24 de septiembre de 2011

(Charlie-salida-17). Por la virtud.

Rudimentario sistema de escucha.

                                                                          Para María Pilar.

    “Más de cuatro folios no lee nadie”, afirma tajante mi jefe. Lo comparto. Por tanto la técnica del anuncio: repetir y repetir. Afirmaba Gidé: "Todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo, continuamente". Pues ahí estamos, charlie, despacito y buena letra. Recortado y breve a ser posible y a repetir.
    José Pla, un socarrón, afirmaba en su Cuaderno gris que “La felicidad es un punto determinado de inconsciencia”. Pla, de tanto estar en el Ampurdán, tras mucho viajar, se quedó así: Con su camisa limpia y mal planchada, sus cigarros liados y mirando al mar…
    Charlie, no creas que es fácil avanzar por este galimatías. Pero siempre se ha dicho que la verdadera investigación básica se produce cuando hago lo que no sé que hago. Es decir: experimento, intuyo… (qué diferencia, ahora, al cazar entre la perra experta, Muñeca, y la perrilla joven Ussi. Ésta todo lo husmea, lo prueba, come aceitunas verdes, las vomita, se detiene, la nariz al suelo, vuelve sobre sus pasos… y llega a la pieza. La perra vieja va sobre seguro: no se para en barras, hace lo que hay que hacer sin dilación, sin ambages, del tirón). En este caso, charlie, nosotros vamos como Ussi, poco a poco.
    Considero que es capital volver a comprender, una y otra vez, el sentido último de la vida y de sus valores fundamentales. Este es el imponente cometido que se necesita para oxigenar el mundo. Son innumerables los motivos que dan pie al temor. El caminante tiene miedo, puede tener miedo. Es ignorante. No todo es evidente. El hombre, sin embargo, es el único animal que puede desafiar al miedo. El resto de los animales huyen. El hombre lo arrostra, aunque parezca insuperable. El miedo, si no se pone en su justo medio, aparece repetidamente bajo distintos disfraces, como expresión de la angustia fundamen­tal del hombre y es capaz de tragarse muchos buenos deseos, muchas buenas acciones, muchos proyectos o algo así escribe Marina en su libro Anatomía del miedo. El caminante, ya lo he escrito, necesita ser valiente, magnánimo… La felicidad, como la libertad, se toman, se arrebatan.
      En este Breve prontuario para viajeros necesitamos ahora echar mano de una palabra en desuso. Lo decía Paul Valèry en un discurso ante la Academia Francesa: esa palabra está muerta. Ignoro si se escamotea adrede. Virtud. Sí, así, sin más, virtud, virtudes…: sinceridad, prudencia, disciplina, orden, lealtad, generosidad, humildad, justicia… Innumerables ignorantes lían, enmarañan y confunden virtud con valor, con don, con pasión… y ya entiendo yo que no todo es fácil, pero si pido melón no quiero sandía ni pepino, por muy grande que éste sea. Sandía. Melón. Virtud. El viajero que marcha necesita de las virtudes. La consecución de éstas no es la felicidad, pero son muletas, botas, agua, ropa, mochila, comida y cama… que ayudan en el progreso, que ayudan tanto como entorpece el vicio.
      Quede escrito: la virtud es un hábito operativo bueno y el vicio hábito operativo malo… No conozco, viene a decir San Agustín, a nadie que le guste ser engañado, pero sé de muchos que mienten. Ahí nos vemos. El mundo no invita a lo mejor, sino a lo placentero, al confort, al egoísmo… el hombre como todo animal quiere estar bien y sano casi por encima de lo que sea, de quien sea. El virtuoso, sin embargo, quiere y anhela su bien y el bien de los demás. Desea la vida buena. La circunstancia, la hostilidad del ambiente, no facilitan progresar hacia lo mejor. Todos los tiempos son difíciles. Siempre es tiempo de caminantes decididos, recios, virtuosos… Hasta aquí llego. 
                     
      Vale por hoy 24 de septiembre.

20 de septiembre de 2011

(Charlie-salida-16). Retomamos el viaje…

    Te facilité, charlie, un prólogo posible en este mismo blog, Aviso para los caminantes... Un a modo de prólogo, de un posible libro, La casa por el tejado: Prontuario para viajeros, y retomo el pulso no sin ilusión y con el esfuerzo de siempre, Rocinante vuelve al camino.

* * *

    Te expliqué, charlie, que el hombre se ve impelido a lograr la felicidad, con todo cuanto hablamos en varias de estas entradas, con sus problemas, con sus posibilidades, con sus dudas y sus dramas…
    Así pues, ya tenemos al individuo, a la persona humana –varón o mujer- en el camino. Ya nos tenemos, relativamente. De momento somos. Nos sorprendemos a nosotros mismos por ser y estar de pie. Un día nos reconocemos. Nos sabemos o ignoramos impulsados hacia la felicidad, pero, de momento, nos pusieron en unos rieles que la vida porta. ¡Estoy vivo!, me digo satisfecho. La vida es un bien, no cabe duda. Si nadie da lo que no tiene, no puedo darme la vida a mí, sino que se la debo a otros y esos otros, primariamente son mis padres (ojo: mi madre y mi padre).
    ¿Y ahora?, me pregunto. Es obvio que nunca todos los caminos llevaron a Roma. La vida es una y como dijo un personaje de una novela mía, Juanito de Ochaendía: Sólo existe una vida y no se debe desperdiciar en mezquindades. Esta formulación así escrita me recuerda al concepto del héroe de Ortega… ¡Sabe Dios si mi personaje habrá leído o no al filósofo madrileño!
    Bien sabemos por experiencia, charlie, que somos imperfectos, indigentes, móviles por necesidad, sujetos incompletos. De modo que, puestos en pie, no podemos quedarnos. El dontancredismo es imposible. Debemos elegir y elegir con tiento. Procuramos averiguar qué deseamos y es posible que ignoremos que vamos camino de la felicidad. No obstante, hay que moverse. La felicidad y el propio ser persona se autoconstituye en la acción. Adelante, por tanto. Tolkien en El Señor de los anillos escribe que "de ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie como sombrío". Hay motivos para pensar que no es este el caso. La vida es un bien, estamos en ella… Vamos a ser felices.
    La instigación genética empuja, la voluntad quiere, la inteligencia busca, los caminos son muchos y no todos llevan a lo deseable, a lo mejor, a la felicidad.

19 de septiembre de 2011

Quién es charlie...


         Algunos de ustedes me preguntan por charlie… Me piden que les explique quién es. Pues lo cierto es que estoy tan acostumbrado a dirigirme a él en mi vida cotidiana que ya no reparo de su presencia en mi existencia.
         Si entran en el apartado OBRA ESCRITA del blog… y van bajando, novela tras novela, obra tras obra, leyendo o no, hallarán una novela sin editar que se titula Un charlie cualquiera. Ahí encontrarán la siguiente explicación:

        Esta novela nació de un sustantivo que acuñé no recuerdo ni cómo ni por qué, un sustantivo que llegué incluso a definir:

Charlie.

1. m. colq. Quídam de cierta edad, bien experimentado y vapuleado por la vida, y que ve cuanto le rodea desde la cumbre de sus muchos tacos de almanaques pasados.
2. m. Sujeto viejo que mira su vida y a la vida en general, pasada, presente y futura, con escepticismo y senequismo, mas no sin cierta ternura un poquito ñoña.
3. m. Anciano irritado y quejoso, normalmente contrariado. Disgustado y jodido, pero sin llegar a resentido contra el mundo universo.
4. m. Persona innominada. U. frecuentemente cuando no se quiere declarar de quién se habla, o cuando se ignora su nombre.


                                                            Entrada aún por aprobar por la Docta Casa.

          En estas entradas del blog charlie es un cualquiera con carácter de comodín, pues en ocasiones soy yo mismo, en otras es el lector; oportunidades hay en las que charlie es el hombre de edad y experimentado que más cae en la desesperanza  pesimista de la nada que del lado de la esperanza de quien aguarda que todo cambie para mejor. Ocasiones hay en que charlie me mira desde los autores leídos, desde las notas tomadas e ironiza burlón sobre mis reflexiones, mis obsesiones, mis manías, mis tópicos… Veces hay en que charlie es el lector a quien apelo, ese desconocido que en impares y desconocidas situaciones me lee con paciencia, me escribe, se sonríe, se divierte, se enoja un poquito, piensa, me ayuda y se ayuda…
 
         Muchas gracias a ustedes por hacerme reflexionar sobre esta realidad de mi vida, tan presente, apreciada y sobre la que, ¡pobre charlie!, no me había detenido con tanto esmero como en esta oportunidad. Muchas gracias.

13 de septiembre de 2011

Querido charlie…

    Como bien sabes vivo junto a un colegio, cerca de una guardería… Estos días, cada mañana, por mis ventanas, por los patios se cuelan llamadas patéticas de auxilio, de socorro. El Sistema y la realidad creada han dispuesto que los niños de cada familia se formen con personas ajenas a sus padres. Los “Mamááááááá” que se oyen parten las entretelas del alma. Los hay con diverso tono, con distinto volumen, desgarrados todos… ¿No hay un alguien que socorra a esa criatura? ¿Todo eso para qué? ¿Nadie denuncia por denegación de auxilio? No. Lo siento. No se oye ningún “Papáááá”. Sí alguna “Mamiiiii”, de algún vencido, de alguna rendida que sabe que su mamá no podrá ayudarlos. Mamá dejó de estar a la vista. Se saben guardados, enchiquerados, encerrados, depositados, almacenados, archivados… Mamá y papá, charlie, tienen que –fórmula de obligación- trabajar empleados para poder seguir adelante (y gracias les den al cielo si ambos tienen empleo, si alguno de ellos tiene donde conseguir mil euros).
    Cuentan, que de eso no me acuerdo del todo… que yo reclamaba a mi madre un último beso antes de dejarme en el cole. El último beso, solía decir, me dicen, “El último, mamá”, parece que decía cargado de anhelante necesidad, pero era en realidad un penúltimo, pues tras el supuesto último suplicaba otro… Sí me acuerdo de los piropos de los albañiles a la Luisi, mi tata, una rubia vistosa y sus rabietas y mis enfados solidarios. Si estaba mi abuela en casa, me daba una peseta de entonces, una pesesta que nada conformaba. Recuerdo el cuarto de las ratas… Ya ves, charlie, recuerdo más: tú lo sabes. Me conmueve que cada mañana me recuerden todo esto. “El último beso, mamá”. Me doy pena hasta de mí mismo.
    Añado que afirma Murakami: “Así es la escuela. Lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas importantes no se pueden aprender allí”.
                                                    
                         Con lo bien que se está en casa durmiendo con los perros…

11 de septiembre de 2011

Nuria Amat, “Escribir y callar”.

    A dormir y a callar, me decía mi madre cuando era niño. O era a Callar y dormir. Debía de ser esto último. Es más lógico.
    Escribir y callar es un libro de ensayo compuesto por un prólogo y dos largos ensayos, Entre guerras: Escribir en tiempos confusos y el que da título a la obra.
Nuria Amat
 
    La recomendación de este libro me llegó por medio de un pariente de mi librera por vía de filiación. Blumm. Invito a sus comentarios de este libro, pues superan con mucho a estas pobres letras mías (http://lamaniadeleer.wordpress.com/2011/04/12/nuria-amat-de-escribir-y-callar/; http://lamaniadeleer.wordpress.com/2011/04/20/16-razones-por-las-que-hay-que-leer-escribir-y-callar-de-amat/).
    Le deleitan a la autora las palabras y se recrea en la fiesta de la oración y el párrafo. Los recorta. Los templa y equilibra según los casos. Más trunca que expande. Gusta del adjetivo que sorprende al sustantivo nuevo y agazapado.
    Es un libro para lectores y un libro para escritores, para personas que gustan de la Literatura –debo escribirla con mayúscula, pues de tal se trata, de Literatura mayúscula- y de escribir, también para quienes gustan de la escritura en algún grado, pero se sienten llamados por ecos de palabras ya dichas y escritas que reclaman ser renovadas por más y más personas que las aman… El escritor ama las palabras. Son muchos los escritores que afirmaban amar las palabras, su música interna, su esencia, sus enlaces rumorosos entre la esencia de la realidad y esas letras que le dan significado, textura…
    Miro las notas que tomé entre cascotes de un derribo, en medio de una revolución de ladrillos, tubos y yesos estridentes. Miro mis notas. Perdón por las reticencias tan de mi gusto.
    Abro el libro junto a ellas. Me baila la escritura de Nuria Amat, me gusta la cadencia de su prosa bien elegida. “Es verdadera la literatura que esconde debajo de su caparazón un cementerio de poemas”, sí, cierto, como hermoso, lo es, ¿pero y qué será la Literatura? Difícil llegar a ella con estas coordenadas.
    Le leo a ella que habla de la alta literatura… Lo leo en otro autor en una revista, en un artículo Dios sabe dónde… ¿Alta literatura? ¿Qué le diría el profesor al alumno que escribiera alta literatura, lenguaje alto…? Existe la alta sociedad, la música culta, el lenguaje vulgar… Amat defiende a una inmensa minoría. Indiscutible por opinable. Una elite selecta gusta de un arte que huye de la masa…
    Amat se equivoca, con perdón: Amat opina e ignora que al principio siempre fue el Verbo, que no el silencio.
    Quimérico compartir con ella su concepto de la felicidad: “Porque la felicidad es inculta y es política, y se dedica a aplaudir a los escritores coleccionistas de palabras, filósofos de pacotilla, novelistas de un telediario. La felicidad es grosera porque invita al éxito desesperado. Un éxito tan banal como un reloj condenado a repetir solamente los segundos. […] La felicidad es opaca al pensamiento. Rechaza el mundo subjetivo. […] Coloca una venda al dolor […] Y lo más grave: defiende su guerra personal contra el bien del otro. No repara en el otro. Lo aniquila”. (p. 70). Es difícil discutir con un autor, normalmente ausente. El escritor, el loco, el distinto, el platónico, el alma tocada de los dioses… El escritor maldito (60): otro largo y deleitoso debate.
    [Hallo notas del libro, me encuentro otras  para el albañil: “El rodapié del pasillo está mal”. Para el eléctrico: “Ya está la roza de la habitación de invitados”…].
    No, doña Nuria: no “Debemos ser felices porque lo manda el sistema”, (p.72). La felicidad no es un derecho, sino un deber, no es un regalo, un don, sino una conquista. También, creo, se equivocó la paloma…
    Notable su voluntad de estilo y de buril que delinea. Busca la autora un lenguaje que genere imágenes. Frases breves. Cortantes. “Para escribir hay que tejer secretos con las palabras. Recomponerlas. Musicarlas. La lengua es para el escritor el libro de su vida.” (p.80). “El escritor que no tiene el propósito de inventar un lenguaje propio en su escritura no es escritor. Es hablador. Oidor. Lector. Otra cosa.” (p. 80). Para poder hablar o decir algo con sentido tuve que aprendes antes a matar el pensamiento. Adormecer la lengua. Soltar las palabras sin pensarlas. (p. 83). Mi nueva amiga hablaba poniendo colores a las palabras, (p. 85). Mi lengua de escritora. Postiza. Rara. Apartada. Mestiza. Impura. Abandonada, (p. 86).
    Gracias por su libro. 
                                Uff… Pido la paz y cedo la palabra.

9 de septiembre de 2011

Perdona, charlie…


        
          Hoy, después de semanas, me asomo a mi blog. Siento la pena que mueve la ternura. Deserté de pronto. Se impuso la necesidad ineludible. Imposible continuar durante estas semanas pasadas. De veras: imposible.
         Las ideas bullen sin cesar. Hoy conversé con un poeta conocido –quizá llegue el momento de hablar de él aquí-. Las imágenes, los deseos, los personajes, las impresiones, los colores, los libros, los olores… para escribir no cesan en el escritor, pero no siempre se da el tempo del que hablé para plasmarlas.
         Preveo semanas de agitación. De momento ya puedo sentarme en una mesa sin polvo.
         Sea todo escrito con perdón…