31 de mayo de 2011

Georges Simenon, "La nieve estaba sucia".

    Tenía escrito el primer párrafo de esta entrada, pero la he dislocado o borrado. No la hallo. En fin: cosas del querer.
    El asunto es que estaba campante con mi amigo Huizinga, que le tengo yo ley a este historiador: me lancé cargado de verdadero ánimo a su obra sobre la Inquisición; sólo conocía antes algunos textos sueltos, algunas citas… y ha tiempo que quería leer esta obra -¡como tantas, mira tú!-. Ahí estaba el hombre con los judíos, con los conversos… Me llego a mi librera y me dice  que me ha traído dos libros de Georges Simenon y cargo con ellos (sobre mi conciencia: “¿Más libros? Lee primero los que tienes”). Gestiones en la calle y los libros en la bolsa. Una espera larga. Más espera. La vida. Paciencia. Me acomodo donde puedo. Saco un libro de Simenon, lo ojeo… Contraportada, primera página… Sé que estoy perdiéndome. Sé que se me van a cruzar los judíos y Simenon… Para no caer en la tentación, la ascética de siempre aconseja huir: He sido vencido. Me he dejado caer blandamente en la obra del belga.
    Empiezo La nieve estaba sucia. Novela densa en muchos sentidos. Nada tiene que ver con la que comenté aquí no hace mucho del mismo autor, Los hermanos Rico… Ésta era de gángsters. La que ahora leo es una novela viscosa: de mayor análisis psicológico. El ambiente también se hace espeso. Las descripciones abundan. Se hacen pegajosos los temas. Recuerdos, psicología de quiosco salpimenta los renglones.
    Frank, el hijo de la dueña de un prostíbulo, y antigua prostituta, es un muchacho sin oficio ni beneficio: un crápula. El autor no nos sitúa en un momento temporal o espacial concretos. Se sabe que es un país en guerra y ocupado. ¿La Bélgica ocupada? Las amistades, la vagancia, sus vicios lo llevan a matar por gusto a un suboficial despreciable (?). Más tarde roba a una vieja, esposa de un relojero que, cuando Frank era un chaval, le daban cariño: la mata porque lo ha reconocido durante el atraco. Parece que se está demostrando a sí mismo que está por encima de sus colegas de fechorías, que es superior a ellos. Llega a niñaco que tira de navaja y tiene una pistola. Detenido por tenencia de dinero robado… parece que en el período de detención e interrogatorios se encuentra a sí mismo, aunque será ya tarde.
    ¿Existe y es fácil hallar el quid pro quo de tantos hechos de la existencia? No. Algo así me ha sucedido al buscar el sentido último de cuanto acontece en esta obra. El autor bucea en la desmañada interioridad vacía de un joven. Con este motivo son innumerables las divagaciones, los asertos sobre el posible sentido de la vida y sus acontecimientos. ¿Quién es el padre de Frank y hasta qué punto pesa su ignorancia sobre este asunto en el tipo de vida que lleva? ¿Se nos habla, acaso, de cómo condiciona una mala formación, una mala educación recibida? ¿Quiénes son los agentes que lo detienen? ¿A quién representa el viejo que lo interroga, que fuma y que anota sin descanso en los papelitos? ¿Es la cárcel un proceso catártico que con unos meses escasos lo cambia como de la noche a la mañana? ¿Al ver a la señora que tiende, que tiene un bebé y quizá un marido anhela Frank una vida común y corriente? ¿Asume y es consciente de que debe pagar por lo hecho en su vida? ¿Puede el amor de Sissy a Frank perdonar lo que le hizo? ¡Vaya ternura de mujer!
    Cierto que Simenon  mantiene el interés del lector que espera que ocurra algo, un algo que dé cuenta y razón de cuanto lee, una clave que aúne todas estas piezas sueltas de un puzzle… que cobre sentido. No lo hallé. Mucho me temo que también es así la vida: sobran preguntas, faltan respuestas y más aún respuestas convincentes, cargadas de peso, que conformen y reconforten. 

Georges Simenon

26 de mayo de 2011

Don Ramón del Valle-Inclán, "La cabeza del dragón"

Por amable necesidad del guión elegido, un año más me acerco por Valle-Inclán. Nada nuevo por mi parte, salvo el gustazo de leer un clásico, que no es poco de pavo. Hubo años de Luces de bohemia y de La cabeza del dragón… Se me cruza este año el dragón y el Príncipe Verdemar, Espandián… Se me van vivos, de momento, Max y don Latino.
Uso una vieja edición de la desaparecida, creo, Austral juvenil. El libro no es una joya, pero, por lo menos, no se me caen las hojas al abrirlo, como sí me ocurría con la Austral ordinaria. Las ilustraciones de Viví Escrivá me resultan agradables, familiares ya. En la Biblioteca Miguel de Cervantes se le dedican unas páginas a esta obra, lo escribo para el curioso que desee ir más allá. El verdadero interesado seguro que lee la obra, es un rato breve y agradable, insisto.
Sin duda es un error editar este libro para niños. A partir de 9 años, se advierte en la contraportada; lo que no es decir casi nada. No: Valle es un autor adulto para adultos. Incapaz de evitar la ironía, los juegos de palabras, los anacronismos, la deformación del fondo del vaso, del callejón del Gato… Todas ellas, claramente, fuera del alcance del adolescente y del joven, salvo que su lectura sea guiada. Sus acotaciones bien merecen una tesis doctoral, aunque, muerto el dragón, al traer sus secuaces la cabeza del bicho, Espandián, EL BRAVO, no puede evitar una simpática comparación: “Es pesada como una tesis doctoral”. ¡Cuánta razón!
Sus aciertos estéticos son innegables. Da sí la impresión, ignoro el contexto concreto de la creación de esta obra, de que bien pudo intentar el buen don Ramón escribir esta Cabeza como si se tratara de un juego, pero insisto, el juego le sale arte y el arte no siempre es sencillo y simple.
Los temas que aborda en la obra son innumerables. Desde el humor o desde la ironía, con la seriedad de un momento histórico por el que el autor pasa que no es plato de gusto. La corona no queda bien parada: los reyes y la reina son ridiculizados por quedar reducidos a meros elementos decorativos y de dudosa estética. Los políticos no tienen ni tuvieron buena fama. La corte toda… sigue siendo la corte de los milagros. El valor que se otorga a lo externo, a las apariencias, es motivo de mofa por parte del genial autor teatral.
Como solía ocurrir antes del Lazarillo, ganan los buenos sin ningún género de dudas. Los malos son arrasados por el bien y el dragón nunca podrá ni rozar a la princesa.

17 de mayo de 2011

(Charlie-07). El pesado fardo de la verdad.

    Charlie, amigo, observo que la Verdad es una señora mal recibida en casi todas partes. Suele ser ella limpia y, por regla general, simple y sencilla. No es jactanciosa. La ensucian quienes no gustan de ella. En especial la odia el Padre de la Mentira. Suelen decir que ofende, mas no es así: ofende el modo de decirla, cuando se escupe. No obstante contemplo que quienes gustan de las zonas oscuras, grisáceas, cuando dejas caer el fardo que la Verdad porta, se asustan. Mucha luz, me temo, en el portalón de la disputa. El fardo de la Verdad se carga de evidencias y pesa: ¡pesa mucho! “La echas en cara”, dicen. “No, mire, es que pesa”. Y todo aquello que pesa apabulla y aturde al corto intelectual, confunde al pusilánime.

    Otros muchos avisados solipsistas dicen que no existe. Lo que debe ser mentira, pues toman tal por verdad: necios. Hay quienes dicen que existen muchas verdades: mi verdad, tu verdad… De aquí que ellos suelan bajar por las ventanas, y nosotros, eso te aplaudo, por las escaleras: no sea que fuere verdad que el bajar por las ventanas desde el sexto sea rápido e igualmente incómodo y perecedero. La prudencia precede a todas las virtudes, también a la sinceridad.
    El mentiroso de suyo no ignora que la mentira tiene las patas cortas. No, charlie, no entres al trapo de las medias verdades o verdades piadosas; te lo escribo no tanto por experiencia como por prudencia. Ya te dije que Kant escribió un tratado sobre éstas y ya te dije que Elizabeth Anscombe no estaba de acuerdo con él, que siempre había motivos que justificaban la mentira… Pienso que en nuestra crisis económica actual se esconde la avaricia, el afán de poder que da el dinero y este afán de poder -¿se llamaba voluntad de poder a ese prurito que Nietzsche achacaba al hombre?-. Mentiras piadosas es un disco de Joaquín Sabina: dice que por amor se debe mentir o algo así. Ahora hace tiempo que no la escucho: “me pone enferma tanta sinceridad”, decía ella.
    Me temo, charlie, que esta batalla está perdida. Miente el niño por miedo o por temor. Miente el adulto por vanidad, por interés, por soberbia… porque es una enfermedad socialmente aceptada. Copia el estudiante en sus exámenes. Mentimos para justificarnos. Miente el político, el comerciante, el foro adora al becerro impío de la mentira.
    Sí, la Verdad es una señora hermosa con muchas caras, con muchas posibilidades, cargada de proyectos de todo tipo, de todo tiempo… El otro día escribí en el Twitter a un señor que decía Cervantes que la verdad se defiende como aceite sobre el agua: siempre flota. Hablas de verdad, de decir la verdad en ese voluble mercadillo de titulares que buscan ser simpáticos, ingeniosos… que se me antoja el Twitter, en general, y corre el personal como gato escaldado… Antonio Machado, recuerdo, el poeta sentencioso de los últimos años, habló de tu verdad y mi verdad…, ¡ay, don Antonio!
    Algunos creen que la verdad es un tren que sale a hora fija, pero no es así. Espera, es paciente. Tranquila. Templando. Claridad para verla. Sencillez. Lo escribió Ortega.
    No sé, charlie, el empeño del personal en encender dos velas, en encomendarse a Pinocho antes que a aquel que dijo ser la Verdad… Sí, fíjate: la verdad os hará libres… Ya se ve que se vive mejor en la esclavitud. Ser libre comporta una fortaleza insoportable.

12 de mayo de 2011

(Charlie-06) La esperanza de Boccaccio.

    Charlie amigo, siempre hay motivos sobrados para la esperanza, pero no porque ésta deba ser lo último en perderse, que esto es discusión y harina de otros costales. Te digo esto por lo que leía hace unos días sobre nuestro viejo amigo Boccaccio.

    En 1373 fue invitado por su ciudad a dar unas clases sobre su admirado Dante y su Commedia. Enorme ilusión para él, pues consideraba a su paisano un clásico a la misma altura de los clásicos latinos. Boccaccio está cansado, pero la idea le resulta atractiva, le van a pagar un dinerito que no estaba de más. En octubre comienza a dar las clases en una iglesia muy cercana a la casa que fue de Dante. Una bulla, charlie, ¿sabes?: Teólogos, filósofos, filólogos… Giovanni Boccaccio está viejo. Se cansa. Se ignora si por este motivo o porque de nuevo se declara la peste en la ciudad, el hecho es que las clases se cortan y él se marcha.
    Está feliz: lo han escuchado lo más granado de una intelectualidad ya de por sí selecta como es la florentina. No todo ha ido como se deseaba, no pudo completar todas las clases, pero él se va a empezar a relacionar con la espiritualidad agustiniana que tiene la sede en la iglesia del Santo Spirito. Allí conocerá a fray Martino da Signa, a quien legará su biblioteca –¡menuda fortuna!- y a Luigi Masili, discípulo de Petrarca. Pero ahora viene lo mejor, charlie, y es que este hombre con fama de sabio, entendido, aplicado, laborioso, entregado… que tiene ya 60 años, que está a dos de morirse, parece que logra y alcanza una cierta paz. Sus largas conversaciones con su amigo del alma, Francesco Petrarca, y el espíritu de San Agustín van a fructificar en un sosiego interior y una paz de la que carecía.
    Me paro. Años y años de meditación y lecturas. Ignoro cómo sería la vida sobrenatural, interior de este hombre, pero lo hago una persona con mucha experiencia. Viajado, relacionado, vivido. Varias veces habló con el Papa en persona. De continuo conversa con los clásicos por medio de sus obras…, pero su espíritu no está en paz. Carece del sosiego que da el orden. La paz es la tranquilidad en el orden y en su vida no la ha habido hasta ahora. ¡Sesenta y dos años, charlie! Toda una vida.
    Recuerdo que San Isidoro en alguno de sus escritos decía que carecer de esperanza es descender al infierno. Quien no tiene esperanza se ha entregado al enemigo con armas y bagajes. Ha terminado, como aquellos prisioneros de los lager alemanes que fumaban sus últimos pitillos: no iban a negociar más con ellos, no serían ya más moneda de cambio, eran innecesarios, mejor fumárselos antes de lanzarse a la cerca electrificada, lo contaba Viktor E. Frankl en El hombre en busca de sentido. Excelente obra.
    La esperanza sobrenatural, la esperanza humana, que es ilusión, es la “víspera del gozo”. La esperanza se da en quien espera. Quien espera en algo o en alguien confía. Doctores tiene la Iglesia, charlie, que han analizado con empeño esta hermosa virtud teologal que requiere de una cimentación a base de humildad y de mucha fortaleza. El fuerte es paciente, resiste y lo hace porque espera. Sabe que no todo depende de él. Actúa porque no es un pusilánime, pero sabe que la realidad es testaruda, no se deja moldear, no es manipulable… Espera.
    Me ha gustado lo que me ha hecho meditar este pasaje simple y breve de la biografía  de Boccaccio.

11 de mayo de 2011

"El tigre de Tracy", William Saroyan.

    He terminado de leer la novela de Saroyan, El tigre de Tracy, y me he quedado mirando al mismo callejón que el protagonista. Me he preguntado por mi tigre o por mi pantera. He visto no su árbol, sino mi enclenque limonero. No he visto su Nueva York, sino el muro enjalbegado de mi patio. No veo el polvo sucio de los coches y la polución de su ciudad, sino mis geranios ya sin flores apenas. He mirado. He pensado en esta novela. De veras. Me preguntaba por qué la leía mientras la leía… Ahora que la he terminado no sé bien qué responder. Todo lo más, mi librera me la aconsejó y a mí que me registren.
William Saroyan

    Thomas Tracy es un joven ambicioso y lanzado que vive en Nueva York. Tiene la peculiar connotación de que habla con un tigre que parece que tiene, que va y que viene con él, como otras personas tienen los suyos. Sólo él logra ver el tigre propio y el ajeno. Enamorado de la hermosa Laura Luthy, la chica del vestido amarillo… su tigre, el de Tracy, se convierte en pantera negra y pasa a ser visible a todo el mundo. Herida su pantera, Tracy, que según el doctor Pingitzer, no está loco se compromete a cazarla en Nueva York donde está escondida y amedrenta a la población. Como el propio Saroyan escribe en los dos últimos renglones de esta novela -¿o no es una novela?- “Ésta es la historia de Thomas Tracy, Laura Luthy y el tigre, que es el amor”. That’s all folks, que leíamos tras los dibujos animados de Porky y el Conejo de la suerte…
    Así pues el 'tigre' no es el retrete en argot, no señor. El tigre es el amor. Un animal que nos acompaña o no, dependiendo de si estamos o no enamorados o somos amados o amamos a alguien…
    Poco más puedo añadir, de veras, impecable edición de Acantilado y me voy silbando, tigre adelante, hacia La Inquisición española de Kamen…

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    Como uno es de pueblo chico y malo, quizá no alcanzó lo suficiente, por eso copia, pega, corta y pega lo que dice la editorial en sus Notas de prensa:

    “No hay más que leerla para entender porqué [sic] El tigre de Tracy se ha convertido en un clásico de la literatura contemporánea. Una breve y bella historia, escrita con la sencillez apabullante de los grandes escritores, que trasciende de la simple ficción”. Cayetano Sánchez, Canarias 7.

    “Una fabula deliciosa y surreal sobre el amor y sus poderes”. Eugenio Fuentes, La Nueva España.

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    Sabía yo que mi librera no podía dar fallo… ¡Qué cosas, Amanda!

10 de mayo de 2011

(Charlie-salida-05) El puntual reloj de Kant.

Immanuel Kant
 
       Moralmente somos kantianos. Si lo escribo yo es mera opinión, pero remito a la autoridad. Quien lo afirma es Alasdair MacIntyre en su obra Historia de la ética…. Hacemos lo que creemos que debemos hacer. Hay un impulso interior que nos obliga y fuerza a hacer en ocasiones lo que no queremos, lo que no deseamos…, pero lo hacemos. Imperativo categórico. Pasan los años y ese demiurgo tiranuelo se robustece y nos mete a veces en un sinvivir. Me lo cuenta una amiga experimentada: “No logro hacer lo que me gustaría. Pasan los años y sigo detrás de quehaceres simples que anhelo y no alcanzo”. Me sumo. El hombres se autoconstituye en su hacer, lo dejó dicho Aristóteles, mas convendría evitar el tengo que hacer, hay que hacer… Estos modos imperativos en el decir traslucen un modo de operar interiormente y de obrar, que no es lo mismo. Como Dios manda…, dicen o nos decimos y lo que manda Dios es que nos amemos los unos a los otros… Nunca dijo cómo hay que hacer la cama –como Dios manda-, cómo limpiar los zapatos –como Dios manda-, cómo lavar el coche, limpiar la plata… Dios, insisto no manda eso: nos lo inventamos nosotros, lo interiorizamos y adelante don Manolín Kant…

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    Me paseo por los programas electorales de los aspirantes a alcaldes y concejales. Uy qué de faltitas de ortografía, solecismos…, ¡qué redacciones más penosillas! Pobreza de vocabulario. El contenido del sembrado está diseñado por un patrón superior, pues muchos de ellos se parecen como gotitas de agua. Repiten casi lo mismo unos y otros, otras y unas… Pero no seré yo quien se meta aquí en esos jardines tristes y umbríos, con avitaminosis, escleróticos, araña roja, oídio…  

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    Creo no creer, dejó escrito por ahí G. Vattimo. Toda buena persona no es cristiana, sólo faltaría, pero sí que convendría que todo cristiano, con una fuerte referencia, con un compromiso recio, fiel con Jesús, fuera bueno, y parecerlo, para no contristar ni escandalizar (aunque está el escándalo farisaico). Me gustó sin embargo la declaración que recoge Kamen en La Inquisición española: “Pregntá[n]dole si creýa en Dios dixo que sí, y diziéndole qué es creer en Dios respondió que era comer bien, beber fresco y levantarse a las diez”, según un trabajador textil de Reus allá por el 1632… ¡Ahí está el tío de Reus, por si hay dudas! (Este planteamiento llevará a mi amigo el vasco a acordarse de su padre y su filosofía pedestre y eficaz, quizá sacada de algún texto apócrifo del Antiguo Testamento).

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    Todo lo noble, lo solidario, generoso, honesto… es cristiano por humano y no humano por cristiano. Digamos que se debe a la interpretación de una antropología adecuada. Los aforismos que me encuentro en Twitter me tienen frito. Son unas pisadas en una playa que carecen de continuidad y no tienen origen. Es un pensar fragmentario propio de mentes breves, cerradas. ¿Es posible desarrollar algo más las ideas y no dejarlas en meros capullos?

7 de mayo de 2011

Georges Simenon, "Los hermanos Rico".

     Alguien me habló de ella, de esta novela. Quizá fue la lectura de un comentario. Lo olvidé. Los hermanos Rico de Simenon es una buena novela. Miro en mis notas. Tenía apuntado. “Pedir de Simenon: La nieve está sucia, El efecto de la luna, Monsieur Monde desaparece”. Vaya por delante. Opino. He pasado un rato muy agradable leyéndola: Los hermanos Rico. Hay algunos giros y expresiones que reconozco mal traducidos porque yo lo hubiera expresado de otro modo: mejor, seguro. No empece. Ejemplar de viejo impreso en Barcelona, año 1955. Editorial Albor.
    Todos necesitamos hallarnos bajo una bandera de lo que sea, de trapo, de hierro, sabernos miembros de un grupo. Los Rico nacen en Brooklyn bajo la bandera de la orfandad paterna, la necesidad, el apellido italiano emigrado y la organización. Ésta es la familia. Excelente película El honor de los Prizzi. Los Rico: Eddie, Toni y Gino son la organización, miembros de la familia elegida que no recibida. Este familión pide fidelidad absoluta. La palabra dada no se quiebra. La omertá, la ley del silencio. Quien la rompe la paga. Eddie, bien asentado en Miami, con un grado razonable de poder y negocios, se ve obligado a decidir entre su hermano –la familia de sangre- o la organización –la familia elegida, la bandera bajo la que se milita-.
    Simenon: seguro que no he leído ninguna obra suya hasta hoy. Quizá lo recordaría. El autor se muestra sobrio, con una prosa concisa y contenida. En una novela donde la mafia se convierte en el centro, no hay, sin embargo, aspavientos. La muerte acecha, pero las emociones se contienen. Cada miembro lleva a término su labor. La organización es un reloj que siempre pide estar en punto, limpio, preparado, con cuerda. Lo que hay que hacer se hace con orden, con pulcritud. Simenon nos va describiendo el sufrimiento de Eddie ante la disyunción que se le plantea. No hay, insisto, verborrea. Toni, su hermano de sangre, se ha equivocado. Mal momento. No ha sido dócil a la organización. Si se quiere sobrevivir, si se quiere mejorar, si se quiere tener una excelente casa en Miami, un negocio floreciente, una mujer, unas hijas…, ser respetado hay que cumplir las reglas. Todos lo saben.
    Brooklyn es un barrio, su barrio, mas en la vuelta de Eddie, pasados los años, es más bien un recuerdo. Su barrio, el barrio que pisaba, que veía en esos momentos no era propiamente su barrio, sino un ente real que no vivía ya en su recuerdo. Ahora le parecía menos alegre, más oscuro. Su infancia le pareció más sórdida. Curioso. Es entonces cuando comprende que su padre, muerto de un disparo de la policía, en la puerta de su tienda… era sordo. Sí, su padre era sordo y nunca había caído en esa realidad. ¡Ah, los olores sin embargo! Los olores, mientras pasea, son los mismos de ayer, hoy como ayer puede saber por qué parte de la acera marcha por los olores. Esto no ha cambiado.
    Entre sesudas y extensas obras, entre complejidades estructurales y retóricas áridas, siempre viene bien leer una novela amable, simple, lineal, sencilla, entretenida… Podemos seguir adelante.

6 de mayo de 2011

(Charlie-salida-04) Por favor, tengamos la fiesta... en paz.

    Mi amiga de Madrid es un lince -¿o se dirá lincesa para ser correcto? Luego lo miro en la Nueva Gramática, que tanto me gusta-. Buscar: epiceno. Me dijo. Lo escribí. Nada de mensajes largos. Se agota. Se agotan. Me paso. La gente lee mensajes cortos. Una comunicación de móvil. Twitter es gorjeo. ¿Cuánto dura un gorjeo? Ciento cuarenta caracteres. 140. ¿El resto? Filfa, rollo. Mejor por el phone. Tarifa barata. Plana. Síntesis. Ejercicios de síntesis. Perfecto. Mi comprender. Matiz=chorrada.

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    “¿No vas a respetar mi opinión?” Pues no. No señora. Con sus opiniones, que son necias, servidor se limpia sálvese la parte. Sea prudente. Calle. La respeto a usted, a su persona. Cosa que usted no hace. Venimos a una exposición de temas. Se me cita sin tiempo. No hay orden del día. Me preparo uno de los puntos de debate que preveo. Pienso. Escribo. Dos folios. NO OPINO: Emito un juicio. Sé de qué hablo; usted no. Va usted y se cisca por el atajo en lo que he pensado, en el tiempo dedicado, en mi experiencia… ¿a santo de qué? Seamos serios, oiga. No me entra en el sueldo. Lo siento. Me arrepiento. Perdón. Tengo la razón. No la pierdo por las formas. La verdad está de mi lado. No deja de serlo por el modo de exponerla. Siento contristar. La escucho, pero, UNPOQUITODEPORFAVOR.

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    Oigo una conversación. “Mi empresa, y yo dentro de mi empresa, no servimos. Se dije bien clarito: A-TEN-DE-MOS...”. Ya me parecía a mí que cuando sigo diciendo lo de “Servidor de usted”, aquello que aprendí en mi infancia y pretendo en mi vida…, eso no es políticamente correcto. La verdad es que soy un facha y un ultraconservador. “¡Anda y que lo sirvan sus muertos a caballo!”, que diría el otro. De servir nada. De servidor… el de Internet, que uno no está para eso. Todo lo más, a todo trapo: atendemos, dispensamos, suministramos, asistimos… lo de auxiliar y ayudar… ya se me antoja bajarse mucho los calzones, casi a las corvas. No, de eso nasti de nasti, es decir: necles en superlativo, que diría el genuino Charlie. “Auxilio social”, “Ayuda humanitaria”. “Servicio a domicilio”… Eso es mucha leche: “Atendemos a domicilio”. Eso de servir a la Patria, al vecino, al padre, a la madre, al hermano y al prójimo son mariconadas fascistas y franquistas. Debilidades. ¡Cosas de antes! Así que, ¡ya me parecía a mí!, cuando respondo “Servidor” al nombrarme, el personal me mira y bizquea del izquierdo. ¡Qué cosas, charlie, no está uno en lo que tiene que estar!

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    Y a seguir barajando con paz, que es lo que hay…

2 de mayo de 2011

(Charlie-salida-03) Animales, racionales, dependientes.

   Querido charlie:

      El otro día te comenté la curiosa afirmación, cuando menos, de quien asegura no gustar de quienes están seguros… ¡Ahora vas tú y arreglas esa contradictio in terminis! (¿Cómo está tan segura esa persona de no gustar de las personas seguras o es que su aserción, etcétera?).
    Hoy se me cuela otra aseveración igualmente temible, se me antoja también, la de “No le debo nada a nadie”, ¡y se queda el tío silbando! Querido charlie, no obres ni seas tú así. Por mi parte, te aseguro, es imposible saldar las incontables, incontrolables, inconmensurables deudas que he contraído queriendo o sin querer a lo largo de mi vida. Me sé deudor insolvente, reo de culpa… ¿Cómo devolver a mis padres el amor con que se supone que fui concebido y dado a la vida con la ayuda de Dios? ¿Qué puedo si no dar las gracias a los amigos por su amor de benevolencia? Siento que mi deuda es un mar sin orillas. Sólo puedo decir gracias e intento hacer y obrar tanto bueno como hicieron conmigo o me enseñaron. Os debo demasiado a todos… perdonadme.
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    Mi amigo el vasco de Donosti me lo dijo de un amigo común. Les comentaba éste a sus colegas en una reunión de trabajo: “No digo ya que os améis los unos a los otros, que dicho está, pero, por lo menos, leeos los unos a otros. Si os leéis os comprenderéis; si os comprendéis, os conoceréis; si os conocéis de veras, empezaréis a amaros…”, y añado yo y no estaremos tirándonos los trastos unos a otros… Así pues. Vamos a dar un pasito. ¡Aúpa!: No digo que sea fácil, pero es una hermosa meta: leeos los unos a los otros, como yo intento leeros.
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    El español suele ser individuo primario. Los salvapatrias de ordinario se arman de un crucifijo en una mano y una pistola en la otra. Los increyentes, naturales de la misma cepa, en el solar español suelen aproximarse a la religión con un palo en una mano y una lista de agravios en la otra. Casi siempre cargados de ira y con escasa competencia. Pocas ideas, muy profundas y demasiado arraigadas. Todos estos pájaros son unos istas a toda leche, creo yo, vamos. Es por poner un poner. Eso sí: su aspecto externo, como el de los extraterrestres de algunas pelis, es ecuánime y circunspecto, ¡y si no que lo pregunten en Andújar!
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    Esta perra me ha salido de cepa intelectual…