28 de noviembre de 2011

(Charlie-salida-24). El amor no es una emoción…


Patricia Churchland.
         Recién aterrizo de leer dos artículos. Dejo uno a medias para redactar esta entrada. Nada de lo humano me es ajeno, me digo. Imposible que todo lo humano quepa en mis capacidades: intelectuales, temporales, espaciales, me insisto. Leo sobre la neurofilosofía a raíz de una conferencia de Patria Churchland en Caixa-Forum (en carta que recibo hoy, los funcionarios de esa entidad me advierten que subirán los precios de las gestiones que hacen con mi escaso numerario, nada de lo humano puede sernos ajeno, insisto, mas primero filosofare y deinde vivere: lo tengo meridiano). Sigo… que de la neurofilosofía y sus presupuestos me embarco y termino de leer un artículo excelente de Juan Antonio Rivera en Revista de libros, ¿Es Internet tóxica? Se pregunta el catedrático de Filosofía… y comenta un libro apetecible de Nicholas Carr, Superficiales. ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Y me pregunto, ¿de veras interesa qué sea el amor en esta trepidación de mundo?
         Cuando Francisco Ayala firmaba como sociólogo en el ABC  de Ansón, entonces, páginas completas, aquellas páginas de los sábados que acompañaban al cuadernillo Cultural, José Donoso, Julián Marías, Lázaro Carreter, Delibes, Rof Carballo, Vallejo-Nájera… recuerdo un artículo –lo tengo por ahí, recortado y seleccionado, pegado con otros cientos- que llevaba por título Prisa… Decía el granadino que era una de las características de la época que nos había tocado vivir, ¡cuánta razón…! Deprisa, deprisa… Insisto: ¿de veras interesa qué sea el amor en esta trepidación de mundo?
Francisco Ayala.
     Con sinceridad creo que sí. Posiblemente para la señora Churchland la psicología folk, o del sentido común, no sea de recibo. Servidor no gasta y, por tanto ni mete ni saca, pero sí le digo que como pariente y descendiente lejano de don Quijote y su escudero, servidor, sabe y constata que el sentido común del caballero Panza tiene muchos dedos de experiencia y esta no se deshilvana al paso… El sentido común, señora Churchland, me decía hace años a mis cortas luces, por ejemplo, que la palabra motivación era un cajón demasiado grande que había desplazado la cajita negra de la voluntad, y que nos estábamos equivocando: lamento tener razón; el sentido común me decía que la memoria estaba siendo arrinconada a favor de los haceres y hoy tenemos aulas llenas de seres ansiosos, manipuladores, nerviosos, inquietos, individuos incapaces de sentarse correctamente en una silla, atender una explicación, escuchar sin interrumpir…: y lamento tener razón. El sentido común, señora, me dice que el amor es un bien necesario, un bien imprescindible sin el que es imposible vivir incluso en este mundo de neurofilósofos, de Internet, de redes, de tóxicos y de prisas.
Nuestro pariente Sancho Panza.
         Afirmé que abordaría algo que se me antoja esencial para la brisa que corre del sur, cambiante en todas direcciones, con respecto al amor y que puede dar cumplida cuenta de una plaga que nos afecta. El amor no es una emoción, el amor no es un sentimiento…, pero para ello deberá esperar… Sí, esperar. Paciencia. A la siguiente entrada. Sirva la presente de aperitivo. Disfrute del camino y sus ofrecimientos. Y no olvide: Sancho Panza parece que pierde el burro, pero no es así, siempre cabalga.

Aviso del autor a un su amigo…


             Me escribe charlie para decirme que me he olvidado de algo que aseguré que haría: comentar un texto de Saint-Exupéry al hilo de lo que conversaba con mi amigo Rafa Ballesteros a quien, según el mismo charlie, he dejado en una cuneta del camino. Seamos pacientes, por favor.

         El caminante va ratos con una persona que sigue su camino. Acompaña, a veces, a quien lo invita a su casa. Se detiene un rato, descansa, fuma, come algo, repone fuerzas, prueba el vinillo del terruño, otrora pide una cerveza helada o se conforma con el agua que brota de la fuente o que sube cantarina del fondo del pozo. El caminante es hombre que come de todo, que bebe de todo, que fuma de todo, que habla con todos…, pero no todo lo atiende o puede hacerlo a la vez. El caminante no quiere perder la paz que posee, la felicidad de que disfruta de ordinario. El caminante se sabe limitado y en sus estrecheces procura moverse sin agobiar, sin faltar, sin atorarse.

 

        A charlie no le ha gustado el artículo de crítica que hizo el dueño de la cosa a los cuentos reales de un amigo real que prefirió, le alabo el gusto, no salir en el trapo, Crítica a un autor de cuentos sin editor. Uno hace lo que puede. La crítica de la historia, del contenido de los cuentos, la crítica de la forma, del discurso, la disección de los personajes, etc. quedan para otros ámbitos. El dueño, a su vez, respeta a charlie y no comparte su opinión. (Charlie en el fondo es un puritano, un tipo un tanto levítico, un pelín pacato, que cuando ve una palabrota, un taco escrito se remueve en su silla, y yo lo comprendo. Le incomoda la sal gruesa, lo vulgar, lo barriobajero… ¡No digamos ya la foto de la escritora Lucía Etxeberría! La foto en cuestión le puso la mala leche a diez mil vueltas de motor… ¡joder, cómo se puso! Mismamente una pantera en celo: que si ya no tengo vergüenza, que si… Reconozco mi limitación y no haberla leído, ya ves, charlie, ¿pero no crees que a juzgar por la foto es una escritora buena?).

 

           Sigo a base de pan y agua.

24 de noviembre de 2011

Crítica a un autor de cuentos sin editor.


         Hola tú:

         Me llegaron tus cuentos y te cuento. Me pedías mi opinión y te la doy. No quiero rayarte la oreja ni chuparte el lobulillo, colega: te escribo lo que siento a calzón quieto.
Gustavo Adolfo el del arpa.
         Como escritor, tío, eres una máquina de labia fácil. No hay puerta que dejes abierta al lector, que lo llevas acojonao, teledirigío, de la mano, oye tú, joder, que seguro que eres tan perfeccionista para afeitarte como para escribir. Vaya un tío por lo legal: Ocurrente, leído, un punto redicho por enrrollao, barroco creo que se decía ¿o neobarroco? Te mola mazo perfeccionar la voluta del verbo que cabalga el renglón, macho, qué vitalidad, joder, porque vital, lo que se dice vital tú lo eres en cantidad. Sí, así, colega: Vital. Te flipa sorprender con el dicho, con la ocurrencia, con la imagen. Sacas de lo mil veces repetío un brillo nuevo, un nuevo mirar, una faceta distinta, una gracia que requiere de un lector listillo, avezado escribirías tú, ¡digo!, y que esté en la cosa, en la pomada de lo que escribes, que si no, en la lunadevalencia, ni puta idea, tío: ni coscarse. Que se te puede leer como quien oye llover. ¿¡Qué me dices de las frasecillas en latín!? A ver si te enteras que estás en la España del po-gre-so, la LOGSE y sus herencias igualitaristas. Aquí, ¿latín? Ni en la escuela, tronco. Y sin embargo tú: un despliegue de saberes, pero en todos los órdenes, ¡la leche! Que no es fácil seguirte el compás, ¿qué te crees? Llevas al lector al límite. Estiras las palabras y las oraciones buscando el lado iluminado del arpa del salón en el ángulo oscuro (este guiño comporta la colaboración de un lector que se supone… conoce la rima VII de Bécquer…, ¿te coscas? ¡Y eso es mucho saber!, mucho lector y más suponer, porque si uno chanela de esta materia es porque uno estudió en la pública, ¡pero en la puta pública de antes!, ¿no sabes?).
         Te mola como al Sabina jugar con un yo perdedor, un pelín canalla y tú tan terne: satisfecho de ello. Muestras bien a las claras –¿tú crees que se puede iniciar así una oración?-, digo que te brota natural que son los otros quienes, pensando que están arriba, por encima, que son más y mejores, en realidad, son unos miserables mierdas con micrópilo, que dirías tú, y así vas que, lo mismo, colega, tú te nutres de ti mismo, como algunos bichos.
Camilo Sesto, con s.
         Esta es otra, no te lo pierdas: me mezclas de lo más cutre con lo más in, lo más out… con la cultura callejera pasada por Wagner y Malher emparentando con Camilo Sesto y Los Chunguitos que da una imagen de lo más kistsch con propósitos surrealista-terroristas…, tú.  
         Poner a parir, es decir, en solfa, a toa la peña, a su modo de ver, de vivir, de decir, de moverse, de entender, por encima del que tú estás y tú quedas recién peinado, recién duchado y cambiado de gayumbos… ¡Por no decirte y escribirte lo que escribía el Umbral, que ya la palmó! Que este es otro que tal. A sus novelas se le pondrán peguitas, ¡pero que las columnas!..., casi toas daban la hora en la última de El Mundo, qué, ¿que no? El Pedrojota, su señorito, que lo llamaba, le daba más de veinte mil duros por cada columna diaria, ahí es na lo del ojo. ¡Y a chulear a la calle Montera!
      Lo de citar a Dalila eso ya es la pollarécord o algo así. Mira en la rue hoy, hoy por hoy digo, no te encuentras ni a tres hoy que sepan quién es el Job, ni el Abraham, ni el Sansón…. ¿¡van a saber quién es la Dalila y qué tiene ésta que ver con una peluquera de Alcorcón y con tu pelada al dos!? ¡Tú es que te lo montas chunguísimo, colega, pero chungo de cojones! Tú, por tus pistolicas, le haces una crítica a la literatura imperante y sus temas de cartón-piedra pintados de purpurina y eso, tío, eso, así, te lo escribo: eso no es po-lí-ti-ca-men-te co-rrec-to. Eres muy bronco. Mu chungón, con toos: te coñeas de los escritores, los editores, los críticos, los jefes, de los que tiene caballo, pistola, billetes, poder… ¿Me quieres tú decir de qué vas? ¿¡Adónde vas tú con ese aire!? ¡Enterao!: Uno no muerde la  mano que le puede dar de comer, de dormir, de viajar, de beber…, tío lila. Tus lecturas de clásicos son de pureta de los de Franco. Un dos tres… Dime tres obras de los siguientes autores… Mejor dicho, vamos a ver: ¿Tú es que no lees a Ray Loriga, a Ruiz Zafón, a Elvira Lindo, a Lucía Etxebarría...? Así no estarás nunca en la pomada, en la torcida, no serás un tipo IN… Dime, a ver, dime a la última presentación de un libro de estos coleguitas en que estuviste, ¡a ver, dime! A ver, otra, ¿en la inauguración de una exposición de pintura de Aute… has estao? ¡Pues eso! Corres bien, pero fuera del camino que diría un griego.
LA ESCRITORA, no se crea, doña Lucía Etxeberría.
         Y esta, no te la pierdas: ¡Esta es otra! Se te nota un léxico falsiri, impostado, impertinente, inadecuado, dirías tú, impropio de ti, vamos, porque tú eres un niñobién aburrido que come bollos de leche y se dedica a escribir pijadicas. Tú no vas por lo social ni lo popular. ¡No! Voy a hacer yo como tú, pero al revés: Tu uso léxico de ordinario culto y de ese nivel se vulgariza, moderniza y se allegadiza donde no lo llaman: a lo barriobajero, lo cutre, lo vulgar y como que no te pega, ¿sabes? Tú crees que un tío como tú puede escribir tramas trepidantes trufadas, ¡jo, tío!, poco menos que te faltó añadir de tronío estentóreo trocado en Trocadero por trozos de trocatinta ¡al tre-bo-li-llo! ¿Quién coño, colega, se lee eso, tío? 
Un tipo de Nueva York.
         En tus textos no sale una palabra malsonante, es decir, ¡ni un puto taco! No hay, perdona la franqueza, ni una polla, ni folleteo, ni una mala teta que llevarse a la imaginación de la líbido, tú, que eso, así…, a piñón, no hay padre que lo digiera… ¿Tú te crees que me puedes endiñar un rollo del pollopío a pulmón, sin una cama donde recostar los complejos y dar rienda suelta a las fantasías sexuales? ¡No te lee ni rita la pollera, hijo, con ese compás! Vamos a ver. ¿Tú no sabes quiénes son el Freud y Woody Allen? Pues ahí está el truco del almendruco. Estamos de acuerdo en que Lucía Etxeberría, por ponerte un poner, es una escritora fetén, de masas, inserta en la sociedad, en el torrente mismo de la masa social, allí donde brota la esencia del arte escrito, amiga de esos estelares intelectuales de tomo y lomo –¡que marche con papas y poco hecho!- como Bibiana Aido. ¡En tu vida te hará una presentación una intelectual de esos vuelos! Con ese par de domingas se puede ir donde te ponga el capullo más rojo y hermoso de esta nación, si bien hoy un pelín jodido y mustio, a ver que todo no va a ser estar a la olla de la cosa, sobre todo donde tengas la olla… 
         Tú tienes que cambiar mucho y contigo tu rollo, tus fervorines… te lo digo yo. O cambias o a ti no te edita ni el fantasma de don José Manuel Lara, que en gloria esté.
         Y aquí pongo el punto, que ya está bien. Y lo dicho, para servir a Dios y a usted,
          
         Charlie.

21 de noviembre de 2011

De los parones del camino, charlie.


          El secreto de todo blog, me dice un auténtico sabio del ramo, está en la continuidad. Publicar mucho, y se entiende que bien, de interés, etc. Se breve, por favor, no estamos para fervorines, pide la familia.
         La vida sin embargo no siempre está tan bonita que da gusto verla, que canta Serrat. La vida se mueve en exceso y no siempre se deja enfilar. Es por ello que, en las viejas escuelas de pensamiento, allí donde algunos filósofos eran maestros con discípulos, donde el ejercicio espiritual era moneda necesaria, el examen de conciencia, lo cuenta Hadot, era conditio sine qua non para todo progreso adecuado. Parón, cuenta y reconducción. Incluso varias veces al día, convenía hacerlo. Me consta que en la ascética cristiana también los maestros del espíritu lo aconsejan: parón y cuenta nueva. Supongo que a los ejecutivos los siguen sus secretarias y les van recordando que a tal hora reciben a don Fulano; que a tal otra comen en tal sitio y que negociarán sobre X; que hay que lavarse y cambiarse de ropa, tenía Steve Jobs a un tipo rayándole la oreja, como el general victorioso y aclamado por la plebe llevaba a su lado, en su carro vencedor, a un esclavo que le repetía al oído aquello de Respice post te, hominem te esse memento.
         Soy hombre. Le falta continuidad a mi blog. Lo siento por mis lectores. Hago propósitos firmes que se derriten como el azucarillo con solo aproximarle la leche caliente. Me dice don Simón, que es sabio en ardides, que no para, pero no hace nada. Me dice doña Teresa, madre de larga experiencia, que no para, pero no le luce… Servidor se sube a esos carros. Esto es no parar, pero en la caja no hay un duro: la mesa se llena de documentos, de libros, de escritos, de notas de avisos: “Para escanear y leer”; “Para comentar” y está subrayado en un amarillo que da grima verlo; “Recordar a Fulano que…”; “Enviar a Mengano…”. Miro la agenda. Virtud sin orden rara virtud. El pobre necesita ser ordenado para ahorrar de lo menos tiene: tiempo. Me temo que se da aquí el llamado efecto Mateo: a quien más tiene más se le dará y a quien menos tiene, incluso, aquello que tiene… ¡le será arrebatado!
         Preparo una defensa cerrada y a ultranza de la lectura de libros clásicos para la ESO y el Bachillerato. La lista no es infinita… ¿Acaso se puede encerrar el Mediterráneo en el agujero? ¡Pues más difícil es intentar esto! ¿A qué autores y a qué obras les ponemos en marchamo de tales? ¿Las confesiones de San Agustín? ¿La cantante calva de Ionesco o esperamos a Godot?
         Busco editor para algunos de mis libros con la inestimable ayuda de los Munuera’s Brother sin quienes mi obra y mis iniciativas se moverían tanto como los ojos de Espinete. Sí, me sé deudor insolvente. Tengo cuatro obras para editar (cinco me recuerda Sergio Munuera, ¡lo sabe el tío mejor que yo!): un ensayo, una obra juvenil de cuentos, tres novelas, ¿alguien da algo por ellas? A estas alturas ya las tengo haciendo la calle y chuleándolas, ¿qué hacer con la brisilla que corre? Nunca antes de ahora fue más fácil editar… ¿Quién dijo eso? (¿Alguien me explica el lanzamiento continuado y apoyado de Ruiz Zafón…? ¡Admirable, admirable! ¿Nadie se atreve a contar en danés el Keiserens Nye Klæder y gritar que el rey está desnudo?).
         Intento mejorar la imagen de este su blog, amigo lector, con la inestimable colaboración de Miguel Ángel Arroyo, el especialista citado arriba. En ello tengo a mi hombre al otro lado, en la Habana, allá donde no habita el olvido.
         Voy camino de terminar con el libro de Murakami, con el celtas largo de Vargas Llosa, con La pediatría con sentido común, con la motivación de José Antonio Marina. Mientras no dejo de probar en la cocina: las palomas torcaces están duras como pico de arca, pero no se resisten a la olla y a sus tiempos; la batata al horno… se quema pronto: ojo; la cañadillas se ponen sólo 20 minutos a cocer y con el agua fría: mejor sin laurel y con sal…
Ussi.

Muñeca.
Ussi y Muñeca.
         ¿Acaso no iremos de caza el sábado aun cuando el barro nos llegue a las cejas y los perros miren con asombro? ¡Ay, mis perros!
         Mi amigo Rafael Ballesteros y yo andamos a vueltas con el arte… La verdad es que se llega a un punto, quiero decir a una edad, en la que a uno se le ocurren más salidas, ideas, razonamientos… de las corrientes, entre otras circunstancias porque las alforjas van más llenas de ideas, de lecturas, de pensamientos, de referencias, de experiencias… y el camino y el blog siguen la turbamulta de la bulla que fluye con música, aunque sin demasiado orden y concierto. ¡Música maestro! “Aunque sea la del telediario, la bailamos”, dicen desde el gallinero, ¡joder qué tropa!, que dijo Romanones.
         Seguimos con el amor.

11 de noviembre de 2011

(Charlie-salida-22). Del amor, con perdón.



         No cejo en seguir la serie de artículos que conformarán un texto cuyo título será Breve prontuario para viajeros… Ya saben quienes algo leyeron de él sobre la felicidad.
         Tengo para mí que esto de las entradas, como las listas de libros que uno prepara para ir leyendo se asemeja a la caza, es decir, que donde menos se espera cambia el compás, salta la liebre, se cambia de libro y orden y así se me quedó colgado este otro asunto capital, entiendo, en la vida de una persona: el amor. Se cruzaron Rafael Ballesteros, marchando, y Murakami, corriendo...
         La anterior entrada de este Breve prontuario para viajeros, hace casi un mes, comenzaba con una idea de Joaquín Sabina y ésta también hace referencia a mi paisano. Sitúa éste el suceso que a continuación narro en El café de Nicanor, allá por su disco Dímelo en la calle. Le preguntaron un día a Nicanor si había estado enamorado y como éste es hombre sincero: “¿Yo? No señor –contestó- yo siempre fui camarero”.
         La historia, sin embargo no es como la cuenta Sabina -¡cuidado con el Paternina!-, sino que ésta tiene lugar primera y principalmente en la película My darling Clementine, (Pasión de los fuertes) 1946, en la que Henry Fonda (Wyatt Earp) le pregunta al camarero J. Farrel MacDonald (Mac) si él había estado enamorado y éste le contesto: “No: he sido camarero toda mi vida".
         Estos sucesos no resultan ajenos. Por testigos pongo a mi madre y a la Luisi, mi tata que fue, que yo creía que los soldados no se casaban nunca, pues siempre en mi primera infancia los veía ir vestidos de militares, en grupos y sin chicas. Tesis que luego, pasados los años, no se cumplió. Parece que los soldados se casaban y también es posible que los camareros se enamoren, porque éstas son cosas que podrían pasan.
         Escrito esto, anuncio:
1.     no me voy a extender mucho hablando del amor, creo;
2.     sobre el amor se ha escrito muchísimo y bien, seguro, desde que se puso la primera letra en sepa Dios dónde;
3.     quiero dejar bien claro que el amor no es básica y meramente un sentimiento;
4.     el amor se presenta bajo formas diversas y comporta relaciones igualmente diversas;
5.     que no se debe confundir el enamoramiento con el amor; y que
6.     el amor no es exclusivamente sexo.
         Lo más encomiástico que del amor se puede decir es que Dios es amor. Es decir: Aquél a quien consideramos lo máximo, el Ser de quien predicamos su perfección absoluta, de quien reconocemos todo en grado sumo afirmamos que es amor: Dios… es amor, lo escribe San Juan en su evangelio.
         En su Metafísica del bien y del mal, Carlos Cardona afirma: «Dios obra por amor, pone el amor, y quiere sólo amor, correspondencia, reciprocidad, amistad (...). Así, al Deus caritas est del evangelista San Juan, hay que añadir: el hombre, terminativa y perfectamente hombre, es amor. Y si no es amor, no es hombre, es hombre frustrado, autorreducido a cosa». Lo que leído y sopesado mete las cabras en el corral al más pintas.
         El amor, por tanto, es realidad capital para el viajero. El viajero piensa que no conoce a nadie que no desee ser amado. Todos deseamos amar y ser amados. Ser conocidos y reconocidos. El amor siempre es una relación interpersonal, electiva, selectiva. El amor es imposible entre una persona y una cosa.
         Un hombre pequeñuelo y sabio, poeta tan impar como inexplicable, San Juan de la Cruz afirmaba que a la tarde se nos juzgará de amor. Es decir, al final de nuestros días parece ser –y así se lo oí también a Tomás Melendo en una conferencia- lo más importante de esta vida es amar y ser amado.

10 de noviembre de 2011

De tertulia con Rafael Ballesteros, Sobre el arte popular... 3.


         Querido Rafa,

         Que me quedé colgado contándote lo del Infante don Juan Manuel y se llenó un folio. Me dicen que esta extensión en una entrada, y con la que está cayendo, es mucha letra para tan poco tiempo y tan poco fuste lector. A ver, cuando uno se explica necesita de su espacio.
         Déjame que te cuente, limeño… Tú sabes de sobra que Carlos Marx, ese mediocre economista y mal filósofo -una mala tarde de por vida la tiene cualquiera-, puso en circulación la idea de praxis. Ese otro marxista –creo que era más que marxiano, tú me alumbras si acaso- que es Adorno, de quien tú citas un texto, y en el que habla de dicha praxis y la actuación directa del arte en la política… Todo debe ser reconvertido para la esa revolución por medio de la lucha que nos llevará a la sociedad sin clases y etcétera, que ya, a estas alturas del XXI, no se cree nadie y no es sino una barricada de pan mojado que se comen las palomas.
         Ignoro de dónde has sacado esa cartesiana clasificación del arte popular como de masas, folklórico o de compromiso, pero no veo el cardo y el decumano que ponen las mimbres para ello. El quehacer humano -y el arte lo es en grado sumo- es un medio de mejora en sentido amplio. La definición del hombre como perfeccionador perfeccionable me viene al pelo: el arte popular nace de la necesidad del hombre por fabricar una vasija, pero no se conforma con que ésta sea mero medio para contener trigo, aceite, vino… o agua, en su defecto, sino que es decorada en su exterior: se pinta, se incide sobre el barro blando antes de ser cocido y se le hacen unas muescas que la decoran y la hacen singular, la hermosean y con ello la arrastrada vida del hombre de la cueva se eleva, se dignifica, se humaniza, ahonda en la esencia de la humanidad misma que se aleja del animal irracional que sólo se mueve por instintos.
         En esta línea, mucho más provechosa desde todos los puntos de vista, intelectuales, espirituales, antropológicos,… me gusta más la materialización de la vida cotidiana de la que habla Escrivá de Balaguer en una memorable homilía -Amar al mundo apasionadamente- en el campus de una Univesidad en ciernes:

                Por el contrario, debéis comprender ahora —con una nueva claridad— que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.
            Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual.

         No era pólvora sin humo lo allí predicado, porque ya estaba en el Evangelio, pero este hombre sabio lo repetía porque era bueno recordarlo. El arte es medio de perfección moral, como lo es el trabajo en la cocina –entre los pucheros anda Dios, decía otra Santa y Doctora de la Iglesia, Teresa de Ávila-.

         Otra vez tumbo un folio y no llego a Saint-Exupéry y un texto para mí memorable y que medité muchas veces…
         Nos va a durar esto más que un traje de pana… colgado en una percha.

8 de noviembre de 2011

De tertulia con Rafael Ballesteros, Sobre el arte popular... 2.


   
      Querido Rafa:

         Cuando afirmo que no toda opinión es respetable, el respetable se rebela, cabecea y se amontara. En esta sociedad individualista de necios, donde todo el mundo sabe de todo, cualquier opinión es palabra de un dios menor que debe ser reverenciada y valiosa, “¿O es que no va usted a respetar mi opinión?”, te sentencian interrogando.
         Lo que va aquí es pura opinión y, por tanto, nada tiene de respetable. No soy una autoridad en casi nada, pero en absoluto lo soy si de arte se trata. De arte popular en concreto tratamos, que es el vericueto hacia el que nos ha llevado esta conversación –mucho más lejos de lo que yo deseaba- y donde ya me siento estrecho y a punto de atorarme. Vamos allá.
         ¿Llegaste a leer los Símbolos, Artes y Creencias de la Prehistoria de Leroi-Gourhan? Estas lecturas y otras se pierden en los albores de mi etapa universitaria. Me niego a remontarme a lo que he pensado sobre el arte popular, pero sí te doy unas pinceladas.
         Creo que todo arte recibe tal apellido, popular, porque no nace de manos conscientes de que su quehacer es bello, armónico, encierra elegancia, saber, una cultura. Los escarceos de la ciencia aún no se han aplicado a sus técnicas, que tienen la elegante grosería de lo elemental, lo sencillo, lo genuino. Esas manos no se saben singulares. La mano anónima que realiza la pieza de arte, con esmero y bien, crea una mera pieza de uso doméstico –una jarra de barro, un plato-, unas telas que conformarán la saya de las fiestas, una pleita que se traducirá en cenacho, capacha o barja. Esas manos nada piden por la obra realizada. Será el consumo indiscriminado quien valore esas piezas como singularidad de una tierra, una comarca, una cultura y un estilo de vida. A esa pieza que siempre fue valiosa se le asigna un precio.
         Dicen, creo que fue María Rosa Lida de Malkiel, que el primer escritor castellano con conciencia de tal fue el Infante don Juan Manuel, nieto de Alfonso X el Sabio. Fue el Infante hombre de singular existencia y de memorable carácter, como muestra en su prólogo a El conde Lucanor, donde escribe:

            Y porque don Juan vio y sabe que en los libros acontecen muchos yerros al copiarlos, porque las letras se semejan unas a otras, cuidando que una letra es otra al transcribirlos, múdase toda la razón y por ventura confúndese; y los que después hallan aquello escrito, echan la culpa al que hizo el libro. Y porque don Juan se receló de esto, ruega a los que lean cualquier libro que sea copia del que él compuso, o de los libros que él hizo, que si hallan alguna palabra mal puesta, que no le echen la culpa a él hasta que vean el libro mismo que don Juan hizo y que está enmendado en muchos lugares de su letra.
        
         Don Juan Manuel ya no quiere que se confunda su obra con la de un anónimo autor, no desea que se le atribuyan yerros de copista… él es un artista que firma su obra y es consciente de sus dominios y saberes… Lástima que guardase con tanto celo su obra en el monasterio de los frailes predicadores, que él hizo en Peñafiel, tan orgulloso nuestro Infante, y que el monasterio ardiese con la pérdida consiguiente de sus obras.

4 de noviembre de 2011

De tertulia con Rafael Ballesteros, Sobre el arte popular... 1.


Servidor con Rafael Ballesteros.
         Siento que pierdo el tiempo cuando lo invierto en averiguaciones sobre asuntos que sabía o que sé, pero he olvidado dónde o cómo los aprendí. Te digo esto porque estaba seguro de que el concepto de pueblo como Volksgeist  es de Herder. Me iba a levantar a mirarlo en el manual de Reale y Antiseri, pero la Wikipedia ha evitado el paseo… ¡y que posiblemente ya no continuara con esto!: no es la primera vez que voy a ver algo y no regreso porque me quedo colgado en otro artículo de interés, en otra consulta pendiente desde, en otro libro que… y que me desvía…, porque la carne es débil.
         En fin, Rafa, que lo de envolverse en la bandera del pueblo (http://ballesterror.blogspot.com/2011/11/el-arte-popular-1.html ): el arte del pueblo y todo eso se me antoja tan romántico como inexacto. El planteamiento que hace Brecht –autor de quien desconfío pues sus obras no son tanto SUS obras como de otras- en tu cita me ha recordado a la generación poética, conocida en la historia de la Literatura española como del 27, que viven bajo el magisterio de Ortega y su Deshumanización. Serán varios de entre ellos, pero Alberti y Lorca principalmente, los primos andaluces, quienes retomarán formas y temas populares para inyectarles renovación de vanguardia y reflotarlos con su sello personal de señoritos andaluces snobs de la Resi. Abrieron camino muchos antes que ellos con otro compás: Demófilo, padre de los Machado, Luis Montoto, Alcalá Venceslada…
         Ciertamente hoy todo parece adquirir y tener un valor de mercado, de mercadeo: sea lo que fuere y, por tanto, el arte no queda al margen, se compra y se vende. El artículo que te pasé de Roger Scruton y del que nada me dijiste, aún me quema en el pensamiento: de veras. No estoy seguro de que sea una broma de mal gusto del hombrecohete, ¡en serio!: por favor no dejes de leer lo que dice el filósofo inglés  sobre la interpretación de In the Ghetto del Príncipe Gitano, que es como para coger el próximo tren a Marte (http://www.youtube.com/watch?v=QrTfYItDDwA: se oye a la gente riendo… ¡para abrirte las venas, vamos!).  
         Al leerte, Rafa, sobre el concepto de pueblo me he acordado de un tipo excéntrico y oscuro como es Gregory Bateson quien, especialista en la comunicación, comentaba una curiosa paradoja de difícil salvación: cuanto más oscuro es un término, cuanto más parece estar en condiciones de significar cualquier cosa y nada al mismo tiempo, mayores son sus virtudes clarificadoras. Así, si alguien quiere esclarecer cualquier asunto, por intrincado que sea, de manera incontestable y expeditiva además, lo que debe hacer es emplear una categoría cuanto más opaca mejor. En cambio, remachaba Bateson, si lo que se prefiere es utilizar nociones que se quisiesen claras y bien definidas, el efecto producido en los objetos a los que se aplicasen acabaría siendo el de oscurecerlos mucho más de lo que lo estaban al principio, a veces de manera ya irreversible. ¿Qué me dices de ello? Ahí es nada: Vox populi, vox Dei.
         Snobismo, elitismo, literatura clásica, música culta, popular, vulgar, alta cultura, alta literatura, folklore… ¿Te hablé alguna vez de Filocalia o el amor a la belleza, de quien fuera buen amigo mío, Pedro Antonio Urbina? Quizá relea el libro y no sin cierto regusto. Ya te contaré. Que no se me olvide lo de Saint-Exupéry y su Ciudadela.