28 de diciembre de 2010

Del recuerdo vital a la literatura (y III)

    Sigo gozando de la palabra viva en el discurso de Vargas Llosa. Continúo el orden de su exposición. Releo algún párrafo. Volvamos a la literatura, nos invita el peruano, tras hablarnos de dictadores y nacionalismos vacíos e inútiles,  retorna a Arequipa y a un trozo de su vida. Y vuelve a la literatura dice, curioso,  hablando de su infancia. Llega a su creación literaria adulta por la infancia.
    Sí, confiesa con Flaubert: “Escribir es una manera de vivir”. Quien escribe es escritor y lo es siempre. Mejor o peor, pero para siempre. Imposible dejarlo. Con todos sus riesgos, o no, con su cargas obsesivas. ¿Sigues escribiendo?   Preguntan tan bienintencionados como ignaros en el oficio muchas personas. ¡Qué remedio!, dan ganas de contestar. Gozosa en algún punto y momento, la creación literaria, pero no menos ardua: “Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación”, confiesa. ¿Qué empuja a no dejarlo? La consecución de todo bien es ardua. La pereza y el desaliento vigilan el trabajo, insidian cuanto pueden. El amor manifiesto o no es el motor inmóvil que anima sin descanso.
    Rememora su primera creación teatral. Venía hablando de novelerías y de pronto, ahí estaba agazapado el drama. “El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas”. Vuelta de nuevo al impulso de una cultura que empuja al joven creador que llevaba dentro, le incita, lo aguijonea. Si la cultura viva del pueblo humano no espolea, el contador de historias carece de modelos, de acicate.
    La Literatura es la vida. Nace y crece, y se reproduce al par de la vida, trabada en ella, con ella, por ella. Imagina don Mario al hombre que balbucea en la sima recóndita, asustado por una Naturaleza incoercible. Quiere el hombre explicarse y explicar el mundo en torno y cuenta… (también pinta y canta y danza…). Se empeña por amarrar el mito a la palabra. Esos quehaceres no son gimnasia del espíritu, sino toma de conciencia, puesta en claro, cuenta y razón de una Naturaleza que, como el propio Nobel afirma, en noches hirvientes de amenazas truena, entre rayos y gruñidos de las fieras. Es el hombre, el perfeccionador perfeccionable que no se rinde.
    Releo de nuevo. Estoy a punto de cambiar el párrafo que precede. El Nobel peruano juega al equívoco –a lo peor no lo entiendo bien, no lo veo claro, sencillamente, sin más no lo comparto-. De pronto la Literatura es una realidad al margen, en paralelo, distinto, un activador, un revitalizador de la vida genuina. Lo siento. La Literatura es también la vida o la Vida. Es la Literatura parte de esa vida. Como él afirma, en la cueva o en el rascacielos, la Literatura no debe arrogarse un papel primordial, esencial, ya sea de cambio, continuidad, ruptura… El hombre de la cueva caza e imagina cómo atrapar a esos animales más veloces, pinta su magia en las rocas. Lanza palos y piedras contra los animales, pero es capaz de imaginar la piedra atada a un palo largo, y hace una lanza, o la ata a un palo corto y hace un hacha… Mueren las mujeres en los partos, mueren los niños de enfermedades incontrolables: la vida es inmisericorde. Sufre y sigue adelante. A la noche, junto a la lumbre, envuelto por el frío y en la oscuridad inescrutable cuenta su historia, representa en su danza el hecho de la vida que le da el sustento: cómo se caza… El sueño es inquieto. Necesita imprimir velocidad a una lanza que es lenta y pesada frente al animal que es más rápido que él… ¡y surge el arco y la flecha! Me da igual, otro tanto, en el rascacielos… Cambian las condiciones, lo material cambió: el sufrimiento permanece, el dolor, el odio, el hambre, el bien, la injusticia, la mentira, la ilusión, la verdad, el amor… y también la Literatura, con sus narraciones, sus representaciones, sus hermosos versos aún por leer: una realidad más a la espera, mas no el bálsamo mágico que todo lo cura.
    La ilusión precede… es la víspera del gozo, que dijo Pedro Salinas. Esperaba complacerme en este discurso y vive Dios que lo hice. Lo he alargado cuanto pude, como el niño que no desea terminar con su estupendo helado, como el lector que calcula cuántas páginas le quedan del libro que desearía no terminar del todo… Se acabó. Diez o doce folios no dan para encerrar una vida de creación literaria, de servicio a la Literatura… Ahora, entiendo, volvemos a otros textos, a otros libros, seguimos en la vida, rodeados de lecturas.

El talento de hacer bien lo que se sabe ( II )

    Todo acto humano debe ser necesariamente inteligente, voluntario, éticamente intachable. Quien usa su talento para hacer el mal es un malvado. Dilapida su dignidad como ser humano, retorna a la “vida feral”, por citar al propio Vargas Llosa en el discurso que leo y medito.
    Don Mario es un bien nacido. Agradece el peruano a todos aquellos que le dieron ánimos: su madre, el tío Lucho… y a quienes por medio de la palabra escrita lo llevaron en volandas a otros mundos imaginados, al mundo del pensamiento. ¡Ah la palabra! Don Antonio, la palabra es más peligrosa que cualquier pistola por mucho que ésta lo fuera de Líster. El hombre deja de andar a cuatro patas, se pone de pie. Libera las manos. Puede aplicar su talento a la técnica…, pero necesita hablar con el otro. Es nacido animal que razona, pero depende del otro. Quizá un verbo en imperativo fuese la primera palabra con sentido. ¿Pero y la palabra escrita? La palabra escrita sujeta la realidad.    
    Durante la Segunda Guerra mundial, cuenta Sándor Márai en alguna parte, los soldados rusos que invaden su patria se admiran ante su profesión de escritor. Está bien ser escritor, afirman. La explicación de dicha admiración se la da un extraño soldado apenas pulido. Le viene a decir que está bien que Márai sea escritor porque puede decir lo que los demás piensan. No está mal. La palabra escrita fija el pensamiento, la intuición mítica queda atrapada. La cultura que la palabra escrita fija comporta la huida de la animalidad hacia la vida humana. No hay verdadera vida humana al margen de la cultura. Lamento, no obstante disentir: no es la Literatura la que libera al hombre. Lo escribí no hace mucho en este blog al hilo de otras voces y otros ámbitos: la verdad libera. Sólo la verdad nos acerca a la realidad genuina. Sólo el amor nos mueve. Sólo el amor dinamita la pereza egoísta. Sólo el amor crea generosidad.
    “Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte”. Cruza don Mario de España a Barcelona de ésta a aquélla sin el miserabilismo que a tantos ampara la raya. Agradece a una y otra. Se sabe ciudadano del mundo y se siente tan orgulloso del bien recibido, como del horror habido en la conquista de Latino América. Carga con honores y yerros. Rechaza de plano cualquier dictadura. Bien sabe el Nobel, porque tiene talento, que el mal allí donde arraiga hace mucho daño. Hoy destroza, pero después continúa su labor implacable y aterradora. Su desalentadora herencia deja metástasis que tienden a ocuparlo todo. El mal no descansa, no cesa. Unos días antes del reconocimiento con el Nobel, le decía Vargas Llosa a una amiga mía: “Detrás de la crisis financiera hay una moral degradada por la codicia. Y ésa es una forma terrible de incultura”. Difícilmente se mejora un país donde no se lee o se lee poco, ¿¡cuántas veces se habrá repetido esta idea, de un modo u otro, en esta nuestra España!? La crisis que padecemos no es financiera, no seamos ignorantes, sino una profunda crisis ética. La cultura de la mentira egoísta todo lo invade y oscurece. La Literatura verdadera, muchas veces, es apenas un fósforo que se enciende en la lobreguez de una cultura inhumana.
    La Literatura pues se mezcla con la política, con la situación de esas naciones de América Latina que tanto padecieron, que tanto padecen por tantos motivos, imposibles de enumerar acá. El literato, el creador no es hombre al margen. Su creación, lo advierte también él, no queda al margen.
    Hermoso agradecimiento del hombre grande: “Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso –triste consuelo– descubriría algún día la posteridad”.
    La piedad incluye el amor a la patria. La piedad es don y virtud. Todo don es un regalo, mas no la virtud pues su posesión supone un esfuerzo por parte de quien la posee. El nacionalismo, como muchos ismos, es una -itis: una inflamación interesada, infecciosa e intencionada que esconde en la trastienda intereses inconfesables. La piedad no puede ser mala, como no hay vicios buenos, el vicio bueno se llama virtud y el uso tendencioso de las palabras no esconde ignorancia, sino malicia.
    Y se puebla el recuerdo con la ternura del terruño peruano y el pasado… La vida es irrevocable y el reloj ignora la marcha atrás.

27 de diciembre de 2010

El talento de hacer lo que se sabe ( I )

    Por fin puedo leer y meditar el discurso de Vargas Llosa con motivo de su Nobel. Han pasado los días y me fue imposible hacerlo antes. Otras realidades apremiaban. Disfruto de su palabra largamente meditada, entiendo. Recibe el Nobel en una edad que permite mirar con talento el mundo en torno.
    Mi amigo Joaquín Balbín me hizo, al hilo de otros sucesos posibles, caer en la cuenta de esta palabra: talento. Innegable que Vargas Llosa lo tiene. Tiene eso que María Moliner define como la “Capacidad para obtener resultados notables con el ejercicio de la inteligencia”, es decir: no basta con ser inteligente para tener talento… se requiere algo más. El necio, pobrecito, ya se ve que, de salida, no alcanza. Uno podría preguntarse qué es ese algo más que requiere la persona inteligente para dar en el talento y, por tanto, obtener resultados notables, en muchos casos sobresalientes y extraordinarios.
    En más de una oportunidad, de un modo u otro, insiste el Nobel peruano  en que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Estas palabras me recordaban a aquel otro premio Nobel español que una y otra vez insistió en que quien resiste gana. La Literatura, su creación, comporta la tenacidad, la constancia, la disciplina que nos aleja de la inspiración que nunca llega, de la improvisación que se considera naturalidad y es pura afectación, descuido e indolencia. El perezoso improvisa. Quien ama pone esmero, cuidado… Su sencillez es largamente laborada.
    Hermoso discurso de enaltecimiento y gratitud a la Literatura. El discurso de don Mario es una verdadera hipérbole de exaltación dedicada a la Literatura, pues no en vano, por ella, se decían estas palabras, se concitaban los allí presentes. Muchas de las aseveraciones que hace para la Literatura bien valdrían para otras artes y otras actividades: sólo con cambiar la palabra Literatura por Música o Filosofía… se comprueba lo que afirmo.
   
    La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

    La filosofía crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre  hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

    La música crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

    En algún momento podría pensar quien escucha o lee el discurso que la Literatura es un refugio a resguardo de la realidad, tantas veces vil: “he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”. Pronto se deshace el entuerto, pues quien escribe es un rebelde: no se contenta con la realidad que le parece enteca, pobretona y ambiciona ir más allá, dilatar el tiempo, recrear los espacios, abundar en lo insondable humano… Los tiranos censuran al literato, condenan su capacidad de pensar y expresarse, de divulgar su pensamiento tantas veces opuesto al poder del déspota… “Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida”.
    Puede el lector de este discurso pensar o preguntarse ¿por qué da la impresión en algunos momentos del discurso que la vida va por un lado y la Literatura por otro? La literatura se convierte en punto de apoyo donde la palanca-escritor mueve el mundo. Nos ponemos estupendos y creemos que la literatura es la pócima maravillosa, el bálsamo de Fierabrás…: la Medicina, los buenos gobernantes, los investigadores, los buenos albañiles, los agricultores honrados, los pequeños empresarios que pusieron al tablero sus vidas y haciendas para ganar más y generar más empleo, más… …, en fin, todos aquellos que empeñaron sus vidas con el bien, la justicia, la libertad, la verdad, la gente de intenciones limpias, corazones grandes y buena voluntad hacen el  mundo mejor, muy al margen de ser o no creadores literarios. Cada uno hace lo que puede y don Mario, ya se lo dijo Patricia, su mujer, hace lo que se sabe: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.

11 de diciembre de 2010

Felicidades: El Señor es mi luz y mi salvación.

   

      Lo que ocurrió hace siglos lo celebramos también este año. Por las veredas de este mundo oscuro y confuso puede que llegues, o no, al belén que no se halla próximo a Jerusalén. El belén del que te hablo está en el corazón de los hombres de buena voluntad: son muchos, no te creas. Limitados, pecadores, indigentes…, pero muchos. Quizá recuerdes: Es un Niño en el regazo de su Madre sobre un burro, San José va delante con un candil que poco ayuda; quizá llegues al Niño recostado en un pesebre, su Madre que amasa, prepara, limpia… San José quizá salió un rato: busca un trabajo, comida, está haciendo gestiones; quizá lo halles allí ensimismado en algún trabajo que le encargaron… ¡corren malos tiempos y la familia aumentó! Son ellos, la Sagrada Familia, que sale al encuentro.
 
    Como otros años te escribí, antes, cuando entonces, sigo de camino busco y me hallan… Me voy un rato a ese belén de los corazones que anhelan ser mejores… y allí contemplo. Medito una realidad insobornable que ya sabía y no conocía: veritas liberabit vos! Ahora lo sé de buena tinta. La verdad nos hace libres. La mentira y los mentirosos nos esclavizan.
 
    Posiblemente no nos veamos por ahí, por eso, por si acaso: recibe mi felicitación, mis mejores deseos para ti y los tuyos y no dejaré de hablarles al Niño, a María y a José de todo esto tan ininteligible...

                                                                    Con todo cariño,
                                                                                     Antoniojosé.

5 de diciembre de 2010

Segundobé

     Un joven escritor, entonces mediocre autor de obras dramáticas y flamante periodista, y antes de ser brillante novelista, comentaba de su responsabilidad a la hora de escribir y editar. Le animaba a su ejercicio como creador saber que lo escrito por él sería único, mas de ahí también sus reparos, sus temores. Su creación sería más o menos valiosa, pero ciertamente única. Todo esto lo suspendía.
    Imposible saber si me equivoqué, pero siempre preferí escribir y dar a conocer, editar, cuando pude, más que escribir y guardar. Escribir es un acto de entrega a los demás, acto de amor. De ser así sólo el inseguro, el alambicado, el perezoso o el egoísta, entiendo, se rezaga, amaga y no da. Escribir y editar es poner en evidencia, exponerse a la vindicta pública. Escribir y editar es dar paso a la posibilidad de la magia, tender puentes entre el autor y el lector. El puente, de ser, arranca, parte siempre del autor. El lector podrá cruzar o no. El encuentro puede ser valioso. Los hay estériles, pero no por ello también estimables.
    Sentado esto. Añado. Prologo un libro de quienes fueron alumnos míos. No más, catorce años. De casi todo hay en lo creado desde el punto de vista estético, pero la ilusión es desbordante y por tanto, dado el caso, suficiente. Doy cuenta del libro, Segundobé, y reproduzco la introducción. Innecesarias otras explicaciones, más detalles. Sinceramente: feliz viaje a los autores…

    Se supone que debería yo, como mentor y recopilador de estos cuentos y sus autores, dar cuenta y razón del motivo de esta obra, es decir tendría que aportar luz sobre el porqué de esta obra y su para qué…, su cómo y su dónde…
Me van a permitir que sólo dé unas breves explicaciones, sin más obligación que dejar en suerte a estos jóvenes y que sean ellos quienes tomen la palabra escrita en sus cuentos y sus narraciones y sean ellos los únicos y verdaderos protagonistas.
    En el curso 2009-2010 tuve un grupo de alumnos de 2º de la ESO: Segundo de la ESO B. Tengo que decir que no fue un grupo corriente, sino un grupo anormalmente excelente. Tuve, como es norma, dificultades, problemas, enfados con ellos, pero entendí que eran un equipo humano heterogéneo, pero compacto. Un grupo capaz de hacer realidad mucho de cuanto se nos ocurriese poner como meta por compleja que fuera. Por lo que observo, si se me permite, suele ser rasgo característico de una mayoría de los alumnos de este Instituto y no sé si también parte de la idiosincrasia de ese pueblo que es Torredelcampo. Varias veces había intentado con grupos parecidos en otros años, en otros lugares, editar un libro. Imposible semejante tarea. Con ellos ha costado, pero ya está aquí la obra.
    En ningún momento pretendí, si se me permite la expresión, hacer escritores. Pero sí los quise hacer conscientes de que ellos podían ser autores de narraciones que serían únicas, irrepetibles, a lo peor, malas, pero… eso no lo sabríamos hasta que ellos las realizasen. Me movían a este empeño las ideas de dos viejos amigos míos, filósofos ambos, uno muerto y otro aún felizmente vivo. El primero, Julián Marías, siempre afirmaba que no debía uno esperar a criarse para clásico antes de intentar dar a conocer a los demás aquello que escribe. El segundo, Leonardo Polo, quien ha sido un continuo animador de todo aquello que puede ser, de todo aquello que se puede convertir de la mano del hombre en una realidad… Todo lo verdaderamente grande, me gustaría añadir a mí, fue alguna vez pequeño, nació de un espacio concreto… Don Quijote nació en la mente de un hombre y es hoy un personaje mayor aún que su creador, más grande que La Mancha toda.
    Cierto es que en las correcciones de estos cuentos –hemos escrito muchos durante el curso-, he rectificado algún resolvido por resuelto. Alguna valla difícil de superar por lo mucho que se eleva la elle respecto a la y griega…, pero no ha sido esto lo más importante para mí: la corrección de esas faltas de ortografía o esos signos de puntuación que he retocado en algunos casos. Insisto todo ello carece de importancia. Lo que ha tenido verdadero peso han sido los temas elegidos, sus desarrollos, sus enfoques… En mis muchos años como docente he corregido, no temo exagerar, miles de narraciones, de composiciones…, sin embargo, nunca hallé tanta variedad como encontré en los cuentos que ellos aportaron para el libro. Desconozco la explicación: confieso que yo mismo me he vi sorprendido por las temáticas elegidas, pues aun cuando escribieron casi una composición semanal conmigo a lo largo del curso, nunca, al poder optar por temas libres, eligieron ninguno ni siquiera próximo a los que adoptaron para el cuento del libro… Ignoro la causa.
    Se traslucen sueños, deseos, frustraciones del pasado o del presente… Frente a la simpleza de muchos, hallamos la madurez de otros: es la vida que va cuajando en sus existencias de forma desigual, en tiempos y momentos no siempre idénticos. En los árboles, a un mismo tiempo, unas frutas están maduras, otras no tanto… Tienen la misma edad, semejante formación, pero sus capacidades son distintas, su madurez diversa… el tamaño de sus disparates desiguales en algunos casos. Podemos hallar entre estos cuentos narraciones que se ocupan de amores incipientes… junto a mundos asentados aún en la niñez. Las circunstancias más elementales y simples crecen junto a peripecias casi de adultos… Así son los adolescentes, unos niños que van de viaje hacia la juventud por un camino estrecho y, a veces, caen del lado infantil, en ocasiones del juvenil… Imposible que faltase el tópico del adolescente que desea tener un ámbito de libertad, alejado de sus padres y de los adultos en general. Antes, dicen, los sueños de los niños estaban llenos de toreros que sacaban a sus familias de situaciones de indigencia. Hoy hay algún futbolista soñador que alcanza la gloria.
    Me consta que entre estos cuentos los hay mejores y peores, algunos son, incluso francamente, malos… No me importa. Es cierto que algunos autores nos sorprenden con leyes donde no se da la causa-efecto; existen lenguajes de películas pasadas de acción o de dibujos animados donde el quehacer de los héroes es tan difícilmente explicable como los amores de sus heroínas. Todo ello es cierto, tan verdad como que la buena voluntad no basta, pero, como dice un amigo mío: peor sería la mala voluntad, que también, por desgracia existe, pero no en este libro. La voluntad, lo aseguro, fue buena. El ánimo constante. El juicio recto… Es por todo ello que me van a permitir que cierre estas palabrejas, como muchas veces lo hice en otros muchos escritos, porque así verdadera y vivamente lo siento, con unas palabras de El Quijote, donde ese loco universal afirma que: “¡Podrán los encantadores quitarme la buena ventura, pero el esfuerzo y el ánimo es imposible!”

   
                Antonio José Alcalá.
                Torredelcampo, otoño 2010.