Me da igual usar como metáfora explicativa las piezas de tela o una soga de tres hilos de desigual grosor, dos semejantes entre sí y otro más delgado, más fino, más endeble.
En la película que comento, por un lado, tenemos la pieza que desarrolla la vida de Manolo Torres, una pura ficción de un paisano, amigo de infancia, excompañero de seminario de Josemaría Escrivá a quien éste le escribe una carta anual… y cuya vida se trenza por distintos avatares tangenciales,
En la película que comento, por un lado, tenemos la pieza que desarrolla la vida de Manolo Torres, una pura ficción de un paisano, amigo de infancia, excompañero de seminario de Josemaría Escrivá a quien éste le escribe una carta anual… y cuya vida se trenza por distintos avatares tangenciales,
más o menos creíbles, con la vida del Santo. Su peripecia vital se desarrolla entre una preguerra de niño rico y una guerra civil en la que actúa como espía del llamado bando nacional, infiltrado en un grupo de anarquistas comandados por un tal Oriol. Sus amores, sus celos, sus odios, sus crímenes de guerra… Su vejez en los años setenta del pasado siglo enlaza con la investigación de su hijo que viene desde Londres a Madrid para escribir sobre su amigo Escrivá.
Por otro lado, la otra pieza, el otro hilo fuerte de la cuerda lo conforma la trama de la vida de Escrivá de Balaguer. Me pregunto qué opinión tendría de haberla visto. Me respondo: no lo habría admitido, no la habría visto. Ya en vida le molestaba que le grabaran y sólo consintió que lo hicieran en tertulias por empeño de sus hijos mayores. Todo cuanto se cuenta del Fundador del Opus Dei en la película es cierto, aunque está descabalado. Insisto todo es verdad, pero no ocurrió como se cuenta en la película. Conocí en vida a bastantes de los miembros de la Obra en los primeros momentos de ésta, allá en la preguerra y en la inmediata postguerra. Creo que Joffé ha contado con mucha libertad, a su modo, el meollo de la vida de un Santo.
El hilo delgado, el hilván, es decir, la historia del joven encargado de contar la vida del Fundador de la Obra, su presencia en el Madrid de los 70, sus pesquisas, su filiación con respecto a Manolo Torres… me parece bien resuelto por el cineasta.
Al final el conjunto del metafórico paño tiene una textura y un colorido adecuados en cuanto a la trabazón de la trama, las escenas. Tal y como explica Géraldine Chaplin, siguiendo una didáctica metáfora de Escrivá, para quien conoce el paño, por el envés hay muchos hilos sueltos, muchas marras, difíciles de comprender para quien no conozca el tapiz. Para quien lo vea desde el haz considero que puede pasar un amable rato viendo la película, sin tener por qué ir tan lejos o venirse tan pegadito a lo que fue y pudo haber sido.
Acudí escéptico, pues me desagradó -y así lo escribí en algún blog- cuando vi un trocito del trailer y observé que no era histórico lo que veía. Ahora he comprendido que no se trataba de dar gato por liebre con respecto a la biografía de Escrivá de Balaguer, sino de dar sencillamente una visión fílmica de su vida con un guión que interpreta libremente una existencia muy densa, muy rica y especialmente bien documentada para quien desee conocerla, pues a la mano están de cualquiera, por ejemplo, los tres volúmenes de Vázquez de Prada, que son suficientes para los curiosos más exigentes.
Me advirtieron antes de verla: “Demasiada guerra”. La guerra civil española es una tragedia con una envergadura desconocida por la mayoría de los países occidentales. Cierto que existieron en el pasado siglo guerras terribles. Fijémonos en las dos peores, las grandes guerras mundiales del 14 y el 39, mas en ninguna de ellas lucharon hermanos contra padres, hijos contra abuelos, hijos contra madres… Alemania… quedó hecha un solar: cierto, pero luchó contra todos. Los americanos perdieron a muchos soldados… que lucharon contra los japoneses, italianos y alemanes… Y así sucesivamente. Mucho me temo que nunca quedará en claro, que nunca se nos convencerá de lo ocurrido con respecto a nuestra guerra (también resulta que es mía). Quienes lucharon en Vietnam pueden darse la mano, quienes lucharon en España seguimos empuñando las armas de la dialéctica, de la mentira, de la… y sigue habiendo dos bandos. Mis muertos de un bando y otro claman sobre el teclado de mi máquina y palpitan aún en un alma con zozobras.
Que la película es lenta. Quizá sí. Siguiendo con la metáfora de los trozos de tela, la que corresponde al Fundador de la Obra se hace lento. Sus reflexiones basadas en primeros planos, en miradas, en escasa acción… pueden hacer que el lector eche de menos una mayor velocidad narrativa. Entiendo que el director ha equilibrado esto con las escenas de la vida de Torres, en especial, las de la guerra, quizá repetitivas y que poco añadían unas a otras y que quizá se pudieron solventar con unas imágenes y la voz en off de Manuel Torres, como en otros pasajes, pero servidor no entiende mucho de esto. Da una opinión que no tiene por qué ser respetada.
Por último, a Charlie Cox le tocó bailar con el personaje más difícil: el Escrivá adulto. La carita de lelo que pone a veces, las miradas al vacío, a ninguna parte, la falta de soltura –muy bien resuelta en algunas escenas-, la carencia de garra y garbo… le hacen estar a años luz de un tipo con una envergadura personal, y con una gracia y un desparpajo humanos y sobrenaturales… que sólo puede tener un santo como San Josemaría Escrivá de Balaguer.
En el último párrafo, al cierre, reculando y con la boina en la mano, añado que disculpen que me haya metido en este berenjenal siendo tan ignorante en materias de santidad y de cine, pero ya digo, sea todo escrito con perdón.
Por otro lado, la otra pieza, el otro hilo fuerte de la cuerda lo conforma la trama de la vida de Escrivá de Balaguer. Me pregunto qué opinión tendría de haberla visto. Me respondo: no lo habría admitido, no la habría visto. Ya en vida le molestaba que le grabaran y sólo consintió que lo hicieran en tertulias por empeño de sus hijos mayores. Todo cuanto se cuenta del Fundador del Opus Dei en la película es cierto, aunque está descabalado. Insisto todo es verdad, pero no ocurrió como se cuenta en la película. Conocí en vida a bastantes de los miembros de la Obra en los primeros momentos de ésta, allá en la preguerra y en la inmediata postguerra. Creo que Joffé ha contado con mucha libertad, a su modo, el meollo de la vida de un Santo.
El hilo delgado, el hilván, es decir, la historia del joven encargado de contar la vida del Fundador de la Obra, su presencia en el Madrid de los 70, sus pesquisas, su filiación con respecto a Manolo Torres… me parece bien resuelto por el cineasta.
Al final el conjunto del metafórico paño tiene una textura y un colorido adecuados en cuanto a la trabazón de la trama, las escenas. Tal y como explica Géraldine Chaplin, siguiendo una didáctica metáfora de Escrivá, para quien conoce el paño, por el envés hay muchos hilos sueltos, muchas marras, difíciles de comprender para quien no conozca el tapiz. Para quien lo vea desde el haz considero que puede pasar un amable rato viendo la película, sin tener por qué ir tan lejos o venirse tan pegadito a lo que fue y pudo haber sido.
Acudí escéptico, pues me desagradó -y así lo escribí en algún blog- cuando vi un trocito del trailer y observé que no era histórico lo que veía. Ahora he comprendido que no se trataba de dar gato por liebre con respecto a la biografía de Escrivá de Balaguer, sino de dar sencillamente una visión fílmica de su vida con un guión que interpreta libremente una existencia muy densa, muy rica y especialmente bien documentada para quien desee conocerla, pues a la mano están de cualquiera, por ejemplo, los tres volúmenes de Vázquez de Prada, que son suficientes para los curiosos más exigentes.
Me advirtieron antes de verla: “Demasiada guerra”. La guerra civil española es una tragedia con una envergadura desconocida por la mayoría de los países occidentales. Cierto que existieron en el pasado siglo guerras terribles. Fijémonos en las dos peores, las grandes guerras mundiales del 14 y el 39, mas en ninguna de ellas lucharon hermanos contra padres, hijos contra abuelos, hijos contra madres… Alemania… quedó hecha un solar: cierto, pero luchó contra todos. Los americanos perdieron a muchos soldados… que lucharon contra los japoneses, italianos y alemanes… Y así sucesivamente. Mucho me temo que nunca quedará en claro, que nunca se nos convencerá de lo ocurrido con respecto a nuestra guerra (también resulta que es mía). Quienes lucharon en Vietnam pueden darse la mano, quienes lucharon en España seguimos empuñando las armas de la dialéctica, de la mentira, de la… y sigue habiendo dos bandos. Mis muertos de un bando y otro claman sobre el teclado de mi máquina y palpitan aún en un alma con zozobras.
Que la película es lenta. Quizá sí. Siguiendo con la metáfora de los trozos de tela, la que corresponde al Fundador de la Obra se hace lento. Sus reflexiones basadas en primeros planos, en miradas, en escasa acción… pueden hacer que el lector eche de menos una mayor velocidad narrativa. Entiendo que el director ha equilibrado esto con las escenas de la vida de Torres, en especial, las de la guerra, quizá repetitivas y que poco añadían unas a otras y que quizá se pudieron solventar con unas imágenes y la voz en off de Manuel Torres, como en otros pasajes, pero servidor no entiende mucho de esto. Da una opinión que no tiene por qué ser respetada.
Por último, a Charlie Cox le tocó bailar con el personaje más difícil: el Escrivá adulto. La carita de lelo que pone a veces, las miradas al vacío, a ninguna parte, la falta de soltura –muy bien resuelta en algunas escenas-, la carencia de garra y garbo… le hacen estar a años luz de un tipo con una envergadura personal, y con una gracia y un desparpajo humanos y sobrenaturales… que sólo puede tener un santo como San Josemaría Escrivá de Balaguer.
En el último párrafo, al cierre, reculando y con la boina en la mano, añado que disculpen que me haya metido en este berenjenal siendo tan ignorante en materias de santidad y de cine, pero ya digo, sea todo escrito con perdón.