libro como El guardián. Sus convicciones filosóficas orientales nacidas cuando estuvo en la Segunda Guerra Mundial, en los campos franceses, le orientaron a la convicción de que la escritura es un medio de meditación y salvación. Esta convicción filosófica, entiendo que para él, también religiosa, es una combinación del misticismo cristiano con las ideas zen.
               Escribe Slawenski: “The New Yorker publicó Para Esmé, con amor y sordidez el 8 de abril de 1950. Después de los ajetreados años 1948 y 1949, entre abril de 1949 y julio de 1951 Salinger sólo publicó este relato”. Me quedo confuso, admirado… Salinger y así se repite una y otra vez dedica enormes cantidades de tiempo e ingente esfuerzo para escribir unos cuentos que, por lo que ahora me parece descubrir en esta biografía, esconden delicada y exquisita máquina de relojería que no percibí -¿del todo?- en mis lecturas y comentarios (no leo la obra en inglés).
               Una y otra vez el biógrafo repite una idea que Salinger adopta como propia y piedra angular de su existencia: su trabajo es dictado por Dios y a Dios se lo debe y a nadie más. Escribir como forma de meditación exigía aislamiento y concentración totales. Una vez que Salinger abrazó este método, empezó a considerar que el clamor de la publicidad y la fama lo apartaban de su trabajo y de sus plegarias (p. 248). A partir de esta convicción Salinger se pasará toda su vida huyendo de quienes lo acucian, lo persiguen por el interés de saber de él, del autor, de quienes se le acercan, según él, para distorsionar su trabajo. Todo ello terminará encerrándolo en su bunker –no es hiperbólico, sino ad pédem litterae- en la ya de por sí aislada finca de Cornish. Ignoro y solo podría opinar -me temo que como la gran mayoría- sobre la realidad de lo que contó su hija en El guardián de los sueños. Lo que cuenta sobre su padre, opino, es exagerado, si bien ya de suyo lo que su padre hizo me lo parece. Me pregunto: ¿La creación de la obra está por encima de la vida del creador y de su circunstancia, en términos orteguianos? Entiendo que esta situación se ha repetido innumerables veces. La creación literaria –la creación artística- se ha teñido de tintes seudorreligiosos, enfermizos y ha llevado a los autores al aislamiento. Recuerdo ahora lo que alguna vez se contó sobre Juan Ramón, nuestro Nobel. Poco antes de la muerte de su mujer, estando en el hospital, en una entrevista que concedió a un periodista sueco (se presumía la concesión del Nobel al moguereño), este le preguntó qué opinión le merecía la poesía española del momento –estaban en 1956 en Puerto Rico-. Juan Ramón le contestó por escrito –se negó a recibirlo personalmente- que ignoraba qué era de la poesía española, que no sabía ni entendía sino de su propia poesía… ¡con el agravante contrario!: los demás no entendemos, sino con mucho esfuerzo, de su poesía de esos años. Juan Ramón se había encerrado sobre sí, siguiendo una dinámica de años… Su deseo de aislamiento llevó a Zenobia a recubrir de corcho las paredes del despacho de don Juan para evitar los ruidos molestos.
               Salinger se aleja de la comunicación que supone toda creación. Llega un momento en que desprecia la opinión de sus editores, no aprecia a sus lectores, encerrado sobre sí, no le importa perder su matrimonio y el  amor de su esposa, el trato y la educación de sus hijos… solo le interesa ese extraño entramado de una familia, fruto de su creación, los Glass, que resulta extraña por rara y por lejana a los lectores. ¿Merece la pena? ¿Le mereció la pena a Salinger? ¿¡Y qué me importa a mí si le mereció o no la pena!?

13 de noviembre de 2012

Kenneth Slawensky, J.D. SALINGER. UNA VIDA OCULTA (I)



               Olvidé quién me habló por primera vez de El guardián entre el centeno. Olvidé por qué causa leí esta obra. Ignoro dónde leí sobre Holden Caulfield por vez primera… Sí sé que lo tengo como libro que recomiendo con frecuencia a alumnos de bachillerato o universitarios desde hace muchísimos años (ahora precisamente lo tengo prestado). También recuerdo cuándo y por qué lo leí la última vez. Me consta que es una novela que deja una extraña sensación en sus lectores. ¿Al final en qué quedamos?, nos preguntamos no sin cierta justificada suspensión.
               De su autor, de Salinger, sí había leído bastante antes de esta obra que hoy comento. También había hablado en varias oportunidades, había dado clases sobre sus textos: todo lo editado lo he leído e incluso en algunos casos lo he trabajado algo. En la difunta Revista de libroshoy resucitada!- leí una crítica sobre la biografía que Kenneth Slawenski había escrito sobre un Salinger recién muerto, editada por Galaxia Gutemberg, en excelente edición, como siempre.
               Antes de que me diera tiempo de leer este libro se lo llevó de casa BernardoLuis Munuera, ese entusiasmo lector continuado y férvido, imbatible… Fue leerla y, como deseaba subrayarla y garrapatearla, leída me la devolvió y se compró él su ejemplar… ¡supongo que habrá hecho lo que dijo, como es su costumbre! Rápido calificó la obra de imprescindible, ¿acaso alguna obra no lo es para él? ¿Acaso no lo es, en cualquier caso, cualquier obra? (Recuerdo a Pieper y sus tesis sobre el amor… ¡qué bueno que tú existas!).
               Ahora me toca a mí hacer algún comentario, me temo que estos sí son prescindibles… ¿o no? Traigo a este presente la memoria de quien se fue demasiado pronto y me dio algunas clases de Filosofía que aún recuerdo: ¿qué puedo decir yo sobre un filósofo en una tesis que no haya dicho o escrito ya él mejor que yo? Esa era su tesis sobre las tesis. Y no estaba mal visto.
               En primer lugar, escribiré que, a mi entender, Slawenski abusa de la traslación y el biografismo al establecer relaciones entre la obra de Salinger y su vida ordinaria y su biografía en general. Las piezas que Slawensky corta encajan a la perfección en el puzzle trazado y dibujado por él de antemano. Lo que sienten o dicen los personajes, sus vivencias como creaciones se corresponden de forma unívoca a la vida de un Salinger que –lo escribo ya- queda tras una nebulosa de datos que nos aporta su biógrafo. No hay realidad de su vida, insisto, que no tenga una correspondencia, un correlato inmediato, directo, inequívoco en alguna de sus obras, en la boca de uno de sus personajes, en alguna acción por baladí que sea. Me parece una interpretación mecanicista de la que huyo o leo no sin escepticismo.
               Aún en esta primera apreciación, añado: el biógrafo nos lleva de la mano por la vida y la obra de Salinger como expliqué en el párrafo anterior y se le supone al lector un conocimiento exhaustivo, vivo, fresco, inmediato de la obra del autor… ¡cosa que en mi caso no se da! Al biógrafo no le basta con que su lector tenga trabajada y leída la obra completa de Salinger, sino palpitante y fresca, insisto. De El guardián sí tengo más recientes recuerdos, pero no así de los Nueve cuentos y menos aún de Levantad carpinteros… y de Franny y Zooey que son una mezcolanza en mi recuerdo, avivada tras la lectura de esta obra que hoy comento. Imposible la presunción que hace el biógrafo salvo que se haga como comentó mi amigo Bernardo Luis Munuera: leyó la biografía e hizo propósito de releerla y, a la vez, según me dijo, releer la obra completa de Salinger (algo de todo ello escribió en su blog).
               Abusa también el biógrafo, considero, cuando con tanta frecuencia comenta que: en ese momento con tal motivo…, con esa lectura…, tras conocer a… quien fuere, cualquiera… algo cambió para siempre en la vida de Salinger. El hombre es puro cambio pues la vida es movimiento, pero no resulta tan fácil repartir en una vida setecientos momentos de cambio radical en una persona… Todo momento vital es crucial, toma de decisión, elección… Se me antoja hiperbólico.
               Hasta aquí por hoy. Continuará...

12 de noviembre de 2012

Parafraseando: la pornografía es violencia.



          Hace unos años, antes de la divulgación de Internet, una tesis doctoral, entre sus finalidades tenía la recopilación, selección y actualización de bibliografía sobre el tema tratado. Antes incluso de ello, comentaba Julián Marías -¡excelente escritor, excelente español, excelente pensador!- que ya era imposible, con los medios que se contaba, acceder a todo lo escrito sobre cualquier realidad, fuera la que fuese. (Por cierto, desde aquí reivindico la figura de Julián Marías, con quien pasé horas inolvidables).
         Imposible por tanto estar al cabo y al tanto de todo lo publicado: imposible. Escrito esto añado que de ahí a repetir como novedad lo que se halla en la Biblia, en los clásicos griegos y latinos, apropiárselo, difundirlo, etc. sin darle a cada uno lo suyo es injusto.
        Leo hoy (EL MUNDO, 12-11-2012) que toda pornografía es “violencia, vulgaridad y misoginia” y me quedo perplejo. Todos los miércoles no se puede inventar la pólvora sin humo. Todos los jueves no se escribe el Fausto ni El Quijote. Todos los días es complejo descubrir el Mediterráneo. Enmudezco al leerle al periodista “¿Moral a la hora de hablar de sexo? «Sí, porque es amoral y necesita de una moral para que nosotros podamos enfrentarnos a él»”, estas palabras últimas son del pensador francés Comte-Sponville, que presenta en estos días en España el libro al que hacen referencia las palabras del periodista, Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad (Paidós).
       TODO ACTO HUMANO ES ÉTICO O ES INHUMANO. TODO ACTO HUMANO ES MORAL -inteligente, voluntario-, O ES ANIMAL.