10 de noviembre de 2011

De tertulia con Rafael Ballesteros, Sobre el arte popular... 3.


         Querido Rafa,

         Que me quedé colgado contándote lo del Infante don Juan Manuel y se llenó un folio. Me dicen que esta extensión en una entrada, y con la que está cayendo, es mucha letra para tan poco tiempo y tan poco fuste lector. A ver, cuando uno se explica necesita de su espacio.
         Déjame que te cuente, limeño… Tú sabes de sobra que Carlos Marx, ese mediocre economista y mal filósofo -una mala tarde de por vida la tiene cualquiera-, puso en circulación la idea de praxis. Ese otro marxista –creo que era más que marxiano, tú me alumbras si acaso- que es Adorno, de quien tú citas un texto, y en el que habla de dicha praxis y la actuación directa del arte en la política… Todo debe ser reconvertido para la esa revolución por medio de la lucha que nos llevará a la sociedad sin clases y etcétera, que ya, a estas alturas del XXI, no se cree nadie y no es sino una barricada de pan mojado que se comen las palomas.
         Ignoro de dónde has sacado esa cartesiana clasificación del arte popular como de masas, folklórico o de compromiso, pero no veo el cardo y el decumano que ponen las mimbres para ello. El quehacer humano -y el arte lo es en grado sumo- es un medio de mejora en sentido amplio. La definición del hombre como perfeccionador perfeccionable me viene al pelo: el arte popular nace de la necesidad del hombre por fabricar una vasija, pero no se conforma con que ésta sea mero medio para contener trigo, aceite, vino… o agua, en su defecto, sino que es decorada en su exterior: se pinta, se incide sobre el barro blando antes de ser cocido y se le hacen unas muescas que la decoran y la hacen singular, la hermosean y con ello la arrastrada vida del hombre de la cueva se eleva, se dignifica, se humaniza, ahonda en la esencia de la humanidad misma que se aleja del animal irracional que sólo se mueve por instintos.
         En esta línea, mucho más provechosa desde todos los puntos de vista, intelectuales, espirituales, antropológicos,… me gusta más la materialización de la vida cotidiana de la que habla Escrivá de Balaguer en una memorable homilía -Amar al mundo apasionadamente- en el campus de una Univesidad en ciernes:

                Por el contrario, debéis comprender ahora —con una nueva claridad— que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.
            Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual.

         No era pólvora sin humo lo allí predicado, porque ya estaba en el Evangelio, pero este hombre sabio lo repetía porque era bueno recordarlo. El arte es medio de perfección moral, como lo es el trabajo en la cocina –entre los pucheros anda Dios, decía otra Santa y Doctora de la Iglesia, Teresa de Ávila-.

         Otra vez tumbo un folio y no llego a Saint-Exupéry y un texto para mí memorable y que medité muchas veces…
         Nos va a durar esto más que un traje de pana… colgado en una percha.

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